lunes, 27 de octubre de 2008

::Una operación política: hacer de un sujeto que sufre un objeto a controlar.


Marité Colovini[1]

1- El muro

Hay un muro que tomó mayor consistencia a partir de cierta operación del nazismo. Y ese muro aún no ha caído. Es más, es un muro que conmemora la victoria hitleriana a pesar de “la caída” de Hitler.
Este muro continúa edificándose cada vez con mayor precisión, y sus consecuencias merecen la reflexión de quienes, como los psicoanalistas, sólo usamos la palabra para nuestra práctica.
La función “muro” del lenguaje, esa función objetivadora que se añade a la maquinaria de la ciencia dando por resultado que ya casi nadie hable porque se les ha cerrado el pico, como a los planetas desde Newton, es el muro que no sólo no ha caído sino que se agiganta cada vez más.
En el seminario II, Lacan sitúa dos funciones del lenguaje: una objetivadora y la otra subjetivante.[2] Allí acuña la expresión “el muro del lenguaje”. Y responde a la pregunta de por qué no hablan los planetas, señalando las consecuencias de la operación de la ciencia al convertirlos en objetos de conocimiento.

Hace muchos años, utilicé la cita de Lacan para explicar por qué en los manicomios se hablaba tan poco: a los locos la psiquiatría también les había cerrado el pico. No imaginaba por aquella época que asistiría a la mudez generalizada, consecuencia del empleo a escala planetaria del manual llamado DSM IV.
Ataques de pánico, síndrome de fatiga crónica, estrés y etc…que convierten a los humanos en “panicosos”, “fatigados”, “estresados”…seres humanos objetalizados que caminan, trabajan y viven, pero ya casi no hablan y por consiguiente quedan excluidos de realizar una demanda de análisis. Para cada uno hay una “pastilla salvadora”, ya que aquello de lo que padecen puede explicarse por “disfunciones neuroquímicas” y siguiendo una simple teoría del equilibrio se cura con equivalentes químicos, resultado de algunos cálculos.

¿Pueden persistir las inhibiciones, los síntomas y las angustias cuando el discurso dominante, nos empuja a confiar en una nueva creencia que se instala ignorando ella misma lo que constituye?
“La ciencia sabe muchas cosas, pero ignora su propio papel religioso que da lugar a una fe”, dice Gerard Pommier en Los cuerpos angélicos de la posmodernidad.[3]


2- ¿Ruptura del lazo social?

La fuerza del lazo social reside en compartir las mismas creencias, continúa diciendo Pommier. Para situar que, en estos tiempos posmodernos ya no compartimos eso en lo que creemos, sino que flotamos tomados por el ángel salvador, el de la guarda y así dejamos de distinguir lo real de lo virtual. El ángel: “ese otro como nosotros, el que nos protege de nuestro inconsciente y nos promete la eternidad”. La operación hace entonces, que nosotros, posmodernos, volvamos a nuestra naturaleza angélica, abandonando el campo del deseo, durmiendo eternizados en el mundo de la inocencia. El lazo social se rompe ya que cada uno es Uno con su ángel. [4]

En estos tiempos, en los que la desmetaforización de la Ley[5] amenaza al mundo entero con dejar a la humanidad presa de las mallas de la tecnociencia que rebaja el principio mismo de la paternidad a una concepción "carnicera" de la misma; en el que la cadena infernal de desubjetivización de las masas se anuncia con formas nuevas de muerte de los hijos[6]; los actos locos y por ende la locura se presenta como síntoma social.[7]
Por lo tanto: ¿podremos considerar al psicoanálisis mismo como suplencia de la enfermedad posmoderna?


3- El sujeto en la actualidad.

El término sujeto ha devenido un término que tiene “buena prensa”. Es evidente que su utilización pareciera dispensar de fundamentación y casi diríamos que adquiere el peso de un shiblolett, colocando a quien lo utiliza dentro del marco “políticamente correcto”.
Pero de ninguna manera es unívoco, por lo que se impone leer el modo en que cada discurso, cada práctica, inscribe a su “sujeto”.

Para la ciencia convertida en nuestra religión posmoderna el sujeto es calculable.
Quetelet[8] inaugura al hombre sin cualidades cuando produce a través del cálculo estadístico al “hombre medio”.
Hombre-medio como construcción abstracta de un individuo inexistente, que resulta del promedio de los atributos de los hombres. Este estadístico francés puede ser considerado el fundador de la biometría, que permitió elaborar la noción de que las características humanas pueden ser medidas y establecidas, de una vez y para siempre mediante un artificio matemático, como características normales del hombre.
Desde el punto de vista estadístico, un sujeto es un valor, que puede ser considerado normal por la ubicación que tiene dentro de un intervalo, donde están la mayoría de las observaciones realizadas. Este intervalo se grafica en lo que se denomina “Curva de Bell” o “Campana de Gauss”, que comprende, por ejemplo al 95% de las personas de ese universo, estableciendo los ‘umbrales de normalidad’ y la noción de ‘desvío’.
Otra versión del sujeto calculable es el sujeto del cálculo de las estrategias, operada a partir de la teoría matemática de Von Neuman y Morgenstern [9]. Este sujeto sabe lo que quiere y quiere su bien, conoce las reglas y jamás olvida, mientras juega, nada del juego.

4- El DSM IV en el marco de la cientificidad actual.

Las clasificaciones son tan antiguas como la medicina, y a lo largo de su historia podemos leer el modo en que fueron cambiando los sistemas nosológicos, a medida en que cambiaban diferentes nociones: de enfermedad, de causalidad, de cura.
En el campo de la salud mental, podemos resaltar la importancia que adquieren las diferentes clasificaciones, en tanto se conoce como origen de la disciplina Psiquiátrica la intervención de Pinel, quien al instituir para la locura la clínica de la observación y el análisis sistemático de sus fenómenos perceptibles puede construir una nosografía.
La historia de la Psiquiatría está jalonada por los debates nosográficos, que evidencian debates en torno al concepto mismo de enfermedad mental, práctica terapéutica y por ende, causalidad del sufrimiento mental.
Llegados al siglo XIX, observamos que se trata de nombrar las grandes especies de la locura: manía, paranoia, demencia precoz; tratándose de desentrañar su esencia y los modos conexos en que se presentan, pero habiéndose abandonado la idea de Pinel de abarcar con la nosografía la totalidad del campo de lo patológico.
La clínica que pregunta y observa al sujeto loco comienza su declinación, y asciende un espíritu “positivo” en desmedro del posicionamiento crítico del trabajo clínico. Es Kraepelin quien intenta coherentizar la clínica psiquiátrica, en una vasta clasificación nosográfica que no cesa de modificar y ampliar. Aún sobre él, se observa el aplastamiento que el positivismo produce y que el contacto de la psiquiatría con otros discursos como la filosofía, la psicología, el psicoanálisis o las ciencias sociales no logra modificar.
A mediados del siglo XX a partir de la inmensa proliferación de clasificaciones, que inundan el campo de la Salud Mental, la intención totalizante hace lugar a la aparición en 1952, del primer “Manual diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales", el DSM I. Desde los EEUU, se aúnan el empirismo, el positivismo y una intención política de globalizar y homogeneizar las prácticas respecto a la locura, sumando a las diferentes ediciones del mencionado Manual cada vez más superficialidad e imprecisión.
Como prueba de ésta falta de rigor y vaciamiento de la clínica, ubiquemos que este instrumento, que aspira a ser de utilización universal, no logra definir justamente aquello que clasifica: el trastorno mental.
A pesar de ello, la OMS consensúa su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) con el DSM, y con ello, se valida la universalización de la utilización del DSM como el único modo “científico” para el diagnóstico en el campo de la Salud Mental. Comienzan a aparecer en el mundo académico instrumentos para la investigación que toman su base en éste sistema clasificatorio, se incluye en los planes de estudios de distintas universidades del mundo, se exige en los establecimientos asistenciales públicos y privados, se amplía al campo de la Justicia y las Ciencias Sociales el uso del sistema como criterio válido.

5- ¿Qué les hacen las clasificaciones a las personas?


Recientemente Ian Hacking, ha planteado el modo en que las clasificaciones “inventan/construyen gente”. Reseñando su nuevo libro, Make up people, insiste en diferenciar las clasificaciones de cosas de las clasificaciones de personas.
“Por encima de todo, me interesa cómo nuevas clasificaciones de personas crean nuevas posibilidades de elección y acción, de quién o qué es uno y qué puede uno hacer; lo que las nuevas clasificaciones les hacen a las personas clasificadas, y cómo cambian por ser así clasificadas; cómo esos mismos cambios en las personas cambian nuestras teorías de las clasificaciones. Esto es lo que yo llamo un efecto de bucle. “[10]

Es interesante pensar en que al clasificar, se “inventa” a quienes caen bajo cada categoría. Y lo digo pensando en el “suplemento de ser” que se otorga al nominar en psiquiatría. “Toxicómano”, “TOC”, “Bipolar”, “ADD” y muchos otros, son esos suplementos ortorgados por los practicantes, nombrando así de manera “científica” el síntoma de quien consulta y haciendo que el mismo pase a constituir el ser del consultante. Un ser que no singulariza, un ser que colectiviza, anonimizando y homogeneizando al sujeto que sufre, y ubicando su sufrimiento en un campo evaluable, predecible, pronosticable, y por consecuencia más o menos curable.
Varias operaciones entonces, que se encadenan bajo el validamiento “científico” del uso de un instrumento de diagnóstico que justamente se elabora a partir de la terapéutica, como corresponde a su tradición pragmática y empirista.

El DSM IV, convierte al sufrimiento subjetivo en “entidades” que se pretenden naturales, entificando así al sujeto de ese sufrimiento en un objeto natural, clasificable, ubicado en clases y por lo tanto controlable, instrumentable.

Haber pasado del campo de las Ciencias de la Naturaleza al campo de la Subjetividad sin mediación, suturando la hiancia que se abre entre Naturaleza y Cultura, es una operación eminentemente política, que culmina adjudicando un número y una letra[11] en un cifrado que recuerda a aquellos que se tatuaban en los campos de concentración. Además, al utilizar numeración correlativa y sucesiva, se instala la operación matemática llamada recurrencia[12], que crea la ilusión de una serie, en la cual se ubicarían objetos homogéneos hasta la totalización.

Entonces, e interrogando rigurosamente los efectos del uso de éstas clasificaciones, cuando se trata de personas y no de cosas, la clasificación no es inocente, no es inocua, y produce efectos tanto en el clasificado como en el clasificador. El biopoder alcanza tanto a los sujetos de una práctica como a los mismos practicantes.

6- ¿Y entonces?

Constatar lo que resulta de los discursos dominantes en nuestra actualidad no pretende ser un lamento nostálgico de los tiempos pasados, ni una solicitud al retorno del Padre potente, que no es más que un llamado que se responde con figuras totalitarias.
Constatarlo supone un llamado a la reflexión sobre las condiciones contemporáneas de la subjetividad y por ende, de las condiciones en las que se desenvuelve nuestra práctica.

El psicoanálisis continúa pudiendo ser posible hoy, a condición de desprenderse de los imperativos de cierto “superyo cultural psi” y a condición de reconocer cuánto los mismos psicoanalistas resistimos al psicoanálisis con el psicoanálisis mismo.
Supone también que sostener la lógica del No-Todo, que limita la tendencia universalizante y global; constituye hoy en día la condición de posibilidad de la práctica del discurso del psicoanálisis.

Si el deseo del analista tiene como objeto el análisis y en cuanto tal se diferencia de cualquier otro: de saber, de curar o de felicidad; hay que sopesar en su justo término la indicación de Lacan de que se trata del deseo de la diferencia absoluta.
Este deseo no es gratis, y el precio a pagar por él es el “agravamiento de las dificultades naturales entre los sexos”[13]. No hay relación sexual, es imposible escribir esta relación, éste es el enunciado en el que el deseo del analista se halla fuertemente comprometido. Si es deseo de la diferencia absoluta, no se trata de aportar ninguna solución al “No hay”.Ninguna reconciliación de contrarios, ninguna síntesis final.
Creo que la diferencia absoluta[14] es un más allá de la diferencia de sexos.

Una clínica lacaniana, que no por ello deja de ser freudiana, pero que se fundamenta en la lógica que Lacan nos lega para leer a Freud, plantea que hay algo de equivocación en el sostenimiento del Sujeto Supuesto al Saber, revelando el des-ser de ese mismo SSS, que es el asidero de un deseo. El analista paga con su persona y con su nombre reducidos al significante cualquiera por éste atravesamiento.

Por lo tanto, en la actualidad, es el psicoanálisis quien aún sostiene la dignidad del sujeto, del sujeto que no es Uno, del sujeto que nace dividido, y es el discurso del analista el discurso de la alteridad por excelencia.


Para el psicoanálisis, entonces, si hay Uno es un “uno que dice no”, expresión que recordamos, preside las fórmulas de la sexuación. Estas fórmulas son una manera de tratar la diferencia ya no en términos valorativos, ni imaginarios, sino en términos lógicos. Es una escritura para inventar lo real allí donde lo real no deja de no escribirse.

Podemos situar que la dignidad otorgada al sujeto en la práctica del psicoanálisis, no puede disociarse de su responsabilidad, es decir: que es el psicoanálisis uno de los últimos discursos que no dimite sobre la responsabilidad del sujeto.
Decía antes que podemos hablar de una clínica lacaniana, y lo refrendo en éste mismo punto, ya que es a partir de Lacan que podemos decir que: “el analista no se autoriza más que de él mismo, y ante algunos otros” pero también que “el ser sexuado no se autoriza más que de él mismo, ante algunos otros”.

Dos cuestiones, entonces: advenir analista y advenir un ser sexuado, en las que Lacan sostiene que no se trata del reconocimiento del Otro, preservando la iniciativa del sujeto. Pero que, si bien son sin el Otro, es menester hacerlas públicas. O sea: No sin los otros.
Se trata del modo en que el sujeto accede a su singular dignidad, esa que surge del “saber que existe un saber articulado y que cada cual, a su manera y en un punto exclusivamente local, es el efecto”. [15]

Por lo tanto: la dignidad del sujeto en la experiencia analítica, no es más que su ser de objeto. Objeto del que ha hecho el duelo al revelársele que no hay ninguno que valga más que los otros. Objeto que es pura ausencia, falta, antecedencia, que opera como causa.
“El sujeto está siempre a una cierta distancia de su ser y ese ser no viene a reunirse jamás con él, y por ello no puede hacer otra cosa que alcanzar a su ser en esa metonimia del ser en el sujeto que es el deseo”[16]
La razón del deseo, del deseo del Otro, es una razón de resto, de irracionalidad, es una razón que sitúa una pura alteridad.

Este objeto, resto irreductible, no es un objeto que puede evaluarse, medirse, nombrarse.
Este objeto opera como causa del vector del deseo que anima la existencia de un sujeto que es respuesta de lo real.

Esto llevará a que el sujeto, al desengañarse del SSS, pueda creer allí, en el Inconsciente, donde se le ha revelado el verdadero agujero. Un análisis produce un sujeto que ya no cree más en el Otro/Dios/ El Padre sino que cree en su acto. Un sujeto digno de su acto.

Septiembre de 2008.



[1] maritecolovini@gmail.com. La autora es la directora del Proyecto de Investigación:” Efectos sociales de la globalización del DSM IV”. (2007/2011) Facultad de Psicología UNR.
[2] Lacan, J. Seminario II. Paidós. Buenos Aires, 1986.pag 360, 361.
[3] Pommier, G. Los cuerpos angélicos de la posmodernidad. Nueva Visión. Buenos Aires. 2002,pag 11
[4] El planteo de Pommier es interesante ya que metaforiza lo que por ruptura del lazo se ha desmetaforizado.
[5] Legendre, P. El crimen del cabo Lortie. Siglo XXI. Buenos Aires 1994. pag 11 y 12.
[6] Ya sea que se trate de homicidios sin cadáver (anonadamientos subjetivos) homicidios colectivos (guerras) o que esos hijos encuentren una salida en la regimentación terrorista
[7] Alvarez, A; Colovini, M. Discurso capitalista y clínica actual. Inédito. Presentado en las IVJornadas de Investigación. Facultad de Psicología. UNR, 27 y 28 de septiembre de 2001.
[8] Adolphe Quetelet (Gante, 1796-Bruselas, 1874) Matemático belga. Profesor en las universidades de Gante y de Bruselas y director del Observatorio de Bruselas, se especializó en estadística y astronomía. Aplicó el método estadístico al estudio de la sociología. Destacan sus obras Sobre el hombre y el desarrollo de las facultades humanas: Ensayo sobre física social (1835) y La antropometría, o medida de las diferentes facultades del hombre (1871).
[9] En 1944, en un texto escrito con Oskar Morgenstern, plantea la teoría del juego Theory of Games and Economic Behaviour.
[10] Entrevista a Ian Hacking, realizada por Asunción Álvarez Rodríguez, publicada en la edición digital de la revista Cuadernos de materiales en 2007.
[11] Los diferentes Trastornos mentales están codificados tanto en el DSM como en el CIE con letras y números.
[12] Propiedad de las secuencias en las que cualquier término se puede calcular conociendo los precedentes.
[13] Safouan, M. Jacques Lacan y la cuestión de la formación de los analistas. Buenos Aires, Paidos, 1984.pag 56.
[14] Kieerkegard planteó la diferencia absoluta en su debate con la reconciliación de los contrarios de Hegel.
[15] Lacan, J. Sobre la experiencia del pase. Ornicar 1. Publicación periódica del Champ Freudien. España. 1984. Pag 37
[16] Lacan, J. Seminario: El deseo y su interpretación. Inédito.