lunes, 27 de octubre de 2008

::Una operación política: hacer de un sujeto que sufre un objeto a controlar.


Marité Colovini[1]

1- El muro

Hay un muro que tomó mayor consistencia a partir de cierta operación del nazismo. Y ese muro aún no ha caído. Es más, es un muro que conmemora la victoria hitleriana a pesar de “la caída” de Hitler.
Este muro continúa edificándose cada vez con mayor precisión, y sus consecuencias merecen la reflexión de quienes, como los psicoanalistas, sólo usamos la palabra para nuestra práctica.
La función “muro” del lenguaje, esa función objetivadora que se añade a la maquinaria de la ciencia dando por resultado que ya casi nadie hable porque se les ha cerrado el pico, como a los planetas desde Newton, es el muro que no sólo no ha caído sino que se agiganta cada vez más.
En el seminario II, Lacan sitúa dos funciones del lenguaje: una objetivadora y la otra subjetivante.[2] Allí acuña la expresión “el muro del lenguaje”. Y responde a la pregunta de por qué no hablan los planetas, señalando las consecuencias de la operación de la ciencia al convertirlos en objetos de conocimiento.

Hace muchos años, utilicé la cita de Lacan para explicar por qué en los manicomios se hablaba tan poco: a los locos la psiquiatría también les había cerrado el pico. No imaginaba por aquella época que asistiría a la mudez generalizada, consecuencia del empleo a escala planetaria del manual llamado DSM IV.
Ataques de pánico, síndrome de fatiga crónica, estrés y etc…que convierten a los humanos en “panicosos”, “fatigados”, “estresados”…seres humanos objetalizados que caminan, trabajan y viven, pero ya casi no hablan y por consiguiente quedan excluidos de realizar una demanda de análisis. Para cada uno hay una “pastilla salvadora”, ya que aquello de lo que padecen puede explicarse por “disfunciones neuroquímicas” y siguiendo una simple teoría del equilibrio se cura con equivalentes químicos, resultado de algunos cálculos.

¿Pueden persistir las inhibiciones, los síntomas y las angustias cuando el discurso dominante, nos empuja a confiar en una nueva creencia que se instala ignorando ella misma lo que constituye?
“La ciencia sabe muchas cosas, pero ignora su propio papel religioso que da lugar a una fe”, dice Gerard Pommier en Los cuerpos angélicos de la posmodernidad.[3]


2- ¿Ruptura del lazo social?

La fuerza del lazo social reside en compartir las mismas creencias, continúa diciendo Pommier. Para situar que, en estos tiempos posmodernos ya no compartimos eso en lo que creemos, sino que flotamos tomados por el ángel salvador, el de la guarda y así dejamos de distinguir lo real de lo virtual. El ángel: “ese otro como nosotros, el que nos protege de nuestro inconsciente y nos promete la eternidad”. La operación hace entonces, que nosotros, posmodernos, volvamos a nuestra naturaleza angélica, abandonando el campo del deseo, durmiendo eternizados en el mundo de la inocencia. El lazo social se rompe ya que cada uno es Uno con su ángel. [4]

En estos tiempos, en los que la desmetaforización de la Ley[5] amenaza al mundo entero con dejar a la humanidad presa de las mallas de la tecnociencia que rebaja el principio mismo de la paternidad a una concepción "carnicera" de la misma; en el que la cadena infernal de desubjetivización de las masas se anuncia con formas nuevas de muerte de los hijos[6]; los actos locos y por ende la locura se presenta como síntoma social.[7]
Por lo tanto: ¿podremos considerar al psicoanálisis mismo como suplencia de la enfermedad posmoderna?


3- El sujeto en la actualidad.

El término sujeto ha devenido un término que tiene “buena prensa”. Es evidente que su utilización pareciera dispensar de fundamentación y casi diríamos que adquiere el peso de un shiblolett, colocando a quien lo utiliza dentro del marco “políticamente correcto”.
Pero de ninguna manera es unívoco, por lo que se impone leer el modo en que cada discurso, cada práctica, inscribe a su “sujeto”.

Para la ciencia convertida en nuestra religión posmoderna el sujeto es calculable.
Quetelet[8] inaugura al hombre sin cualidades cuando produce a través del cálculo estadístico al “hombre medio”.
Hombre-medio como construcción abstracta de un individuo inexistente, que resulta del promedio de los atributos de los hombres. Este estadístico francés puede ser considerado el fundador de la biometría, que permitió elaborar la noción de que las características humanas pueden ser medidas y establecidas, de una vez y para siempre mediante un artificio matemático, como características normales del hombre.
Desde el punto de vista estadístico, un sujeto es un valor, que puede ser considerado normal por la ubicación que tiene dentro de un intervalo, donde están la mayoría de las observaciones realizadas. Este intervalo se grafica en lo que se denomina “Curva de Bell” o “Campana de Gauss”, que comprende, por ejemplo al 95% de las personas de ese universo, estableciendo los ‘umbrales de normalidad’ y la noción de ‘desvío’.
Otra versión del sujeto calculable es el sujeto del cálculo de las estrategias, operada a partir de la teoría matemática de Von Neuman y Morgenstern [9]. Este sujeto sabe lo que quiere y quiere su bien, conoce las reglas y jamás olvida, mientras juega, nada del juego.

4- El DSM IV en el marco de la cientificidad actual.

Las clasificaciones son tan antiguas como la medicina, y a lo largo de su historia podemos leer el modo en que fueron cambiando los sistemas nosológicos, a medida en que cambiaban diferentes nociones: de enfermedad, de causalidad, de cura.
En el campo de la salud mental, podemos resaltar la importancia que adquieren las diferentes clasificaciones, en tanto se conoce como origen de la disciplina Psiquiátrica la intervención de Pinel, quien al instituir para la locura la clínica de la observación y el análisis sistemático de sus fenómenos perceptibles puede construir una nosografía.
La historia de la Psiquiatría está jalonada por los debates nosográficos, que evidencian debates en torno al concepto mismo de enfermedad mental, práctica terapéutica y por ende, causalidad del sufrimiento mental.
Llegados al siglo XIX, observamos que se trata de nombrar las grandes especies de la locura: manía, paranoia, demencia precoz; tratándose de desentrañar su esencia y los modos conexos en que se presentan, pero habiéndose abandonado la idea de Pinel de abarcar con la nosografía la totalidad del campo de lo patológico.
La clínica que pregunta y observa al sujeto loco comienza su declinación, y asciende un espíritu “positivo” en desmedro del posicionamiento crítico del trabajo clínico. Es Kraepelin quien intenta coherentizar la clínica psiquiátrica, en una vasta clasificación nosográfica que no cesa de modificar y ampliar. Aún sobre él, se observa el aplastamiento que el positivismo produce y que el contacto de la psiquiatría con otros discursos como la filosofía, la psicología, el psicoanálisis o las ciencias sociales no logra modificar.
A mediados del siglo XX a partir de la inmensa proliferación de clasificaciones, que inundan el campo de la Salud Mental, la intención totalizante hace lugar a la aparición en 1952, del primer “Manual diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales", el DSM I. Desde los EEUU, se aúnan el empirismo, el positivismo y una intención política de globalizar y homogeneizar las prácticas respecto a la locura, sumando a las diferentes ediciones del mencionado Manual cada vez más superficialidad e imprecisión.
Como prueba de ésta falta de rigor y vaciamiento de la clínica, ubiquemos que este instrumento, que aspira a ser de utilización universal, no logra definir justamente aquello que clasifica: el trastorno mental.
A pesar de ello, la OMS consensúa su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) con el DSM, y con ello, se valida la universalización de la utilización del DSM como el único modo “científico” para el diagnóstico en el campo de la Salud Mental. Comienzan a aparecer en el mundo académico instrumentos para la investigación que toman su base en éste sistema clasificatorio, se incluye en los planes de estudios de distintas universidades del mundo, se exige en los establecimientos asistenciales públicos y privados, se amplía al campo de la Justicia y las Ciencias Sociales el uso del sistema como criterio válido.

5- ¿Qué les hacen las clasificaciones a las personas?


Recientemente Ian Hacking, ha planteado el modo en que las clasificaciones “inventan/construyen gente”. Reseñando su nuevo libro, Make up people, insiste en diferenciar las clasificaciones de cosas de las clasificaciones de personas.
“Por encima de todo, me interesa cómo nuevas clasificaciones de personas crean nuevas posibilidades de elección y acción, de quién o qué es uno y qué puede uno hacer; lo que las nuevas clasificaciones les hacen a las personas clasificadas, y cómo cambian por ser así clasificadas; cómo esos mismos cambios en las personas cambian nuestras teorías de las clasificaciones. Esto es lo que yo llamo un efecto de bucle. “[10]

Es interesante pensar en que al clasificar, se “inventa” a quienes caen bajo cada categoría. Y lo digo pensando en el “suplemento de ser” que se otorga al nominar en psiquiatría. “Toxicómano”, “TOC”, “Bipolar”, “ADD” y muchos otros, son esos suplementos ortorgados por los practicantes, nombrando así de manera “científica” el síntoma de quien consulta y haciendo que el mismo pase a constituir el ser del consultante. Un ser que no singulariza, un ser que colectiviza, anonimizando y homogeneizando al sujeto que sufre, y ubicando su sufrimiento en un campo evaluable, predecible, pronosticable, y por consecuencia más o menos curable.
Varias operaciones entonces, que se encadenan bajo el validamiento “científico” del uso de un instrumento de diagnóstico que justamente se elabora a partir de la terapéutica, como corresponde a su tradición pragmática y empirista.

El DSM IV, convierte al sufrimiento subjetivo en “entidades” que se pretenden naturales, entificando así al sujeto de ese sufrimiento en un objeto natural, clasificable, ubicado en clases y por lo tanto controlable, instrumentable.

Haber pasado del campo de las Ciencias de la Naturaleza al campo de la Subjetividad sin mediación, suturando la hiancia que se abre entre Naturaleza y Cultura, es una operación eminentemente política, que culmina adjudicando un número y una letra[11] en un cifrado que recuerda a aquellos que se tatuaban en los campos de concentración. Además, al utilizar numeración correlativa y sucesiva, se instala la operación matemática llamada recurrencia[12], que crea la ilusión de una serie, en la cual se ubicarían objetos homogéneos hasta la totalización.

Entonces, e interrogando rigurosamente los efectos del uso de éstas clasificaciones, cuando se trata de personas y no de cosas, la clasificación no es inocente, no es inocua, y produce efectos tanto en el clasificado como en el clasificador. El biopoder alcanza tanto a los sujetos de una práctica como a los mismos practicantes.

6- ¿Y entonces?

Constatar lo que resulta de los discursos dominantes en nuestra actualidad no pretende ser un lamento nostálgico de los tiempos pasados, ni una solicitud al retorno del Padre potente, que no es más que un llamado que se responde con figuras totalitarias.
Constatarlo supone un llamado a la reflexión sobre las condiciones contemporáneas de la subjetividad y por ende, de las condiciones en las que se desenvuelve nuestra práctica.

El psicoanálisis continúa pudiendo ser posible hoy, a condición de desprenderse de los imperativos de cierto “superyo cultural psi” y a condición de reconocer cuánto los mismos psicoanalistas resistimos al psicoanálisis con el psicoanálisis mismo.
Supone también que sostener la lógica del No-Todo, que limita la tendencia universalizante y global; constituye hoy en día la condición de posibilidad de la práctica del discurso del psicoanálisis.

Si el deseo del analista tiene como objeto el análisis y en cuanto tal se diferencia de cualquier otro: de saber, de curar o de felicidad; hay que sopesar en su justo término la indicación de Lacan de que se trata del deseo de la diferencia absoluta.
Este deseo no es gratis, y el precio a pagar por él es el “agravamiento de las dificultades naturales entre los sexos”[13]. No hay relación sexual, es imposible escribir esta relación, éste es el enunciado en el que el deseo del analista se halla fuertemente comprometido. Si es deseo de la diferencia absoluta, no se trata de aportar ninguna solución al “No hay”.Ninguna reconciliación de contrarios, ninguna síntesis final.
Creo que la diferencia absoluta[14] es un más allá de la diferencia de sexos.

Una clínica lacaniana, que no por ello deja de ser freudiana, pero que se fundamenta en la lógica que Lacan nos lega para leer a Freud, plantea que hay algo de equivocación en el sostenimiento del Sujeto Supuesto al Saber, revelando el des-ser de ese mismo SSS, que es el asidero de un deseo. El analista paga con su persona y con su nombre reducidos al significante cualquiera por éste atravesamiento.

Por lo tanto, en la actualidad, es el psicoanálisis quien aún sostiene la dignidad del sujeto, del sujeto que no es Uno, del sujeto que nace dividido, y es el discurso del analista el discurso de la alteridad por excelencia.


Para el psicoanálisis, entonces, si hay Uno es un “uno que dice no”, expresión que recordamos, preside las fórmulas de la sexuación. Estas fórmulas son una manera de tratar la diferencia ya no en términos valorativos, ni imaginarios, sino en términos lógicos. Es una escritura para inventar lo real allí donde lo real no deja de no escribirse.

Podemos situar que la dignidad otorgada al sujeto en la práctica del psicoanálisis, no puede disociarse de su responsabilidad, es decir: que es el psicoanálisis uno de los últimos discursos que no dimite sobre la responsabilidad del sujeto.
Decía antes que podemos hablar de una clínica lacaniana, y lo refrendo en éste mismo punto, ya que es a partir de Lacan que podemos decir que: “el analista no se autoriza más que de él mismo, y ante algunos otros” pero también que “el ser sexuado no se autoriza más que de él mismo, ante algunos otros”.

Dos cuestiones, entonces: advenir analista y advenir un ser sexuado, en las que Lacan sostiene que no se trata del reconocimiento del Otro, preservando la iniciativa del sujeto. Pero que, si bien son sin el Otro, es menester hacerlas públicas. O sea: No sin los otros.
Se trata del modo en que el sujeto accede a su singular dignidad, esa que surge del “saber que existe un saber articulado y que cada cual, a su manera y en un punto exclusivamente local, es el efecto”. [15]

Por lo tanto: la dignidad del sujeto en la experiencia analítica, no es más que su ser de objeto. Objeto del que ha hecho el duelo al revelársele que no hay ninguno que valga más que los otros. Objeto que es pura ausencia, falta, antecedencia, que opera como causa.
“El sujeto está siempre a una cierta distancia de su ser y ese ser no viene a reunirse jamás con él, y por ello no puede hacer otra cosa que alcanzar a su ser en esa metonimia del ser en el sujeto que es el deseo”[16]
La razón del deseo, del deseo del Otro, es una razón de resto, de irracionalidad, es una razón que sitúa una pura alteridad.

Este objeto, resto irreductible, no es un objeto que puede evaluarse, medirse, nombrarse.
Este objeto opera como causa del vector del deseo que anima la existencia de un sujeto que es respuesta de lo real.

Esto llevará a que el sujeto, al desengañarse del SSS, pueda creer allí, en el Inconsciente, donde se le ha revelado el verdadero agujero. Un análisis produce un sujeto que ya no cree más en el Otro/Dios/ El Padre sino que cree en su acto. Un sujeto digno de su acto.

Septiembre de 2008.



[1] maritecolovini@gmail.com. La autora es la directora del Proyecto de Investigación:” Efectos sociales de la globalización del DSM IV”. (2007/2011) Facultad de Psicología UNR.
[2] Lacan, J. Seminario II. Paidós. Buenos Aires, 1986.pag 360, 361.
[3] Pommier, G. Los cuerpos angélicos de la posmodernidad. Nueva Visión. Buenos Aires. 2002,pag 11
[4] El planteo de Pommier es interesante ya que metaforiza lo que por ruptura del lazo se ha desmetaforizado.
[5] Legendre, P. El crimen del cabo Lortie. Siglo XXI. Buenos Aires 1994. pag 11 y 12.
[6] Ya sea que se trate de homicidios sin cadáver (anonadamientos subjetivos) homicidios colectivos (guerras) o que esos hijos encuentren una salida en la regimentación terrorista
[7] Alvarez, A; Colovini, M. Discurso capitalista y clínica actual. Inédito. Presentado en las IVJornadas de Investigación. Facultad de Psicología. UNR, 27 y 28 de septiembre de 2001.
[8] Adolphe Quetelet (Gante, 1796-Bruselas, 1874) Matemático belga. Profesor en las universidades de Gante y de Bruselas y director del Observatorio de Bruselas, se especializó en estadística y astronomía. Aplicó el método estadístico al estudio de la sociología. Destacan sus obras Sobre el hombre y el desarrollo de las facultades humanas: Ensayo sobre física social (1835) y La antropometría, o medida de las diferentes facultades del hombre (1871).
[9] En 1944, en un texto escrito con Oskar Morgenstern, plantea la teoría del juego Theory of Games and Economic Behaviour.
[10] Entrevista a Ian Hacking, realizada por Asunción Álvarez Rodríguez, publicada en la edición digital de la revista Cuadernos de materiales en 2007.
[11] Los diferentes Trastornos mentales están codificados tanto en el DSM como en el CIE con letras y números.
[12] Propiedad de las secuencias en las que cualquier término se puede calcular conociendo los precedentes.
[13] Safouan, M. Jacques Lacan y la cuestión de la formación de los analistas. Buenos Aires, Paidos, 1984.pag 56.
[14] Kieerkegard planteó la diferencia absoluta en su debate con la reconciliación de los contrarios de Hegel.
[15] Lacan, J. Sobre la experiencia del pase. Ornicar 1. Publicación periódica del Champ Freudien. España. 1984. Pag 37
[16] Lacan, J. Seminario: El deseo y su interpretación. Inédito.

sábado, 25 de octubre de 2008

::CLÍNICA Y SEXUACIÓN[1]

Dra. Marité Colovini


Porque la relación sexual no existe, el ser hablante está obligado a declarar su sexo.
Lacan introduce su concepto de "declaración de sexo" cuando se trata de definir la función, el lugar y la incidencia del falo en la experiencia analítica.[2]


Entonces, podemos decir, que si en lo real, hay algo que está mejor colocado que el significante para definir lo que es macho y lo que es hembra, tenemos una falla específica en lo simbólico para que alguien pueda encontrar en ese registro lo que lo signifique como hombre o como mujer.

En el inconsciente no se inscribe hombre o mujer, sólo se inscribe falo. Y esta inscripción es insuficiente para escribir la relación sexual.
Por lo tanto, sólo se puede funcionar como uno u otro, al asumir determinada posición en relación al falo. Esta opción de denomina sexuación.

Frente al sexo, el sujeto se encuentra perplejo, enfrentado a un enigma, algo ininteligible para lo cual no tiene ningún saber, ningún recurso; enigma que lo obliga a una respuesta, a situarse en relación a él.
La pregunta fundamental para el sujeto[3]: “¿Qué soy ahí?” se refiere a su sexo y su contingencia en el ser.
En Freud, tenemos que en el inconsciente no hay representación ni de la diferencia de sexos ni de la propia muerte. Lacan formaliza el texto de esta pregunta, cuando en De una cuestión preliminar…..establece el lugar del A como aquel que, ocupado por un sujeto o por un puro vacío, es desde donde el sujeto recibe su pregunta , como mensaje invertido.[4]

Esta pregunta, que está formulada desde antes del encuentro con el analista, obtiene una respuesta particular: se trata del axioma fantasmático.
El fantasma vela lo real; e intenta una respuesta provisoria a la pregunta.
Si se trata de lo real , estamos diciendo que la cuestión del sexo y de la muerte ex - siste a lo simbólico.

Cómo circunscribe el discurso analítico lo real del sexo?
Lacan en 1970[5], es categórico: para el ser hablante, la relación que la biología inscribe en el animal (o en el hombre concebido como un animal) no existe. Esto no significa que no exista el apareamiento, sino que éste no les basta para reconocerse mutuamente ni para definirse como sexuados. La relación con el lenguaje subvierte la naturaleza y el instinto animal programados.[6]

Si la ciencia trata al real a través de la formulación de leyes, el psicoanálisis no hace lo mismo. La escucha analítica advirtió que no hay ley universal que vincule en tanto atracción a los seres humanos. En ese lugar, cada uno inventa su manera que funciona más o menos bien.

La sexualidad es irreductible a los datos biológicos y no es posible para el ser humano definirse en términos subjetivos en cuanto a su sexo o al sexo del partenaire.

Los impasses del sexo en el ser hablante provienen del hecho de que en el inconsciente el sexo sólo se aborda por medio del lenguaje y no de la unión de los gametos sexuales. El encuentro del cuerpo y el lenguaje, al subvertir la naturalidad de lo biológico, también subvierte la naturalidad del objeto de satisfacción.

Las relaciones entre los sexos y el falo.

El falo en la obra freudiana remite a un órgano ligado al goce [7]. Es una invariante predominante que dice de una significación que excede el sentido natural del órgano y el asiento imaginario de la zona.

En la fase fálica, hay un intento de subsumir la sexualidad bajo su supremacía. En los dos sexos, lo fálico se arroga el derecho de representar a la sexualidad toda. La ficción tejida entre el falo y la castración funciona como un saber que indica lugares y atribuciones del hombre y la mujer, pero vela y revela una carencia: lo femenino. El sujeto puede identificarse a emblemas y modelos que signan el ideal de cada sexo.

Con Lacan, la teoría freudiana de la sexualidad se articula con la lógica del significante.
Entonces, a través de la metáfora paterna, donde se forja el sujeto deseante, el falo puede pensarse como objeto imaginario y metonímico pero también como símbolo del acto que le da significación.
Toda significación es fálica, por lo tanto, sexual.
Pero el falo no es un significante como los otros, ya que no remite a otro significante sino al goce mismo.

Es respecto al falo como significante que se ordena la sexualidad.
"Se puede, ateniéndose a la función del falo, señalar las estructuras a las que estarán sometidas las relaciones entre los sexos." [8]
Entonces, estas relaciones girarán alrededor del ser y del tener, que por referirse a un significante, el falo, tienen el efecto contrariado de dar realidad al sujeto en ese significante e irrealizar las relaciones que han de significarse.
Un parecer se sustituye al tener, para protegerlo (en el hombre) y también enmascarar la falta ( en la mujer). Este parecer, tiene el efecto de proyectar en la comedia de los sexos las manifestaciones ideales o típicas del comportamiento de cada uno de los sexos hasta el límite del acto de la copulación.

Nos dice Lacan, que por tratarse del significante, se constituye un sujeto, pero no sexuado. Que el hombre y la mujer no se reconocen, a ellos se los reconoce como tales. Hombre y mujer son significantes, por lo tanto, sólo valen por su oposición, por su diferencia.

No es con el Ideal que se obtiene la satisfacción en el acto sexual. El Ideal permite la ilusión del “como sí” que funciona muy bien en cuanto a la demanda social y en la comedia de los sexos. Pero cuando lo que entra en juego es el goce del cuerpo, el ideal no alcanza para la obtención de la satisfacción.

Si el significante permite la identificación al deseo del Otro, no hay posibilidad de identificación alguna a la satisfacción del Otro. No hay en el Otro un significante que de cuenta del goce del cuerpo. No hay saber sobre el sexo.
Esto se escribe S(A/).


No hay acto sexual:

Puede suceder que alguien imagine convertirse en hombre o en mujer a través del acto sexual, pero esto es puramente imaginario: no demuestra nada al sujeto con respecto a su ser sexuado.
El acto sexual no permite la subjetivación del sexo, cosa que la neurosis pone de manifiesto.
El acto sexual no es verdaderamente un acto[9], ya que si lo fuera, debería inscribir al sujeto como sexuado. Lo que no quiere decir que allí no haya satisfacción.

En definitiva, en el acto sexual no se trata de las relaciones que establecen dos partenaires, sino de la relación incestuosa, es decir, la relación con el Otro.
Tanto el hombre como la mujer se precipitan en el acto sexual como un intento de reencontrarse con la madre, con el Otro primordial.


En el seminario La lógica del fantasma, Lacan escribe los términos que intervienen en la “díada “ sexual[10], como a, el 1 y el A[11]. Como vemos, son tres términos para lo que él llama díada esencial donde “tiene que forjarse el drama de la subjetivación del sexo”[12].

De éstos términos, el 1, es el más litigioso, en tanto es en su campo donde va a ponerse en cuestión si es posible producir el acto de partición que necesita de las funciones definidas como macho y hembra. Pero además, este campo es un agujero.

Sobre el acto sexual, sigue diciendo Lacan, planea la sombra de la unidad, así como también este acto porta la marca de una cosa que debe representar una falta fundamental.


Lacan subraya que precisamente en la copulación, cobra importancia un aspecto anatómico: la erección del pene es condición necesaria[13]. Y lo es tanto para hombres como para mujeres. Nuevamente el falo, único Uno, como condición de la satisfacción en los dos sexos.

Ahora bien, también es en el acto sexual que se verifica la detumescencia del pene. Límite entonces, al goce, la detumescencia del pene es símbolo de la castración.
El ansiado encuentro unificador culmina en la reproducción de una falta fundamental, quedando así la sexualidad organizada alrededor de una falta radical, metaforizada en el falo, (en su diferencia con el pene detumescente), y en la separación de los cuerpos que buscaban hacer una sola carne.

Ahora bien, si en el acto sexual encontramos ésta cara decepcionante, y dijimos que también había satisfacción: qué es lo que se satisface?
Hay una renegación de la falta de coincidencia del sujeto y el Otro, de la inconmensurabilidad de la relación entre estos campos, que se opera en tanto la materialización de la falta se realiza sobre la detumescencia del pene.[14]

Entonces: el sujeto se precipita al acto sexual en búsqueda de la unidad, y consigue, gracias a él, que la falta, transformada en falta fálica, se haga evanescente, eliminable. Es decir, consigue la esperanza de un futuro encuentro que desmentiría la radical falta de objeto. O sea que si bien se decepciona en función de la Unidad no alcanzada, queda la esperanza de que algún día, algún encuentro........

Con qué contamos para sexuarnos?[15]

Contamos con un sólo significante, el falo, para dar cuenta de la diferencia de sexos.
La lógica atributiva no puede más que permitir la comedia de los sexos.

Tanto para el hombre como para la mujer, el abordaje de la sexualidad depende del falo.
Pero éste significante es también un obstáculo, ya que el goce fálico es lo que impide al hombre gozar del cuerpo de la mujer. Con la presencia del significante fálico, la relación sexual que no hay, queda reducida al goce fálico.

Las identificaciones, no agotan la relación del sujeto con su sexo y el de los otros, puesto que esta relación es también real. Las identificaciones son insuficientes para resolver el problema de la sexuación del sujeto.
Las fórmulas de la sexuación permiten definir las dos posiciones sexuadas como dos modos distintos de usar el falo en el lazo con el otro sexo, lazo que fracasa de diversas formas en establecer una relación.


Tiempos de la sexuación

Voy a seguir a Geneviève Morel[16] para situar, con ella, tres tiempos lógicos de la sexuación.
Estos tiempos, no son pensables en un orden de evolución temporal , sino justamente en un orden lógico: son planteados como etapas conceptuales del proceso de sexuación.

Partimos de un primer tiempo, mítico, constituido por el real de la anatomía: la diferencia de sexos anatómica, con su correlato genético y cromosómico.
Hemos visto ya, con Freud, que estas diferencias anatómicas sólo cobran un sentido en la medida en que producen consecuencias psíquicas, así como también existe un discurso social que interpreta estas diferencias en términos de diferencias de roles, valores, imágenes, etc. La naturaleza requiere de la interpretación discursiva y ninguna diferencia es pensable sin el significante. Finalmente, el sujeto realiza su opción de identificación sexuada[17].

Morel plantea entonces a la sexuación como un proceso, tomando en cuenta una triple determinación conformada por la anatomía, el discurso sexual y la opción del sujeto; de tal manera que es posible explicar así los diferentes modos en que las dificultades con respecto a la sexuación se presentan en la práctica analítica.

Por ejemplo, y en tanto el discurso sexual circundante no es un simple reflejo de la naturaleza, siempre se sugiere una diferencia en conformidad con criterios fálicos. “La naturaleza se convierte en semblante. Sucumbe de ese modo bajo el peso de un significante único que categoriza la diferencia natural en términos de falo y castración. El falo se transforma en el significante amo del sexo. “[18] Este “error común” genera comunidad, dice Lacan, a partir de la puesta en común del falo, al que se atribuye mediatizar las relaciones entre los seres humanos.
El sujeto puede aceptar o no este error, pero si no se inscribe bajo la referencia fálica, tendrá que inventar el modo de significar su goce loco e incomunicable en un discurso delirante. [19] Así, el sujeto estará fuera de discurso.

Al aceptar el error común del discurso sexual, el sujeto entra en la comunidad discursiva, inscribe su goce bajo la referencia fálica, única que puede significar la diferencia sexual.
Elegir el sexo, realizar la opción de identificación sexuada, implica elegir el modo de inscribirse en cuanto al goce fálico. Estas opciones son sólo dos: hombre/mujer[20].

Hemos visto ya que Lacan elige la vía de la lógica para formalizar la imposibilidad de escribir la relación sexual. La elección subjetiva es entonces, el modo en que cada sujeto va a usar al falo en su lazo con el otro sexo (o con el mismo).

La declaración.....de sexo:

La sexuación es entonces, el modo en que cada sujeto se inscribe con respecto al falo. Implica una elección, ya que puede inscribirse o no (partición neurosis y psicosis), y de hacerlo, puede inscribirse del lado hombre o del lado mujer.
Esta inscripción, implica dos posiciones diferentes con respecto al goce. Es decir, corresponden a un real del modo de goce en su referencia al falo.
Puestos así, cada uno por su lado, como cuando vamos al baño en espacios públicos, qué ocurre con la relación del hombre y la mujer?

Si "hacer el amor" es un recurso para hacer una relación que no hay, por falta de aquello que la escribiría; cada uno, cada una, debe confesarse al otro como afectado por un sexo, en un decir “Yo” revelándose como hombre o mujer.
Esta declaración, es en sí misma castración.

Quién puede estar seguro?
Precisamente, como creerse hombre o mujer no equivale a serlo, ni las identificaciones son suficientes para determinar la sexuación, la decisión de ser hombre o mujer se arraiga en sus modos de goce.

La práctica analítica da testimonio de la dificultad inherente a la declaración de sexo, ya que el falo es la objeción con la que se encuentran hombres y mujeres en cuanto al lazo entre ellos, al mismo tiempo que enmascara la ausencia, el vacío de la inexistencia de la relación.

Es que para el ser hablante, y precisamente por serlo, como dice la cita de Lacan del comienzo, hay escamoteo de la representación del órgano de la copulación.
No disponemos del conjunto de los significantes. El Otro está barrado. Y esa barra se escribe S(A/)[21].


Para declararse hombre o mujer, para que el yo se confiese macho o hembra, hay que optar.
Y la opción se revela como aquella que pone límite a la esperanza de que haya relación. Es decir, como límite a la esperanza de que La mujer exista. La elección de la posición subjetiva respecto al sexo se determina en el discurso del sujeto. Esta posición, es el modo en que el sujeto se declara sujetado a la ley fálica.

La histerización del discurso propone siempre un mañana donde habrá relación, donde un saber podrá producirse que logre hacer relación entre el hombre y la mujer. Es el discurso analítico el que limita esta esperanza, en tanto el giro de discursos cambia la apuesta de cada uno. [22]

La desuposición de la existencia de un La que haría de universal de la mitad femenina del género humano, se inscribe gracias al discurso analítico, a través de la lógica que permite hablar de sexuación.
Este límite, esta desuposición, es también un límite al universo falocéntrico[23], y por lo tanto, consecuente con el axioma “No hay relación sexual”.
Es el pasaje de un discurso a otro, de un discurso homosexual, englobante,[24], que hace Todo; a uno heterosexual.

Las sorpresas de la práctica analítica:

Los no incautos, yerran, dice Lacan. Hay que acercarse a cada caso como si fuera el inaugural, recomendó Freud.
La posibilidad de la sorpresa hace de la práctica analítica un oficio divertido y si aún se puede descansar del peso yoico en la posición del analista, es una práctica aligerada de prejuicios y convenciones sociales.
También pudiendo hacerle lugar a lo rechazado del discurso, se abre un modo de practicar el análisis que culmine con la caída de la meprise del SSS.

Una analizante llega muy turbada a la sesión diciendo que había estado muy cerca de concretar una fantasía y que la inminencia de la concreción (o del pasaje al acto) la había conmocionado al punto que creyó volverse loca. Se trata de que luego de mucho tiempo de insinuarse sexualmente (como un juego o una broma) a una amiga muy querida había sentido que su amiga (lesbiana, ella) podría responder a sus insinuaciones. Esta analizante se había preguntado hace ya bastante tiempo y precisamente en la ocasión de compartir unas vacaciones con la pareja que su amiga forma con otra mujer, cómo sería el goce sexual entre dos mujeres, es decir, entre dos humanos sin pene. La analista recuerda su pregunta acerca del modo de gozar del cuerpo de mujer.
El recuerdo de la pregunta que se había hecho en aquellas vacaciones tomó la forma de ¿cómo es posible gozar de un cuerpo de mujer? Pregunta que orientó la sesión y dio cuenta del acontecimiento subjetivo producido en una analizante que había llegado al análisis en una posición eminentemente fálica.
La sexuación del cuerpo produce el encuentro con el fracaso de la relación sexual. Es decir, esta analizante había llegado a tocar la imposibilidad de escribir la relación. También considero que, caído el modo en que ella obstaculizaba con su cuerpo obeso y aseexuado la interrogación sobre su sexo, puede instalarse en ella la pregunta acerca del goce de la falta.
Considerar el acontecimiento como una mera fantasía, como el efecto de la identificación paterna, o como un desafío a la potencia fálica, creo que hubiera dejado de lado la pregunta acerca del goce .

Jean Allouch retoma la crítica de Foucault al psicoanálisis convertido en una pastoral, al insistir sobre el amor a la verdad que convertiría al psicoanálisis en una religión.
Pero cuando Lacan nos lega la constitución del campo del goce en su Seminario El reverso, nos deja abierta una vía que seguramente aleja de un psicoanálisis religioso.
Con sus últimas enseñanzas acerca del fin del análisis, especialmente aquellas que pueden leerse en el Seminario XXI, tenemos una indicación muy importante que se refiere a la caída del Sujeto Supuesto al Saber.

Que un análisis arribe a un final, que el lazo que enlazaba al analista y al analizante como amor de transferencia se desenlace, que la suposición del sujeto al saber caiga y de ese modo la pregunta del sujeto se revele como simple vacío encerrado entre signos de interrogación, que, por consiguiente, el saber encuentre su límite; conlleva una opción ya que no se alcanza “naturalmente”.
Para arribar al final hay una elección inevitable, que se hace al traspasar ese sentimiento correlativo a la ilusión del Todo.

El engaño del Sujeto Supuesto al Saber sólo se desarma con la intrusión del ser sexuado.
Consentir al No-Todo a sabiendas de que caerá el Todo es un acto ético.

Febrero 2005



[1] Presentado en: Jornadas: Un siglo de sexualidad. A cien años de la publicación de Tres ensayos para una teoría sexual de Sigmund Freud. *18, 19 y 20 de febrero de 2005. México.
[2] J, Lacan, Petit discours de J. Lacan aux psychiatres, 1967, inédito."La experiencia del análisis no es otra cosa que realizar lo que corresponde a esta función como tal del sujeto. Resulta que esto abre a un cierto efecto que nos enseña que en aquello en lo que está interesado principalmente esta función del significante, predomina una dificultad, una falla, un agujero, una falta de esta operación significante, que está muy precisamente relacionada a la articulación del sujeto en tanto se afecte a un sexo. Es debido a que el significante muestra manifestar fallos electivos en el momento en que se trata que quien dice "yo", se dice como macho o hembra. Es porque resulta que no puede decirlo sin que eso implique el surgimiento, al nivel del deseo, de algo muy extraño, de algo que representa, ni más ni menos que escamotear simbólicamente (toménlo en el sentido de que ya no se encuentra en su lugar) una cosa del todo singular que es precisamente el órgano de la cópula, a saber eso que en lo real es lo más adecuado para probar que no hay uno que es macho y otro que es hembra.,. Este es el gran hallazgo del psicoanálisis."[2] (lo destacado es mío)

[3] Ver Colovini, M-. Tesis doctoral. (inédito) Amor, locura y femineidad. Capítulo VIII La mujer, la femeniedad, lo femenino. Apartado: El falo.
[4] “Pues es una verdad de experiencia para el análisis que se plantea para el sujeto la cuestión de su existencia no bajo la especie de la angustia que suscita a nivel del yo y que no es más que un elemento de su séquito, sino en cuanto pregunta articulada: “¿Qué soy ahí?”, referente a su sexo y su contingencia en el ser,(…)a saber, que es hombre o mujer por una parte…….”.Lacan, J. De una cuestión preliminar, escritos. Pag 531.Escritos I. Buenos Aires. Siglo XXI. 1988
[5] Lacan, J. Seminario XX. Encore.Paidós. Buenos Aires. 1981.
[6] Ver Colovini, M-. Tesis doctoral. (inédito) Amor, locura y femineidad Capítulo IX. El debate feminismo/psicoanálisis
[7] Ver Colovini, M-. Tesis doctoral. (inédito) Amor, locura y femineidad. Capítulo la mujer, la feminidad y lo femenino, Apartado El falo.
[8]J, Lacan, La significación del falo. Escritos 1. Siglo XXI. México. 1979.
[9] Según Lacan, un acto es aquel que modifica la posición del sujeto. además, remarca la trama significante del acto.
[10] Ahora bien, como dijimos, Lacan habla de tres términos, a pesar de situar lo que él llama la “díada esencial”, y es que remarca que el acto sexual implica el elemento tercero en todos sus niveles. Este elemento es la madre, en el Edipo, ligada a la degradación de la vida amorosa; y también el falo que debe faltar a quien lo tiene y deviene el ser del que no lo tiene.

[11] El A, es el sitio donde toma lugar el significante que no existe más que como repetición. Entre estos dos campos, el del 1 y el del A, no hay ningún lazo.
Finalmente el a, ese inconmensurable desde donde surge toda cuestión de medida.

[12] Lacan, J. seminario La lógica del fantasma. Clase de19/4/67
[13] Lacan J. seminario La lógica del fantasma. Clase de…….. inédito.
[14] La falta se ubica a nivel fálico, y este error de cálculo hace que parezca que no falta nada. Se produce la ilusión de que no es el sujeto que se ha precipitado en el acto el que está en él como objeto, sino que este objeto a que escribe la castración queda ubicado en el pene flácido, permitiendo la ilusión[14] de que se es idéntico a la ficción de hombre o de mujer que se representa.

[15] Para el amplio desarrollo de las consecuencias del axioma de la inexistencia de la relación sexual sugiero la lectura de: AAVV No hay relación sexual. Homo Sapiens. Rosario. 1993.
[16] Morel, G. Ambigüedades sexuales. Sexuación y psicosis. Manantial. Buenos Aires 2002
[17] Lacan, J. Seminario XXI .(inédito) Remarcamos que se trata de una opción subjetiva y que cuando Lacan utiliza esta acepción no está hablando de la identificación con el rasgo unario, sino de otro funcionamiento de la identificación. Conservamos éste término, en tanto así es como Lacan y Morel lo utilizan, aunque creemos que es preferible referirse a este tiempo como opción subjetiva de una posición sexuada
[18] Morel, G. Ambigüedades sexuales. Sexuación y psicosis. Manantial. Buenos Aires 2002 pag 138.
[19] En la lógica del fantasma, Lacan dice que la referencia fálica es la requerida también para la mujer en cuanto a su goce en el acto sexual.
[20] Según esta concepción, a la que adhiero, para el psicoanálisis no habría ninguna otra opción posible. Este es un punto de debate con planteos que derivan de la teoría del género y el construccionismo foucaultiano, quienes reclaman, en nombre de la “identidad” la aceptación de otras posibilidades en cuanto a las opciones de identificación sexuada. En el campo del psicoanálisis, Jean Alouch ha comenzado a incursionar teóricamente en este sentido. Ver: Alouch, J. “Para introducir el sexo del amo”. Pag 47/125. Litoral, 27. Edelp. Abril de 1999. Córdoba, Argentina
[21] El falo, falta en el sistema significante. Este significante impar, no hace par con otro significante, sino que está destinado a designar en su conjunto los efectos del significado.
Es la barra con la que el sujeto designa su ser en todo lo que significa, es decir, para poder salir, aunque sea en fading, de la condición de objeto en lo real en la que llega al mundo, de la absoluta alienación al Otro. Pero también es escogido para esta función , porque es lo más sobresaliente de lo que puede captarse en lo real de la copulación sexual.
También es porque en tanto puro símbolo equivale a la cópula lógica, al signo matemático de la unión (el que une dos conjuntos haciendo uno solo).
El falo como ordenador, es el conjunto vacío, significante de la inexistencia, el que está en el origen de todas las series, pero a la vez, excluído de todas ellas.
El falo es un significante singular, ya que no remite a otro significante sino al goce mismo.
Por eso, en el ordenamiento fálico y en la ley de la castración que le es inherente, se pone en evidencia su doble límite: el padre como excepción y el goce femenino como aquello que lo excede.

[22] Si en el discurso histérico el saber es a producir ( y habría entonces un saber sobre la relación que la haría posible), y la verdad está en “hacer desear”(al Otro) y se trata de la impotencia ; en el discurso analítico, se escribe la imposibilidad.
[23] Por más que el movimiento feminista acuse al psicoanálisis de promover el falocentrismo, es justamente el psicoanálisis lacaniano el que permite limitar el universo fálico, fantasma neurótico.
[24] Lacan, J. Seminario XX. Allí Lacan habla de un discurso englobante, donde domina la función fálica.

:: Dios en el delirio[1]

Dra. Marité Colovini

Este trabajo es la fabricación del "Caso Marcial", correspondiente a la Presentación de enfermos realizada en la Colonia Psiquiátrica de Oliveros, en el año 2001, en el marco del Seminario Enseñanzas de la psicosis. Escuela de Psicoanálisis SigmundFreud- Rosario

La forclusión y el nombre de Dios, El símbolo del padre. El goce del padre, su nombre y el nombre de Dios


Resumen:

Que la figura de Dios esté presente en un delirio es algo bastante común, no siendo necesario que la persona que delira haya creído en él, o haya sido un religioso practicante.
Habiéndome detenido en esta particularidad en el caso Marcial, me propuse pensar qué papel jugaba Dios en su delirio, comparándolo con el delirio de Schreber; pensar su valor en tanto figura del Padre en la cultura; precisar las diferencias entre la creencia en Dios en la neurosis y el llamado a Dios en la psicosis; para finalizar en un intento de esbozar la cuestión de Dios en la teorización freudiana y lacaniana, lo que me llevó, una vez más a interrogar la cuestión referida al padre, a su nombre y a su operatoria en la constitución del ser parlante.


1-Dios en el delirio de Marcial

Recorriendo el texto de la presentación, Marcial habla de Dios a partir de la página 8, cuando responde a la pregunta que lo incita a precisar el término “nosotros”.
Así, después de haber afirmado “cada uno somos un mundo aparte”, se incluye en la sociedad para comenzar a dar razones de “quienes somos”.
Es en este intento, llevado por la intención de ordenar a ese “nosotros que somos”, que invoca la Ley de Dios.

En la página siguiente, Dios aparece como” la raíz” que tenemos, y luego como Todopoderoso. También hace referencia a la subjetividad de Dios, donde el amor y la paciencia frenan su ira.

Continúa apelando a la Ley de Dios, mientras enuncia alguno de sus mandamientos:
1-El primer mandamiento dice querer a Dios con toda la fuerza de tu mente y tu corazón,
2-Y el segundo, querrás a tu prójimo como a ti mismo.
3-La discriminación está abolida por la Ley de Dios.
4-Si alguien merece un castigo hay que castigarlo
5-El poder no es para uno solo
6-No existe título de nobleza.
7-No quedará nada oculto y todo saldrá a la luz porque si no se está malversando la ley.

Qué mandan estos mandamientos? En cuanto a los dos primeros, los de la religión, mandan al amor; pero luego nos encontramos con las cuestiones que van a estructurar el delirio de Marcial: la discriminación, el castigo, el poder, el título y la malversación de la ley.

Otra referencia a la Ley de Dios está en la página 13, cuando dice que a consecuencia del castigo paterno no pudo ser militar: “Todo estaba escrito. Todo sucedió con el permiso de Dios”.

Prosigue relacionando el arrepentimiento con una oportunidad donada por Dios, para concluir “si no hay fe, se muere de arrepentimiento”.

Al relatar el apólogo de la mujer adúltera, se refiere a Jesucristo teniendo que probar su filiación.
Allí sitúa la muerte de Jesús, en tanto “no hubo esclarecimiento de los hechos”, pero situando a Jesús como quien sabe su destino.

En todo momento, aparecen dos leyes en su discurso, la ley de los hombres y la ley de Dios.
Dos leyes cuya diferencia consiste en la posibilidad de la transgresión. Es posible malversar la ley de los hombres, pero no lo es respecto de la ley de Dios. Del castigo divino es imposible escapar. El pecado se hace homólogo al delito.
Contrapone a la apología del delito y el crimen, su propia apología de la ley de Dios.

Según los desarrollos de Maleval en el texto “La lógica del delirio”, podemos pensar que Marcial estaría en el estadío P1, aquel que representa la tentativa de significantizar el goce del Otro. [2]
Maleval propone un nuevo análisis de la dinámica de las elaboraciones delirantes, apoyándose en las descripciones de la psiquiatría clásica, pero teniendo en cuneta la relación del sujeto al goce. Hace referencia al estudio por Lacan del texto de Schreber, quien indica una evolución específica del delirio del presidente, relacionando fundamentalmente la posición de Schreber en cuanto a la inversión, lo que constituye su mayor preocupación “En principio, objeto de horror para el sujeto....luego aceptado como un compromiso razonable , a partir de entonces, toma de posición irremisible y motivo futuro de una redención que concierne al universo.”

Digo entonces que el caso de la presentación nos presenta el segundo período en esta escala, ya que verdaderamente Marcial intenta, a partir de sus recursos significantes, construir una explicación para justificar lo que le ocurre. El mismo nos anuncia que “es muy complicado”. “es una historia muy larga”.

Creo que él mismo se da cuenta de que su tentativa no ha alcanzado su objetivo, de que no llega a plantear un sistema que con rigor lógico le proporcione la posibilidad de construir una metáfora delirante.

Lo que sí es evidente es su llamado a Dios, que como principio paterno[3], puede operar como fundamento para hacer llegar una completud al Otro. Y fundamentalmente a un Dios legislador, alguien que sostenga una ley potente; tal que haga de los “mundos apartes” un Nosotros. Una ley que le permita contarse entre otros y no quedar excluido, encerrado, en un exilio radical.
Una ley para civilizar el goce llevándolo al significante.

Ahora bien, de qué goce se trata?
Nos encontramos en la presentación con dos figuras del goce: la de los policías que no observan ninguna legalidad en su accionar, y la del padre sin fe, el que muere de arrepentimiento, el responsable del castigo que marca a Marcial con la pérdida de un ojo.
“Fragmento de verdad histórica” dice Pura Cancina en una de las reuniones de este seminario, refiriéndose a la escena del latigazo.

Nos dice Marcial: “Mi padre murió. Fue un arrepentimiento/repentimiento grande. Mi padre me castigó. Este ojo es un latigazo a los cinco años. El quería lo mejor para la sociedad. “

Cuando el Otro se encarna en una figura de padre gozador, al sujeto no se le presentan muchas alternativas: puede hacerse deshecho .
Y así parece que fue en al caso de este hombre, que no pudo llegar a cumplir con su deseo de ser militar, ya que según el Destino, “quizás cometería algún error muy grande en la naturaleza”.

Pierre Legendre[4] hace referencia a los fata del discurso de la tragedia griega: “nadie escapa al Destino” Nos recuerda, entonces que Edipo y sus padres están signados en la tragedia por los mismos fata que ellos conocen: el anuncio del parricidio. Plantea entonces la plena dimensión del Destino: el espacio genealógico. Citando a Séneca , define el Destino como la voluntad del Padre Soberano.

Ahora bien, al no haber “esclarecimiento de los hechos” y así, no pudiendo dar pruebas de su filiación, como Jesucristo, sólo le queda la marca del castigo en la actualidad:” Este ojo fue un latigazo a los cinco años”.
Dice Pura Cancina en la clase del 24/8/00: “este ojo no puede ser leído de una manera operante para el sujeto, con lo cual retorna en el delirio. Me refiero a que no es leído como marca de castración, sino de mutilación......En tanto no puede ser leído como letra, litoral entre el saber y el goce”.
En este sentido, creo que podemos leer aquí la manera en que la forclusión opera, no dejando en pie más que el goce del padre como depósito de un saber excluido. Si no hay lugar simbólico que sea sostenido por el padre queda lo peor de su goce imposible, por lo tanto real. [5]

Retorno entonces, el intento de Marcial de sostener una ley que pueda poner límites al goce que lo invade. Pero este es un intento destinado al fracaso, ya que esta Ley de Dios a la que apela, lo sitúa frente a un Dios que puede desencadenar su ira sobre los hombres enviando el “exterminio total”.Aquí parece que Marcial queda suspendido de la paciencia y el amor de Dios, lo único que puede frenar su enojo. “Por eso tenemos una gran complicación, estos son los últimos días del hombre en el mundo, los últimos días antes del exterminio total.”.

2-Dios en el delirio de Schreber

En principio, Dios aparece como “cómplice de Flesching, sino el primer inetigador del plan concretado con vistas a perpetuar en mí el asesinato de alma y entregar mi cuerpo en subasta como el de una puta femenina”.
Es decir, luego de la primera tentativa de significantizar el goce deslocalizado a través de darle un sentido a la intuición que postulaba “sería hermoso ser una mujer....”sentido relacionado con una persecución por el Profesor Flesching, queda preso de las iniciativas de éste, como perseguidor poderoso. Si esto no se hubiera modificado, habría quedado atrapado en una búsqueda paranoide sin salida.

La figura de Dios como cómplice, sino el principal instigador, le permite que la transformación en mujer pueda revelarse aceptable a partir del momento en que puede ser concebido como al servicio de los designios de Dios. Está búsqueda de un compromiso razonable, implica pasar por el sacrificio del que da testimonio la muerte del sujeto.

Identificado el goce del Otro en la figura de Dios, el sujeto queda en condiciones de hacerlo suyo. “ He inscripto en mis estandartes el culto de la femineidad”.
En este período, no deja de estar perseguido por las “almas examinadas” en especial las dos más malignas: el alma Flesching y el alma von W.
Es recién a partir de 1897, cuando ya no se siente perseguido, que puede consentir plenamente al goce del Otro.
El drama se transforma en motivo futuro de redención que interesa al universo: “al ser fecundado por medios divinos, será posible generar hombres nuevos hechos del espíritu Schreber”.

En 1901 afirma: “La certeza de mi conocimiento de Dios y de las cosas divinas es tan inquebrantable, que en el fondo me tiene del todo sin cuidado lo que piensan los demás acerca de la verdad o verosimilitud de mis ideas”.
Certeza que habla de haber logrado una comunión perfecta con Dios, con ese Otro del que espera poder cumplir su misión. Hacer relación, de la relación sexual que no puede escribirse.

Vemos que Schreber avanza mucho más que Marcial en la relación con Dios, quedándose Marcial en la función de legislación como límite al goce. .Para Schreber, Dios pasa a constituir su pareja, este Otro absoluto y radical al cual al consentir, puede hacer emerger para él una misión que le permitirá restaurar el orden del mundo. Metáfora delirante que viene a suplir la falla estructural de la forclusión del Nombre del Padre.

3-La función de la creencia. Creer en Dios o estar ciertos de Dios

En Freud, la función de la creencia va a estar articulada al trabajo del aparato psíquico para obtener el reencuentro del objeto en la realidad.
Poder encontrar el objeto en la realidad, es nada más que la posibilidad de una creencia.
Esta posibilidad va a depender de que se haya efectivamente realizado el rechazo originario que separa en el Complejo del semejante la Cosa.

En el Seminario “Los tiempos de subjetivación de la falta y las estructuras clínicas”, clase del 11/6/92 de Pura Cancina, encontramos trabajado el término freudiano Versageng des Glauben , habitualmente traducido como increencia, como ruptura de la promesa que implica la creencia.
Allí, a través de una lectura de los manuscritos K y H, Pura plantea una diferencia en cuanto a la cuestión de la increencia, situando que en cada uno, esta increencia va dirigida a distintos puntos del Otro..
Si en la neurosis obsesiva lo que se deniega es la creencia en el reproche, en la paranoia, no se forma ningún reproche, sino que el displacer que genera el recuerdo de la vivencia primaria es atribuido al prójimo, según el esquema psíquico de proyección, desconfianza, susceptibilidad hacia los otros, es el síntoma primario el formado, así se deniega creencia a un eventual reproche. En el Manuscrito H había planteado que lo que era descreído era el reproche. Aquí no se forma el reproche, porque lo que primero es descreído es ese retorno del displacer: cuando la vivencia se torna displacentera el displacer es atribuido al otro y ese otro queda marcado por la descreencia, por lo tanto el reproche queda marcado por la descreencia.
Señala entonces Pura que, allí lo que falta es uno de los polos que incluye la creencia, el entredos de los dos significantes: S1 y S2.
Lo que ocurre en este fenómeno de descreencia es que no queda la posibilidad de dialectizar al Otro, de jugar el entredos.
El planteo de Pura concluye situando a la represión primaria como equivalente a la constitución misma del sujeto, y sitúa a la ruptura de la promesa de la creencia como efecto de una “mala construcción”(que da como efecto un no construido) de la represión primaria, en tanto está marcada por esta falta de posibilidad de la estructura de la fe en la construcción del Otro. Afirma entonces, que el agujero que instaura lo simbólico como represión primaria, excede los límites de una subjetividad individual.

Creo que es importante, entonces, situar que el sujeto teniendo a su disposición este agujero, debe poder construir en torno a él, prosiguiendo el trabajo de simbolización del significante, para así ganarle parcelas a lo que, formando parte del símbolo, aún no ha llegado al estatuto de significante. De este modo, el significante se desprende de las mallas de lo real, y se deja en suspenso la realidad del referente.

Foulkes trabaja esta operación diferenciando la simbolización de la presencia-ausencia del objeto de la negativización simbólica de esa misma negativización. [6]
La primera incorporación de la realidad se hace sobre la base de símbolos que no dejan traza en la subjetividad del percipiens hasta que la inscripción significante de lo simbólico comienza a operarse y la represión primaria se impone.
En lo real, entonces, la palabra que hace signo, Vorstellung. En el inconsciente, el significante: Vorstellung-reprasentaz.
Siendo el significante aquello que representa a un sujeto para otro significante, debe desprenderse paulatinamente de lo real, con lo que se encuentra inicialmente pegoteado, proceso que se conoce como negativización simbólica.
Un símbolo, no supone forzosamente que esa negativización sea llevada a cabo .
En Freud, señala, es la mudanza interna de la Vorstellung en V-R por el juicio de existencia, que posibilita el reencuentro con el objeto.
Por lo tanto, no es sólo necesaria la pérdida de la inmediatez del objeto, sino la pérdida de toda referencia de esa representación a cualquier existente en la realidad.
Estaríamos entonces en la negatividad en lo representable mismo, aquello que configura su real, aquello que no podrá ser incorporado al símbolo, su invariable.

Yo agrego, siguiendo con mi argumentación, que es por la acción de la negativización simbólica, continuación del trabajo de la represión primaria en el sujeto, donde va a ser posible que se instituya la función de la creencia.

“La paranoia es una rebeldía desesperada contra el discurso siempre prometedor del Otro. Pero en sí , la paranoia es la personalidad, el sí mismo es paranoico en el apego de su certeza, reflejada en el nombre propio, acción, obra, trabajo, invento, amistad o familia en la que se haga manifiesta la carencia de la negativización simbólica en el sujeto.”[7]

Ahora bien, esta misma negativización, es la que hace la diferencia entre el Padre simbólico, el símbolo del Padre y el significante del Nombre del Padre.

Retomo entonces aquí preguntas planteadas en este seminario sobre la identificación primaria en la psicosis.
A la incorporación del padre, realizada en la identificación primaria, incorporación de la potencia fálica del padre, se le hace necesario contar con la existencia previa de una metáfora, antes de algún atributo perceptible del padre.
Falto de esta ambigüedad constituyente del significante, que puede garantizar la carencia simbólica en el Otro, y por ello mismo responder con este significante a cualquier falta imaginaria, lo percibido es como si no hubiera existido.
Es entonces que retomo la pregunta:¿ Si el padre de la ley es extraído del asesinato, pero no sin el padre real que parece precederlo, y siendo la incorporación la que funda el padre real y la amenaza de su goce sin fin, si el asesinato y la incorporación operan la inversión del padre animal del tótem en padre de la ley y del deseo que nombra los objetos del deseo y dirige las identificaciones: ¿se cumplen estas operaciones en la psicosis?

Creer en Dios. Nos aclara Lacan que la lengua francesa añade un reforzamiento al decir “creer allí”. “Creer allí es creer en unos seres en tanto que ellos pueden decir algo. .....cualquiera que viene a prestarnos un síntoma allí cree......Ocurre lo mismo con la mujer, para creer allí, uno la cree. Uno cree lo que ella dice, es lo que se llama el amor.......La diferencia es sin embargo manifiesta entre creer allí, en el síntoma o creerle. Es lo que hace la diferencia entre la neurosis y la psicosis”.[8]

Bien, podemos decir que en el delirio se evidencia que a Dios, el psicótico la/le cree. No “cree allí”, en el lugar vacío que puede ocupar Dios como Nombre del Padre. Le/la cree a Dios, está cierto de él, no duda. Es para él un ser que “es lo que es”. Una referencia absoluta.
Schreber en 1901 afirma: “La certeza de mi conocimiento de Dios y de las cosas divinas es tan inquebrantable que......”

Dios como nombre del padre efectivamente pronunciado, como Otro consistente, eterno, garante de la verdad y del sentido. Dimensión imaginaria del Todopoderoso, que no presenta ambigüedad ninguna. Dios que hace relación, que contiene la verdad Toda, un Dios completo.





4-Dios y el padre en el psicoanálisis


“Freud no cree en Dios, porque opera en su línea”[9]dice Lacan en RSI, anunciando su diferencia en cuanto a la religión...y a Freud.” Dios no es nada más que lo que hace que, a partir del lenguaje, no podría establecerse relación entre sexuados. Dios, él, no está en el lenguaje. Dios es la mujer vuelta Toda. Existe al menos uno que dice no a la función fálica, el Dios de la castración.[10]

Lacan se referirá a Dios en términos lógicos, no religiosos. Para él Dios existe. Es de lo real. Es inconsciente.
Quedando por fuera, sostiene y por existir, hará consistir. Existir, estar fuera, exclusión que será condición de toda consistencia posible.
Así, el Nombre del Padre no es ningún nombre, sino pura marca innombrable Tomando de la tradición judía el tetragrama YHVH, el nombre que no podría jamás ser pronunciado, en tanto no hay palabras para recubrir toda la naturaleza divina.

Esa pura marca imborrable, esa sustracción al decir, será génesis de todo decir. Dios como lo uverdrangt, exclusión del goce puro, negatividad que dará lugar a toda representación.

Según Norberto Rabinovich[11], el Nombre del Padre sitúa un tiempo lógico de la estructura, significante primordial, el primero que alcanza el sinsentido. La presencia primera del significante en lo real.
Ahora bien, este Dios, como lo reprimido primordial, queda identificado por Lacan al Uno, lo que hace la gran diferencia con Dios como el Otro del amor, el Otro no barrado, el Dios de la religión cristiana.

Si para Freud Dios es Padre, amparo y castigo, enteramente jugado en lo simbólico, objeto de nostalgia y anhelo incurable, Lacan agujerea la noción misma, al situar la respuesta de Dios a Moisés como “Yo soy lo que soy”, instalando una negatividad en cuanto a la palabra que pudiera identificarlo.

Entonces, el Nombre del Padre que puede anudar los tres del nudo borromeo, es en realidad un Nombre de Nombre de Nombre. Pasaje entonces del singular al plural de Los nombres del Padre.
El nombre del padre alude en primer término al padre que nombra, luego a aquel que se rehúsa a dar una respuesta a la pregunta por su nombre y también a aquel, que nombrado por la madre ocupa un lugar en la metáfora paterna.

Entonces, creer allí, en ese lugar de lo irrepresentable, de lo innominable, se revela equivalente a creer en el inconsciente, en la hiancia que lo funda, y que se nos revela en la práctica del análisis en sus retornos; y a considerar a la escritura como lazo posible para cercar, bordear, cernir su lógica.


Marité Colovini
10 de mayo de 2001






[1] Trabajo presentado en el Seminario: Enseñanzas de la psicosis. Escuela de Psicoanálisis Sigmund Freud. Rosario. 2001
[2]Períodos o estadíos del delirio según J. Maleval:
1. P0.incubación, malestar, inquietud, perplejidad, angustia extrema.. Estrechamente relacionado con perturbaciones hipocondríacas. Revelador de la carencia paterna fundamental: deslocalización del goce.
2. P1..Trabajo de movilización del significante para construir una explicación adecuada de lo que le ocurre. Llamado a una función paterna apta para moderar el goce deslocalizado. Forma paraoide. Tentativa de significantización del goce.
3. P2.Identificación del goce del Otro: o sea traslado del goce al significante. Recuperación de cierto fundamento que se convierte en organizador. Eco de la violencia operada por las iniciativas del Otro, perseguidores localizados. Padre como figura obscena del goce desenfrenado que atenta contra el orden del mundo. Pasajes al acto.
4. P3 Total acuerdo con la realidad que ha construido. Consentimiento al goce del Otro por la certeza de que gracias a haberlo experimentado ha llegado a la adquisición de un saber esencial. Figura todopoderosa paterna (puede ser portavoz o en carnación) megalomanía, construcciones más o menos fantásticas, desaparición de los perseguidores: parafrenia sistemática.
[3] Dice Pierre Legendre en su libro “El crimen del Cabo LortieSiglo XXI. 1994. México.Traducción de Federico Alvarez.
“Dios es el Nombre del Padre que en la cultura hace de Referencia Absoluta. Esta referencia, pasa a ser fundadora en cada cultura del espacio dogmático en el que se organiza lo prohibido. “”las grandes prohibiciones se fundan y despliegan sus efectos no sólo mediante enunciados jurídicos explícitos, sino más bien mediante formas y puestas en escena que tienen por característica desbordar la palabra. La teatralidad necesaria para el funcionamiento de la normatividad maneja lo inhablable, es decir, lo que la palabra no es capaz de decir”. La Referencia es el fundamento de donde surge la idea de paternidad. “
[4] -Legendre,Pierre(1989) El crimen del cabo Lortie. Siglo XXI, Madrid-México, 1996
[5] En “Encerrados afuera, la preclusión, un concepto lacaniano”,dice Solal Rabinovitch Ed. del Serbal.2000..Barcelona: “La división real simbólica en el seno mismo del Padre puede permitir precisar de qué forma opera la preclusión. Fracturando al Padre, la preclusión eyecta el costado simbólico del Padre y lo separa de su lado real. Que lo peor esté en el padre, que el gozar del padre sea éxtimo a su función simbólica es ciertamente el caso trivial; pero si falta la función simbólica sólo queda lo peor.”
[6]E. Foulkes. El saber de lo real. Nueva Visión 1993.Buenos Aires.
[7] Idem
[8] Jacques Lacan. Seminario RSI. (inédito) clase del 21-1-75
[9] Idem. Clase 17-12-74
[10] Idem
[11] Norberto Rabinovich. El Nombre del Padre. Articulación entre la letra, la ley y el goce. Homo Sapiens. 1998. Rosario.

:: LA FATIGA, LO ORGÁNICO, EL CUERPO Y LA MUERTE

Dra. Marité Colovini

"Si siempre volvemos a Freud es porque él partió de una intuición inicial, central, que es de orden ético”.
J Lacan Sem. VII

1- Freud y la neurastenia:

La nosografía psiquiátrica con la que Freud se encuentra, trata la neurastenia como una entidad que engloba tanto la neurosis histérica como la obsesiva, así como las manifestaciones de la angustia, de la melancolía y de la psicastenia.
También incluye los síntomas psiquiátricos que acompañan o son consecuencia de enfermedades orgánicas, como la tuberculosis.

Freud realiza un trabajo de desenmarañamiento nosográfico, separando en primer lugar a las que llama psiconeurosis: la histeria y la obsesión.
Da razones de lógica interna para ello: en las psiconeurosis, los síntomas se expresan en lo psíquico, son expresión del conflicto psíquico y dan cuenta de elaboración o trabajo del aparato psíquico; en la neurastenia y en la neurosis de angustia, la sintomatología tiene su lugar en lo somático.

Esta primera separación, es coherente con el esquema que realiza en el Manuscrito G, esquema en cruz que separa cuatro planos: mundo exterior, mundo interior, límite del yo; terreno de lo psíquico, terreno de lo somático., límite somato-psíquico.
Así, dibuja un mapa de la excitación, con distintos caminos y direcciones.
En las psiconeurosis, la excitación trasciende el límite entre lo somático y lo psíquico, enlazándose al grupo psíquico y dando lugar a direccionarse hacia el objeto exterior.
En la neurastenia y la neurosis de angustia la excitación no alcanza a traspasar este límite entre lo psíquico y lo somático, encontrando derivaciones en el terreno mismo de lo somático.

Aquí se impone otra diferenciación, dando razones a la nítida separación entre neurastenia y neurosis de angustia.
En una hay acumulación de la excitación y en la otra hay disminución de la misma.
La neurastenia queda en este manuscrito ligada por este hecho a la melancolía, dando lugar a aquellos casos en los que disminuye o cesa la producción de excitación.
Pero a la vez, también se diferencian, llamando Freud melancolía grave común, a aquella en la cual hay cese de la producción de excitación sexual somática; y melancolía neurasténica a aquella en la que una excesiva descarga del órgano terminal, produce un bajo nivel de estimulación en dicho órgano, con el consiguiente déficit permanente de éste, originando así el debilitamiento del grupo sexual psíquico.
Más adelante, en el mismo escrito, prosigue diferenciando la neurastenia de la melancolía, al situar que el empobrecimiento instintual conlleva una invaginación psíquica, que actúa con efecto de succión sobre las magnitudes de excitación vecinas, derramándose la excitación como por un orificio. Mientras que en la melancolía el drenaje se produce en lo psíquico, en la neurastenia se derrama la tensión sexual somática.

Retomo entonces, lo que Freud nos dice para la neurastenia:
• Tratándose de una neurosis, es una perturbación de la función sexual.
• Siendo una neurosis actual, nos encontramos con la expresión tóxica directa de tales perturbaciones
• Los síntomas no se hallan determinados psíquicamente
• Son consecuencia de disminución de la excitación. Esta disminución está causada por una excesiva descarga.
• Lo que se pierde por descarga excesiva (hemorragia) es la tensión sexual somática.



2- La erogeneidad: Clave para pensar la neurastenia.

Encontramos entonces en la neurastenia, una disminución de la erogeneidad , ya que Freud nos dice que, al derramarse la tensión sexual somática, hay disminución de la excitación que no llega a cargar el grupo sexual psíquico.

¿Qué podemos entender cómo disminución de la erogeneidad?

La propiedad erógena, es adquirida por ciertas partes del cuerpo, a través de la acción de la demanda del Otro, constituyendo las zonas erógenas por el recorte que el significante produce en el viviente.
Acción metafórica de la que surge Otro cuerpo que el biológico, el cuerpo pulsional.
Construcción de un borde y de un vacío, que da alojamiento al objeto a , resto y testimonio de la relación del sujeto al Otro.

Como límite, la pulsión es un trayecto que parte de la zona erógena, bordea un objeto y retorna a la misma zona, manteniendo una fuerza constante.
Como representante psíquico de lo somático, aquello que ocurre en una zona del cuerpo por la acción "exterior" del Otro; tiene que traducirse de algún modo en lo psíquico.
Esta traducción, es la fantasía.

Entonces, la disminución de la erogeneidad, debe necesariamente afectar la constitución del cuerpo erógeno, impidiendo a la pulsión funcionar como un representante psíquico de lo somático. Impidiendo por lo tanto, la formación de la fantasía.
Psíquico, entonces, en términos freudianos, alude a fantasía. Y tensión sexual psíquica (lo que se pierde en la melancolía) alude a libido.

Consecuentemente, en la neurastenia, no contamos con la función de la fantasía, pero a la vez, el cuerpo no ha sido transformado en cuerpo pulsional. Cuerpo ingenuo, cuerpo ajeno, falla de la localización del sujeto. Lugar de un vacío que no es falta.


3- La libido y sus destinos:

Por otro lado, en el Manuscrito G, Freud diferencia tensión sexual somática y libido, dando este nombre a la tensión psíquica.
Recordemos que la neurastenia se diferenciaba de la melancolía porque en ella se derramaba, se perdía, tensión sexual somática.

¿Cuales son los caminos que puede recorrer la energía?
En el Proyecto de Psicología para neurólogos, Freud habla de facilitación y de inhibición.
La facilitación, Bahnung, permite que la energía se desplace de una neurona a otra, cuando ha sido marcada por la acción de una asociación anterior. Huellas dejadas por el paso de energía, neuronas pasaderas.
Esta propiedad, distingue a las neuronas del aparato en pasaderas e impasaderas.
Las neuronas que están encargadas de recibir los estímulos exteriores, dado la magnitud de estos estímulos, constan de filtros protectores, y además del carácter de pasaderas.

Las neuronas que conforman el sistema φ, aquellas a las que llegan los estímulos endógenos, poseen el carácter de impasaderas, es decir, el decurso de la energía es controlado por las barreras contacto.
Este carácter de impasaderas, configura la memoria del aparato, esto es la aptitud de ser alterado duraderamente por un proceso único.

Habría un caso en el cual las neuronas del sistema φ se comportaría como las del sistema Ф aquel en el cual recibiesen tan grande magnitud de estímulos que quedaran destruidas las barreras de contacto, así, se comportarían como pasaderas, dando libre curso a la energía que circula por ellas.
No podría ponerse en función el comando de la memoria de las neuronas, y no habría caminos elegidos para que la energía circulara.

La inhibición, función de la organización neuronal que Freud llama Yo en el Proyecto, actúa por investidura colateral, produciendo así que la energía no circule en forma libre o automática por el sistema, sin que a través de su acción, pueda ser desviada, y así evitado el displacer.
El trabajo del aparato, combina ambos mecanismos.

Pero hay algo más en cuanto a explicar esta descarga excesiva de excitación. En el apartado La vivencia de dolor, Freud parte de considerar el efecto sobre el aparato de cantidades de energía procedentes del exterior que efraccionan los filtros protectores e irrumpen en Ф.
Así, el dolor produce en φ un aumento importante del nivel, que es sentido como displacer en ω -una inclinación a la descarga -una facilitación entre ésta y una imagen recuerdo del objeto excitador de dolor .
Al volver a investir la imagen del objeto hostil, se establece un estado que contiene displacer y la inclinación a la descarga correspondiente a la vivencia de dolor.

Freud se pregunta: ¿De dónde procede la Qn que aumenta de nivel en el displacer en la reproducción de la vivencia?
Resta suponer, nos dice, que por la investidura de recuerdos es desprendido (desligado) displacer desde el interior del cuerpo y transportado hacia lo psíquico.
Esto se produce por la acción de neuronas secretorias, llave, que cuando son excitadas, hacen generarse en el interior del cuerpo lo que tiene acción eficiente sobre conducciones endógenas hacia φ como estímulos; neuronas que influyen sobre la producción de Qn endógena, con lo cual no descargan Qn sino que la aportan por unos rodeos.

Entonces, podemos concluir, que la descarga excesiva que Freud pone a cuenta de la especificidad de la neurastenia, puede ser explicada por:

• Una facilitación de peculiarísima amplitud.
• La inclinación a la descarga.
• La acción de las neuronas llave.

Esto es, que en la neurastenia, encontramos un funcionamiento compatible con la reproducción sistemática de la vivencia de dolor.

El objeto, entonces, adquiere fundamentalmente las características del objeto hostil, es objeto de repulsión, y su investidura es siempre abandonada lo más pronto posible. El aparato queda instruido biológicamente, para reforzar la actividad de descarga y desaguar los recuerdos.
La primera formulación de la compulsión, en el Proyecto, lo explicaba en términos de facilitaciones del proceso primario.
Recorrer siempre los mismos caminos para gozar. Repetición incesante, automática.
Erogeneidad sin metáfora que produce un empobrecimiento energético, o lo que es lo mismo, un movimiento hacia el goce que amenaza con lo ilimitado. Aquí la única manera de resguardar la estructura es la acción de la inhibición, que establece un límite para la erogeneidad sin metáfora, a la espera de que pueda metaforizarse la erogeneidad.

4- La inhibición en la neurastenia:

Pero: ¿Dónde se localiza la inhibición en la neurastenia?
No se trata aquí de la inhibición de funciones corporales.
En la neurastenia está inhibida predominantemente la función intelectual, mientras que la actividad general del cuerpo permanece impedida por un cansancio general.
Grado cero del movimiento, impedimento generalizado, la tendencia es a dormir, necesidad de reposo. Ausencia de sentimientos, incapacidad para disfrutar de cualquier actividad, sufrimiento mudo de un vacío sin orillas.
Los síntomas de la neurastenia conjugan el alma y el cuerpo en un desasimiento libidinal que evoca la imagen de un autómata.

Aclaro, para continuar, que he estado utilizando dos concepciones diferentes de la inhibición. Una cosa es la inhibición en la estructura, ésta que es la condición de un balance que permita el funcionamiento del aparato, y otra muy distinta es la inhibición, el detenimiento, el freno puesto a alguna función.

Siguiendo con la erogeneidad sin metáfora, creo que podemos ligar éste concepto a la diferenciación que hace Freud en el Manuscrito G, con respecto a la tensión psíquica, que llama libido, y a la tensión sexual somática.
Parece que de metaforizarse la erogeneidad, la excitación prosigue su camino hacia el grupo sexual psíquico y puede entonces ser ligada y contenida simbólicamente, obteniendo la dignidad de la libido.
En caso contrario, nos encontramos con un destino real de la energía, visiblemente vinculada a manifestaciones corporales.
Dimensión autoerótica, entonces, ya que Freud mismo se encarga de calificar a esta tensión como sexual.

Recapitulando, se trata de una falla esencial en el paso del autoerotismo al narcisismo, y consecuentemente, de una falla que afecta a la instancia que tiene nacimiento en éste paso: el yo.

En Inhibición, Síntoma y Angustia, al referirse Freud al desarrollo de angustia, habla de un yo infantil, o no suficientemente investido, que no podría operar produciendo la señal de angustia, y así se vería invadido por el desarrollo de la misma.
¿Podríamos pensar que en la neurastenia se trata de condiciones similares de la instancia yoica?

En caso de ser así, concluiríamos que el yo resulta afectado por la no llegada de excitación al terreno de lo psíquico, lo que permitiría ligar la energía, y que en la neurosis de angustia se produce acumulación de la tensión, al operar cierta barrera a la descarga, mientras que en la neurastenia, la tensión se derrama sin tope alguno.

Habiendo tratado anteriormente el efecto de barrera que la metaforización de la erogeneidad corporal produce, nos encontramos aquí con cierta diferencia en la acción metaforizante, a favor de la neurosis de angustia.
Me interesa destacar también, que al estar el yo deficientemente investido, se cumpliría el principio de la insensibilidad a la excitación de los sistemas no catectizados, del que nos habla Freud en la Adición metapsicológica a la teoría de los sueños.
Por lo tanto, esto explicaría varios de los síntomas clásicos de la neurastenia, tales como la dificultad de concentración, y otras alteraciones de las funciones cognitivas, así como la clásica falta de voluntad. (Recordemos que la voluntad es una de las funciones que Freud le adjudica al yo en el Proyecto).

5- La pulsión de muerte:

Considero también, que esta insistencia freudiana en localizar los efectos o síntomas de la neurastenia en lo somático, para diferenciarla de las psiconeurosis y de la melancolía, nos indica una dirección que se vislumbra en Más allá del principio del placer, al vincular allí Freud el impacto y el determinismo del organismo sobre la pulsión con la compulsión a la repetición y el instinto de muerte.
Necesidad de la repetición que podemos vincularla a la facilitación sin tope que derrama la tensión. Acción del instinto de muerte, lo que aún no es pulsión.


Para que podamos contar con la pulsión de muerte es preciso que el padre, representante de la libido, instaure por su operación el goce fálico, introduciendo de éste modo la dimensión de la castración y su efecto: la angustia. Del resultado de ésta operación paterna, la versión más pura del instinto de muerte, como tendencia al grado cero de la excitación; puede ligarse a la vida y conducir a un incremento indefinido de la tensión. Intrincación pulsional que permite el juego de las pulsiones de vida y de muerte. con el principio del placer.



Decía que es necesario contar con la operatoria que da por resultado el goce fálico, cuyo agente es el padre.
Creo que es importante diferenciar aquí, la función del falo en la constitución del sujeto.
Porque el falo puede estar operando para el Otro primordial, encarnado por quien cumple la función materna, pero debe también confirmarse para el sujeto a advenir. Entonces, tenemos que si bien la madre puede realizar la ecuación niño=falo, y por ella situar a su hijo como el objeto faltante, ésta ecuación debe ser operacionalizada por la acción del padre para que se normalice en el sujeto a advenir. No es lo mismo que la madre goce fálicamente del niño a que éste goce esté normalizado y entonces ya no opere la identidad niño=falo sino que el niño se hace equivalente, y por lo tanto no idéntico, al falo.
Dicho de otro modo, siguiendo a Lacan, la alienación en tanto elección forzada, es al sentido que le oferta el Otro. Normativamente éste sentido es fálico.
El niño, sujeto a advenir, necesita tener un sentido para el Otro, ser algo para alguien.
Así, podrá constituirse en sujeto si en principio satura la ecuación pene=niño. Pero el órgano del que se trata no es cualquiera, sino ese órgano de goce que le falta a la madre.
Por ello, la identidad entre los términos se atenúa, con lo que la ecuación resulta debilitada, y así, es que el niño equivale al pene. Tenemos que recordar que Freud las llama equivalencias simbólicas. Es decir: que se trata del accionar pleno de la dimensión simbólica.
Continuando con las operaciones de constitución subjetiva, Lacan advierte que el sujeto se separa de ésta alienación primera retornando al ser, y así se propone, interrogando al Otro en su deseo. Pero se propone como muerto. A la pregunta “¿Qué me quiere? ¿Puedes perderme?” el sujeto responde primero desapareciendo en el no ser. Se resta del Otro cayendo él mismo como objeto a. este objeto, toma aquí la función del nada, rien. Es decir, aún no está en función de objeto pulsional ni objeto causa de deseo.

Pensando en el encuentro del ser viviente con el lenguaje, que viene del Otro, podemos situar el modo en que en una primera instancia no están articulados. Para que se articulen es preciso que para la madre, el niño represente el significante de su deseo, el falo. Esto es diferente para el niño, ya que para él, ésta entrada del lenguaje es violenta, traumática y por eso toma el sesgo del signo. O sea: el niño va a adquirir una identificación, lógicamente primera, al orden del signo. O sea: el futuro sujeto será signo fálico del Otro: cifrado de goce de la madre.
Pero a éste sentido, que para el niño es único, es preciso que se le añada un quite, que se lo debilite.
Se trata entonces de una sustracción del sentido fálico, que se opera cuando se le sustrae el objeto a. Así, hay una operación de agujereamiento, que permite que el sentido no sea único, no quede congelado, no se cristalice. Lacan llama a ésta operación: forclusión del sentido.
Se trata de que el niño pueda percibir al falo ya no como único, y que así se abra el juego significante.

El falo como significante adviene para el sujeto, cuando se le sustrae el objeto a. En caso contrario, queda como signo.
La significación del falo recuerda la fuerza agujereante, ya que el falo como significante, ya no como signo, tiene como referencia la falta de objeto.
Se impone aquí una cuestión, ya que estas operaciones no son del orden de la evolución, es decir, no son naturales, sino que hay condiciones para que se produzcan. O sea: pueden no producirse, o producirse fallidamente.

Hay diferentes modos y por lo tanto diferentes consecuencias, según cómo se produzcan los intercambios con la madre y también respecto a la función del padre.
Por ejemplo, si no hay cifrado de goce sobre el niño, nos encontraremos con el autismo o el marasmo.
Pero aún cuando éste cifrado se produzca es importante que la madre permita que el niño se reste del signo fálico a partir de la función del objeto a como rien.
Una manera en que esto se produce es con la utilización del objeto transicional winicottiano.
Cuando una madre no permite que el niño se comience a separar del lugar de objeto de goce para ella, con el trapito, la frazadita, ese objeto que es una nada pero que cobra tanta importancia para la constitución subjetiva, podemos encontrarnos con esos casos en los que, el niño deviene ese mismísimo rien, para sustraer algo del pleno de sentido fálico. Por ejemplo, la anorexia mental.

Para que se logre el tiempo alienatorio, cuando se opera la separación por sustracción del a, la condición de ésta producción es que el significante pueda bordear ésta caída el objeto con algún representante.
Es decir: es necesario que la caída del a quede señalizada. Lo que la señala es el rasgo unario, significante unario.

Si el falo simbólico es la letra que se adquiere como resultado de la incorporación del Padre muerto en la alienación primera, S1 es la letra que demuestra la eficacia de otra cara del padre, la edípica.

Entonces, tenemos que la primera pareja de significantes se produce holofraseada. La ruptura de dicha holofrase es precondición de la separación.
Podemos poner en correlación a la extracción del objeto a con la represión primordial de lo que Freud llama representante de la representación.
S2: representante de la representación, se produce por repetición del S1.
S1, representante del sujeto. Como nace en la resta del objeto a, es representante de la resta.

Vemos que las representaciones del signo fálico varían según la historia singular. Lo importante es situar que el representante es huella de la representación.
Para que haya representante de la representación en el núcleo del inconsciente, es preciso que se separe la holofrase y así pueda emerger un representante del sujeto.
Operada la sustracción del cifrado de goce, queda en el núcleo real del inconsciente un representante del rien. Un representante de la caída de objeto.
La demanda de goce de la madre, a la que el niño responde identificándose al signo fálico (cifrado de goce) corresponde a la mudez de la pulsión de muerte.

A esa mudez se la hará hablar por medio de representantes que le den el sonido de la vida. Ello habla, entonces.
O sea: esa mudez tiene que sufrir una operación que la haga ramo de representantes pulsionales para que el imperativo de goce pase al enjambre inconsciente y se haga emisario de la vida. Para que el Ello hable y no sea un mudo imperativo de goce, es preciso que la pulsión se represente en lo psíquico: fantasía.

En rigor, la pulsión de muerte es tal, entonces, cuando se intrinca con la pulsión de vida.
El pasar por el desfiladero del significante se hace posible cuando se rompe el pegoteo de la holofrase.

Esta operación requiere que el sujeto cuente con recursos para transformar lo pasivamente sufrido: afánisis, en actividad pulsional. Es decir: la afánisis, cuando es la única respuesta para descompletar al Otro, es el ofrecimiento de la propia desaparición: la muerte. Se necesita que esa afánisis pueda sustituirse por otra cosa: la actividad pulsional, para que lúdicamente sea posible restarse al campo del Otro.

Dije antes que el padre era el agente de la intrincación de las pulsiones. Y dije también que la pulsión de muerte es tal cuando está intrincada con la pulsión de vida.
Si no opera esta intrincación u opera deficientemente, hay instinto de muerte, inercia pura, afánisis.
Cuando la intrincación se produce, vía la operación del padre edípico, los significantes ya no están pegoteados, holofraseados, y entonces, hay pulsión: de vida y de muerte.
Separar a los significantes holofraseados es equivalente a la metaforización de la erogeneidad, de la que hablé antes.

Si hay esta operación de despegado de la holofrase, tenemos que puede constituirse el fantasma y cumplir su función. (Recordemos que Freud habla de grupo psíquico en el Esquema de la sexualidad)

El fantasma es apoyo del sujeto, pero puede desestabilizarse o fracasar[1].
Cuando fracasa, regresivamente se va a ir a buscar al Otro, a ese Otro que faltó a la cita del amor, volviendo a depender del sentido que se le ocurra a éste Otro, con el riesgo de estar muriéndose, enfermándose, desapareciendo, para hacer signo de su falta.

Las neurosis actuales cuentan en sus coordenadas estructurales con el fracaso de la sustracción del a y por lo tanto, con la holofrase. En términos de lo que Lacan nos dice en el Seminario XI, podríamos situarlas dentro de los fenómenos psicosomáticos.

Así es posible comprender lo que Freud dice de éstas neurosis: no hay constitución del síntoma porque hay actualidad, o sea: porque no se opera el olvido del trauma.
La falta de metaforización de la erogeneidad, es suplida por la acción de la inhibición. Esta suplencia viene al lugar de espera de tal metaforización, pero también indica que la instancia yoica funciona al modo infantil.
Si la fantasía no puede formarse, el sujeto queda dependiendo del sentido único que le ha cifrado el Otro y entonces se balancea entre los extremos de ser idéntico al objeto de goce o no ser.
Sibylle Lacan[2], cuando se compara con sus hermanos, dice en varios momentos: “Ellos eran…y yo no”.
Condenada al no ser como única manera de restarse al Otro, se enferma, se cansa, se agobia, se ausenta.

Fabricarse un padre para sí[3] es un trabajo que fatiga. Porque no siempre es necesario que el sujeto lo fabrique. Hay veces en que funciona. Otras en las que....."a penas, tan poco"[4], que hay que hacer mucho para no ser carente de padre y soportar las consecuencias. Sibylle Lacan se agotó en el trabajo, entrando en la adolescencia. Y siguió agotada hasta bastante grandecita. Su libro[5], continuación de su diario, testimonia de su trabajo.
Pero a diferencia de la escritura para sobrevivir[6] de su viaje a Rusia- ésta a la que le confirió la función de suplir sus insuficiencias (escribir ya que no podía leer, fijar los días ya que no tenía memoria, atrapar las palabras antes de que se me escapasen, encontrar un reflejo, una prueba de mi existencia), sin el menor cuidado estético- su libro está dedicado a "todos los que creyeron en mí" , manera de destinarlo a aquellos que no intentaron comprender, sino que pudieron amarla tal cual como era. Y por supuesto, también dirigido al público, lectores desconocidos, terceridad invocada en el acto de publicación, entre "mi padre y yo".


Retomamos entonces la teorización freudiana sobre la neurastenia, para explicar:

• En primer lugar, el por qué de la separación entre neurosis de angustia y neurastenia: Se trataría en la neurastenia de una falla en la condición de paso, en la intrincación de las pulsiones, en la acción del padre como agente de la castración. Contamos entonces con un desfallecimiento de la significación fálica, lo que explica el por qué de la insistencia de Freud en separar la neurastenia de las psiconeurosis

• Podemos también inteligir las diferencias entre la neurastenia y la melancolía, como dos versiones de la exteriorización de la pulsión de muerte; o más exactamente en la neurastenia se exteriorizaría el instinto de muerte y en la melancolía la pulsión de muerte.

6- La neurastenia: Una neurosis actual:

Nos queda ahora por considerar la inclusión de la neurastenia entre las neurosis actuales.
En 1869 Beard describe la neurastenia en su libro "La nerviosidad americana", significándolo como falta de fuerza nerviosa.
La vinculaba a los ciudadanos americanos porque pensaba que éstos estaban sometidos a las tensiones de una gran sociedad capitalista.
Esta entidad permaneció en la nosografía psiquiátrica hasta 1980, con la publicación del D.S.M. III.
A partir de 1988, se incluye un cambio de denominación, y la neurastenia pasa a llamarse Síndrome de fatiga crónica, siendo así como aparece en el D.S.M.-IV.

Hoy nuevamente es considerada una "enfermedad de la época", siendo también llamada la enfermedad de los yuppies, vinculada por supuesto, a las condiciones de la sociedad post-moderna.

Es innegable que se trata de una neurosis muy actual. Y también, que la psiquiatría “mima” las características de ésta cuando la propone como a-histórica, es decir, cuando intenta desligarla de su historia en el discurso de la disciplina.
Pareciera que un cambio de denominación, como el que también afecta a la histeria en el D.S.M.IV, produce la ilusión de que ahora sí será abordable.
Manera de taponar el fracaso reiterado del discurso psiquiátrico en un terreno que evidencia claramente que se trata de la sexualidad.

Y es que las neurosis actuales nos interrogan desde un fenómeno que no obtiene la dignidad del síntoma analítico, desde una memoria sin olvido, desde unas funciones vitales que no encuentran reparos dentro de los juegos significantes, desde un sufrimiento que no responde a la sugestión.

Las neurosis actuales hablan del resto, de aquello que lo simbólico no recubre, grano de arena en la perla de las neurosis llamadas de transferencia. Palabra que falla en su intento de metaforizar un cuerpo.

¿Qué haremos nosotros, psicoanalistas con este resto somático que no puede articularse en el inconsciente? Si se trata de síntomas que no puede ser descompuestos analíticamente, hoy sabemos que no podemos utilizar el dispositivo clásico para abordarlos.

Sibylle Lacan, en su libro "Un padre", testimonia de su sufrimiento neurasténico.
Como Freud describe en Psicopatología de la vida cotidiana, nos entrega en su libro una minuciosa y precisa descripción de sus síntomas.

Comienzo a los diecisiete años con agotamiento general, fatiga física e intelectual, falta de energía, estado sonambúlico, sensación de algodones en la cabeza. Luego de una remisión parcial, a los veintiún años, no más deseo, no más placer, agotamiento general, una horrorosa perturbación. Dificultad en la concentración, no podía leer, no tenía memoria, necesidad de encontrar un reflejo como prueba de su existencia.
A su pregunta desesperada, intentando elevar su sufrimiento a la dignidad de un nombre, su padre: Jacques Lacan, responde:"En el siglo diecinueve se hubiese dicho que eras neurasténica".

¿Por qué un diagnóstico del siglo pasado, si el sufrimiento de su hija era tan actual?
Dirección posible en la cura de la neurastenia: Hacer de lo actual pasado, historizar.
Inventar el inconsciente, para abordar el goce específico de lo que aún no es síntoma.
Operar con el resto, saber -hacer para no sumirse en la impotencia, actuando "con largos rodeos”.






[1] Véase la producción de Silvia Amigo, en la serie de textos que van desde Clínica de los fracasos del fantasma, (editorial Homo Sapiens, Rosario, 2002) Las paradojas clínicas de la vida y la muerte (editorial Homo Sapiens, Rosario 2004) a Clínicas del cuerpo. (editorial Homo Sapiens, Rosario 2007). Recomiendo su lectura, ya que es una teorización clave para entender éstas cuestiones.
[2] Lacan, S. Un padre. Ediciones de la Flor. Buenos Aires. 1997
[3] Colovini, M. Padre para sí. Presentación en Seminario Fábrica de casos: Sibille Lacan: un padre puzzle. Escuela de Psicoanálisis Sigmund Freud Rosario. 1997.
[4] Lacan, S. Un padre. Ediciones de la Flor. Buenos Aires. 1997
[5] Op.cit.
[6] En el viaje a Rusia, Sibylle Lacan escribe febrilmente un diario.