sábado, 25 de octubre de 2008

:: LA FATIGA, LO ORGÁNICO, EL CUERPO Y LA MUERTE

Dra. Marité Colovini

"Si siempre volvemos a Freud es porque él partió de una intuición inicial, central, que es de orden ético”.
J Lacan Sem. VII

1- Freud y la neurastenia:

La nosografía psiquiátrica con la que Freud se encuentra, trata la neurastenia como una entidad que engloba tanto la neurosis histérica como la obsesiva, así como las manifestaciones de la angustia, de la melancolía y de la psicastenia.
También incluye los síntomas psiquiátricos que acompañan o son consecuencia de enfermedades orgánicas, como la tuberculosis.

Freud realiza un trabajo de desenmarañamiento nosográfico, separando en primer lugar a las que llama psiconeurosis: la histeria y la obsesión.
Da razones de lógica interna para ello: en las psiconeurosis, los síntomas se expresan en lo psíquico, son expresión del conflicto psíquico y dan cuenta de elaboración o trabajo del aparato psíquico; en la neurastenia y en la neurosis de angustia, la sintomatología tiene su lugar en lo somático.

Esta primera separación, es coherente con el esquema que realiza en el Manuscrito G, esquema en cruz que separa cuatro planos: mundo exterior, mundo interior, límite del yo; terreno de lo psíquico, terreno de lo somático., límite somato-psíquico.
Así, dibuja un mapa de la excitación, con distintos caminos y direcciones.
En las psiconeurosis, la excitación trasciende el límite entre lo somático y lo psíquico, enlazándose al grupo psíquico y dando lugar a direccionarse hacia el objeto exterior.
En la neurastenia y la neurosis de angustia la excitación no alcanza a traspasar este límite entre lo psíquico y lo somático, encontrando derivaciones en el terreno mismo de lo somático.

Aquí se impone otra diferenciación, dando razones a la nítida separación entre neurastenia y neurosis de angustia.
En una hay acumulación de la excitación y en la otra hay disminución de la misma.
La neurastenia queda en este manuscrito ligada por este hecho a la melancolía, dando lugar a aquellos casos en los que disminuye o cesa la producción de excitación.
Pero a la vez, también se diferencian, llamando Freud melancolía grave común, a aquella en la cual hay cese de la producción de excitación sexual somática; y melancolía neurasténica a aquella en la que una excesiva descarga del órgano terminal, produce un bajo nivel de estimulación en dicho órgano, con el consiguiente déficit permanente de éste, originando así el debilitamiento del grupo sexual psíquico.
Más adelante, en el mismo escrito, prosigue diferenciando la neurastenia de la melancolía, al situar que el empobrecimiento instintual conlleva una invaginación psíquica, que actúa con efecto de succión sobre las magnitudes de excitación vecinas, derramándose la excitación como por un orificio. Mientras que en la melancolía el drenaje se produce en lo psíquico, en la neurastenia se derrama la tensión sexual somática.

Retomo entonces, lo que Freud nos dice para la neurastenia:
• Tratándose de una neurosis, es una perturbación de la función sexual.
• Siendo una neurosis actual, nos encontramos con la expresión tóxica directa de tales perturbaciones
• Los síntomas no se hallan determinados psíquicamente
• Son consecuencia de disminución de la excitación. Esta disminución está causada por una excesiva descarga.
• Lo que se pierde por descarga excesiva (hemorragia) es la tensión sexual somática.



2- La erogeneidad: Clave para pensar la neurastenia.

Encontramos entonces en la neurastenia, una disminución de la erogeneidad , ya que Freud nos dice que, al derramarse la tensión sexual somática, hay disminución de la excitación que no llega a cargar el grupo sexual psíquico.

¿Qué podemos entender cómo disminución de la erogeneidad?

La propiedad erógena, es adquirida por ciertas partes del cuerpo, a través de la acción de la demanda del Otro, constituyendo las zonas erógenas por el recorte que el significante produce en el viviente.
Acción metafórica de la que surge Otro cuerpo que el biológico, el cuerpo pulsional.
Construcción de un borde y de un vacío, que da alojamiento al objeto a , resto y testimonio de la relación del sujeto al Otro.

Como límite, la pulsión es un trayecto que parte de la zona erógena, bordea un objeto y retorna a la misma zona, manteniendo una fuerza constante.
Como representante psíquico de lo somático, aquello que ocurre en una zona del cuerpo por la acción "exterior" del Otro; tiene que traducirse de algún modo en lo psíquico.
Esta traducción, es la fantasía.

Entonces, la disminución de la erogeneidad, debe necesariamente afectar la constitución del cuerpo erógeno, impidiendo a la pulsión funcionar como un representante psíquico de lo somático. Impidiendo por lo tanto, la formación de la fantasía.
Psíquico, entonces, en términos freudianos, alude a fantasía. Y tensión sexual psíquica (lo que se pierde en la melancolía) alude a libido.

Consecuentemente, en la neurastenia, no contamos con la función de la fantasía, pero a la vez, el cuerpo no ha sido transformado en cuerpo pulsional. Cuerpo ingenuo, cuerpo ajeno, falla de la localización del sujeto. Lugar de un vacío que no es falta.


3- La libido y sus destinos:

Por otro lado, en el Manuscrito G, Freud diferencia tensión sexual somática y libido, dando este nombre a la tensión psíquica.
Recordemos que la neurastenia se diferenciaba de la melancolía porque en ella se derramaba, se perdía, tensión sexual somática.

¿Cuales son los caminos que puede recorrer la energía?
En el Proyecto de Psicología para neurólogos, Freud habla de facilitación y de inhibición.
La facilitación, Bahnung, permite que la energía se desplace de una neurona a otra, cuando ha sido marcada por la acción de una asociación anterior. Huellas dejadas por el paso de energía, neuronas pasaderas.
Esta propiedad, distingue a las neuronas del aparato en pasaderas e impasaderas.
Las neuronas que están encargadas de recibir los estímulos exteriores, dado la magnitud de estos estímulos, constan de filtros protectores, y además del carácter de pasaderas.

Las neuronas que conforman el sistema φ, aquellas a las que llegan los estímulos endógenos, poseen el carácter de impasaderas, es decir, el decurso de la energía es controlado por las barreras contacto.
Este carácter de impasaderas, configura la memoria del aparato, esto es la aptitud de ser alterado duraderamente por un proceso único.

Habría un caso en el cual las neuronas del sistema φ se comportaría como las del sistema Ф aquel en el cual recibiesen tan grande magnitud de estímulos que quedaran destruidas las barreras de contacto, así, se comportarían como pasaderas, dando libre curso a la energía que circula por ellas.
No podría ponerse en función el comando de la memoria de las neuronas, y no habría caminos elegidos para que la energía circulara.

La inhibición, función de la organización neuronal que Freud llama Yo en el Proyecto, actúa por investidura colateral, produciendo así que la energía no circule en forma libre o automática por el sistema, sin que a través de su acción, pueda ser desviada, y así evitado el displacer.
El trabajo del aparato, combina ambos mecanismos.

Pero hay algo más en cuanto a explicar esta descarga excesiva de excitación. En el apartado La vivencia de dolor, Freud parte de considerar el efecto sobre el aparato de cantidades de energía procedentes del exterior que efraccionan los filtros protectores e irrumpen en Ф.
Así, el dolor produce en φ un aumento importante del nivel, que es sentido como displacer en ω -una inclinación a la descarga -una facilitación entre ésta y una imagen recuerdo del objeto excitador de dolor .
Al volver a investir la imagen del objeto hostil, se establece un estado que contiene displacer y la inclinación a la descarga correspondiente a la vivencia de dolor.

Freud se pregunta: ¿De dónde procede la Qn que aumenta de nivel en el displacer en la reproducción de la vivencia?
Resta suponer, nos dice, que por la investidura de recuerdos es desprendido (desligado) displacer desde el interior del cuerpo y transportado hacia lo psíquico.
Esto se produce por la acción de neuronas secretorias, llave, que cuando son excitadas, hacen generarse en el interior del cuerpo lo que tiene acción eficiente sobre conducciones endógenas hacia φ como estímulos; neuronas que influyen sobre la producción de Qn endógena, con lo cual no descargan Qn sino que la aportan por unos rodeos.

Entonces, podemos concluir, que la descarga excesiva que Freud pone a cuenta de la especificidad de la neurastenia, puede ser explicada por:

• Una facilitación de peculiarísima amplitud.
• La inclinación a la descarga.
• La acción de las neuronas llave.

Esto es, que en la neurastenia, encontramos un funcionamiento compatible con la reproducción sistemática de la vivencia de dolor.

El objeto, entonces, adquiere fundamentalmente las características del objeto hostil, es objeto de repulsión, y su investidura es siempre abandonada lo más pronto posible. El aparato queda instruido biológicamente, para reforzar la actividad de descarga y desaguar los recuerdos.
La primera formulación de la compulsión, en el Proyecto, lo explicaba en términos de facilitaciones del proceso primario.
Recorrer siempre los mismos caminos para gozar. Repetición incesante, automática.
Erogeneidad sin metáfora que produce un empobrecimiento energético, o lo que es lo mismo, un movimiento hacia el goce que amenaza con lo ilimitado. Aquí la única manera de resguardar la estructura es la acción de la inhibición, que establece un límite para la erogeneidad sin metáfora, a la espera de que pueda metaforizarse la erogeneidad.

4- La inhibición en la neurastenia:

Pero: ¿Dónde se localiza la inhibición en la neurastenia?
No se trata aquí de la inhibición de funciones corporales.
En la neurastenia está inhibida predominantemente la función intelectual, mientras que la actividad general del cuerpo permanece impedida por un cansancio general.
Grado cero del movimiento, impedimento generalizado, la tendencia es a dormir, necesidad de reposo. Ausencia de sentimientos, incapacidad para disfrutar de cualquier actividad, sufrimiento mudo de un vacío sin orillas.
Los síntomas de la neurastenia conjugan el alma y el cuerpo en un desasimiento libidinal que evoca la imagen de un autómata.

Aclaro, para continuar, que he estado utilizando dos concepciones diferentes de la inhibición. Una cosa es la inhibición en la estructura, ésta que es la condición de un balance que permita el funcionamiento del aparato, y otra muy distinta es la inhibición, el detenimiento, el freno puesto a alguna función.

Siguiendo con la erogeneidad sin metáfora, creo que podemos ligar éste concepto a la diferenciación que hace Freud en el Manuscrito G, con respecto a la tensión psíquica, que llama libido, y a la tensión sexual somática.
Parece que de metaforizarse la erogeneidad, la excitación prosigue su camino hacia el grupo sexual psíquico y puede entonces ser ligada y contenida simbólicamente, obteniendo la dignidad de la libido.
En caso contrario, nos encontramos con un destino real de la energía, visiblemente vinculada a manifestaciones corporales.
Dimensión autoerótica, entonces, ya que Freud mismo se encarga de calificar a esta tensión como sexual.

Recapitulando, se trata de una falla esencial en el paso del autoerotismo al narcisismo, y consecuentemente, de una falla que afecta a la instancia que tiene nacimiento en éste paso: el yo.

En Inhibición, Síntoma y Angustia, al referirse Freud al desarrollo de angustia, habla de un yo infantil, o no suficientemente investido, que no podría operar produciendo la señal de angustia, y así se vería invadido por el desarrollo de la misma.
¿Podríamos pensar que en la neurastenia se trata de condiciones similares de la instancia yoica?

En caso de ser así, concluiríamos que el yo resulta afectado por la no llegada de excitación al terreno de lo psíquico, lo que permitiría ligar la energía, y que en la neurosis de angustia se produce acumulación de la tensión, al operar cierta barrera a la descarga, mientras que en la neurastenia, la tensión se derrama sin tope alguno.

Habiendo tratado anteriormente el efecto de barrera que la metaforización de la erogeneidad corporal produce, nos encontramos aquí con cierta diferencia en la acción metaforizante, a favor de la neurosis de angustia.
Me interesa destacar también, que al estar el yo deficientemente investido, se cumpliría el principio de la insensibilidad a la excitación de los sistemas no catectizados, del que nos habla Freud en la Adición metapsicológica a la teoría de los sueños.
Por lo tanto, esto explicaría varios de los síntomas clásicos de la neurastenia, tales como la dificultad de concentración, y otras alteraciones de las funciones cognitivas, así como la clásica falta de voluntad. (Recordemos que la voluntad es una de las funciones que Freud le adjudica al yo en el Proyecto).

5- La pulsión de muerte:

Considero también, que esta insistencia freudiana en localizar los efectos o síntomas de la neurastenia en lo somático, para diferenciarla de las psiconeurosis y de la melancolía, nos indica una dirección que se vislumbra en Más allá del principio del placer, al vincular allí Freud el impacto y el determinismo del organismo sobre la pulsión con la compulsión a la repetición y el instinto de muerte.
Necesidad de la repetición que podemos vincularla a la facilitación sin tope que derrama la tensión. Acción del instinto de muerte, lo que aún no es pulsión.


Para que podamos contar con la pulsión de muerte es preciso que el padre, representante de la libido, instaure por su operación el goce fálico, introduciendo de éste modo la dimensión de la castración y su efecto: la angustia. Del resultado de ésta operación paterna, la versión más pura del instinto de muerte, como tendencia al grado cero de la excitación; puede ligarse a la vida y conducir a un incremento indefinido de la tensión. Intrincación pulsional que permite el juego de las pulsiones de vida y de muerte. con el principio del placer.



Decía que es necesario contar con la operatoria que da por resultado el goce fálico, cuyo agente es el padre.
Creo que es importante diferenciar aquí, la función del falo en la constitución del sujeto.
Porque el falo puede estar operando para el Otro primordial, encarnado por quien cumple la función materna, pero debe también confirmarse para el sujeto a advenir. Entonces, tenemos que si bien la madre puede realizar la ecuación niño=falo, y por ella situar a su hijo como el objeto faltante, ésta ecuación debe ser operacionalizada por la acción del padre para que se normalice en el sujeto a advenir. No es lo mismo que la madre goce fálicamente del niño a que éste goce esté normalizado y entonces ya no opere la identidad niño=falo sino que el niño se hace equivalente, y por lo tanto no idéntico, al falo.
Dicho de otro modo, siguiendo a Lacan, la alienación en tanto elección forzada, es al sentido que le oferta el Otro. Normativamente éste sentido es fálico.
El niño, sujeto a advenir, necesita tener un sentido para el Otro, ser algo para alguien.
Así, podrá constituirse en sujeto si en principio satura la ecuación pene=niño. Pero el órgano del que se trata no es cualquiera, sino ese órgano de goce que le falta a la madre.
Por ello, la identidad entre los términos se atenúa, con lo que la ecuación resulta debilitada, y así, es que el niño equivale al pene. Tenemos que recordar que Freud las llama equivalencias simbólicas. Es decir: que se trata del accionar pleno de la dimensión simbólica.
Continuando con las operaciones de constitución subjetiva, Lacan advierte que el sujeto se separa de ésta alienación primera retornando al ser, y así se propone, interrogando al Otro en su deseo. Pero se propone como muerto. A la pregunta “¿Qué me quiere? ¿Puedes perderme?” el sujeto responde primero desapareciendo en el no ser. Se resta del Otro cayendo él mismo como objeto a. este objeto, toma aquí la función del nada, rien. Es decir, aún no está en función de objeto pulsional ni objeto causa de deseo.

Pensando en el encuentro del ser viviente con el lenguaje, que viene del Otro, podemos situar el modo en que en una primera instancia no están articulados. Para que se articulen es preciso que para la madre, el niño represente el significante de su deseo, el falo. Esto es diferente para el niño, ya que para él, ésta entrada del lenguaje es violenta, traumática y por eso toma el sesgo del signo. O sea: el niño va a adquirir una identificación, lógicamente primera, al orden del signo. O sea: el futuro sujeto será signo fálico del Otro: cifrado de goce de la madre.
Pero a éste sentido, que para el niño es único, es preciso que se le añada un quite, que se lo debilite.
Se trata entonces de una sustracción del sentido fálico, que se opera cuando se le sustrae el objeto a. Así, hay una operación de agujereamiento, que permite que el sentido no sea único, no quede congelado, no se cristalice. Lacan llama a ésta operación: forclusión del sentido.
Se trata de que el niño pueda percibir al falo ya no como único, y que así se abra el juego significante.

El falo como significante adviene para el sujeto, cuando se le sustrae el objeto a. En caso contrario, queda como signo.
La significación del falo recuerda la fuerza agujereante, ya que el falo como significante, ya no como signo, tiene como referencia la falta de objeto.
Se impone aquí una cuestión, ya que estas operaciones no son del orden de la evolución, es decir, no son naturales, sino que hay condiciones para que se produzcan. O sea: pueden no producirse, o producirse fallidamente.

Hay diferentes modos y por lo tanto diferentes consecuencias, según cómo se produzcan los intercambios con la madre y también respecto a la función del padre.
Por ejemplo, si no hay cifrado de goce sobre el niño, nos encontraremos con el autismo o el marasmo.
Pero aún cuando éste cifrado se produzca es importante que la madre permita que el niño se reste del signo fálico a partir de la función del objeto a como rien.
Una manera en que esto se produce es con la utilización del objeto transicional winicottiano.
Cuando una madre no permite que el niño se comience a separar del lugar de objeto de goce para ella, con el trapito, la frazadita, ese objeto que es una nada pero que cobra tanta importancia para la constitución subjetiva, podemos encontrarnos con esos casos en los que, el niño deviene ese mismísimo rien, para sustraer algo del pleno de sentido fálico. Por ejemplo, la anorexia mental.

Para que se logre el tiempo alienatorio, cuando se opera la separación por sustracción del a, la condición de ésta producción es que el significante pueda bordear ésta caída el objeto con algún representante.
Es decir: es necesario que la caída del a quede señalizada. Lo que la señala es el rasgo unario, significante unario.

Si el falo simbólico es la letra que se adquiere como resultado de la incorporación del Padre muerto en la alienación primera, S1 es la letra que demuestra la eficacia de otra cara del padre, la edípica.

Entonces, tenemos que la primera pareja de significantes se produce holofraseada. La ruptura de dicha holofrase es precondición de la separación.
Podemos poner en correlación a la extracción del objeto a con la represión primordial de lo que Freud llama representante de la representación.
S2: representante de la representación, se produce por repetición del S1.
S1, representante del sujeto. Como nace en la resta del objeto a, es representante de la resta.

Vemos que las representaciones del signo fálico varían según la historia singular. Lo importante es situar que el representante es huella de la representación.
Para que haya representante de la representación en el núcleo del inconsciente, es preciso que se separe la holofrase y así pueda emerger un representante del sujeto.
Operada la sustracción del cifrado de goce, queda en el núcleo real del inconsciente un representante del rien. Un representante de la caída de objeto.
La demanda de goce de la madre, a la que el niño responde identificándose al signo fálico (cifrado de goce) corresponde a la mudez de la pulsión de muerte.

A esa mudez se la hará hablar por medio de representantes que le den el sonido de la vida. Ello habla, entonces.
O sea: esa mudez tiene que sufrir una operación que la haga ramo de representantes pulsionales para que el imperativo de goce pase al enjambre inconsciente y se haga emisario de la vida. Para que el Ello hable y no sea un mudo imperativo de goce, es preciso que la pulsión se represente en lo psíquico: fantasía.

En rigor, la pulsión de muerte es tal, entonces, cuando se intrinca con la pulsión de vida.
El pasar por el desfiladero del significante se hace posible cuando se rompe el pegoteo de la holofrase.

Esta operación requiere que el sujeto cuente con recursos para transformar lo pasivamente sufrido: afánisis, en actividad pulsional. Es decir: la afánisis, cuando es la única respuesta para descompletar al Otro, es el ofrecimiento de la propia desaparición: la muerte. Se necesita que esa afánisis pueda sustituirse por otra cosa: la actividad pulsional, para que lúdicamente sea posible restarse al campo del Otro.

Dije antes que el padre era el agente de la intrincación de las pulsiones. Y dije también que la pulsión de muerte es tal cuando está intrincada con la pulsión de vida.
Si no opera esta intrincación u opera deficientemente, hay instinto de muerte, inercia pura, afánisis.
Cuando la intrincación se produce, vía la operación del padre edípico, los significantes ya no están pegoteados, holofraseados, y entonces, hay pulsión: de vida y de muerte.
Separar a los significantes holofraseados es equivalente a la metaforización de la erogeneidad, de la que hablé antes.

Si hay esta operación de despegado de la holofrase, tenemos que puede constituirse el fantasma y cumplir su función. (Recordemos que Freud habla de grupo psíquico en el Esquema de la sexualidad)

El fantasma es apoyo del sujeto, pero puede desestabilizarse o fracasar[1].
Cuando fracasa, regresivamente se va a ir a buscar al Otro, a ese Otro que faltó a la cita del amor, volviendo a depender del sentido que se le ocurra a éste Otro, con el riesgo de estar muriéndose, enfermándose, desapareciendo, para hacer signo de su falta.

Las neurosis actuales cuentan en sus coordenadas estructurales con el fracaso de la sustracción del a y por lo tanto, con la holofrase. En términos de lo que Lacan nos dice en el Seminario XI, podríamos situarlas dentro de los fenómenos psicosomáticos.

Así es posible comprender lo que Freud dice de éstas neurosis: no hay constitución del síntoma porque hay actualidad, o sea: porque no se opera el olvido del trauma.
La falta de metaforización de la erogeneidad, es suplida por la acción de la inhibición. Esta suplencia viene al lugar de espera de tal metaforización, pero también indica que la instancia yoica funciona al modo infantil.
Si la fantasía no puede formarse, el sujeto queda dependiendo del sentido único que le ha cifrado el Otro y entonces se balancea entre los extremos de ser idéntico al objeto de goce o no ser.
Sibylle Lacan[2], cuando se compara con sus hermanos, dice en varios momentos: “Ellos eran…y yo no”.
Condenada al no ser como única manera de restarse al Otro, se enferma, se cansa, se agobia, se ausenta.

Fabricarse un padre para sí[3] es un trabajo que fatiga. Porque no siempre es necesario que el sujeto lo fabrique. Hay veces en que funciona. Otras en las que....."a penas, tan poco"[4], que hay que hacer mucho para no ser carente de padre y soportar las consecuencias. Sibylle Lacan se agotó en el trabajo, entrando en la adolescencia. Y siguió agotada hasta bastante grandecita. Su libro[5], continuación de su diario, testimonia de su trabajo.
Pero a diferencia de la escritura para sobrevivir[6] de su viaje a Rusia- ésta a la que le confirió la función de suplir sus insuficiencias (escribir ya que no podía leer, fijar los días ya que no tenía memoria, atrapar las palabras antes de que se me escapasen, encontrar un reflejo, una prueba de mi existencia), sin el menor cuidado estético- su libro está dedicado a "todos los que creyeron en mí" , manera de destinarlo a aquellos que no intentaron comprender, sino que pudieron amarla tal cual como era. Y por supuesto, también dirigido al público, lectores desconocidos, terceridad invocada en el acto de publicación, entre "mi padre y yo".


Retomamos entonces la teorización freudiana sobre la neurastenia, para explicar:

• En primer lugar, el por qué de la separación entre neurosis de angustia y neurastenia: Se trataría en la neurastenia de una falla en la condición de paso, en la intrincación de las pulsiones, en la acción del padre como agente de la castración. Contamos entonces con un desfallecimiento de la significación fálica, lo que explica el por qué de la insistencia de Freud en separar la neurastenia de las psiconeurosis

• Podemos también inteligir las diferencias entre la neurastenia y la melancolía, como dos versiones de la exteriorización de la pulsión de muerte; o más exactamente en la neurastenia se exteriorizaría el instinto de muerte y en la melancolía la pulsión de muerte.

6- La neurastenia: Una neurosis actual:

Nos queda ahora por considerar la inclusión de la neurastenia entre las neurosis actuales.
En 1869 Beard describe la neurastenia en su libro "La nerviosidad americana", significándolo como falta de fuerza nerviosa.
La vinculaba a los ciudadanos americanos porque pensaba que éstos estaban sometidos a las tensiones de una gran sociedad capitalista.
Esta entidad permaneció en la nosografía psiquiátrica hasta 1980, con la publicación del D.S.M. III.
A partir de 1988, se incluye un cambio de denominación, y la neurastenia pasa a llamarse Síndrome de fatiga crónica, siendo así como aparece en el D.S.M.-IV.

Hoy nuevamente es considerada una "enfermedad de la época", siendo también llamada la enfermedad de los yuppies, vinculada por supuesto, a las condiciones de la sociedad post-moderna.

Es innegable que se trata de una neurosis muy actual. Y también, que la psiquiatría “mima” las características de ésta cuando la propone como a-histórica, es decir, cuando intenta desligarla de su historia en el discurso de la disciplina.
Pareciera que un cambio de denominación, como el que también afecta a la histeria en el D.S.M.IV, produce la ilusión de que ahora sí será abordable.
Manera de taponar el fracaso reiterado del discurso psiquiátrico en un terreno que evidencia claramente que se trata de la sexualidad.

Y es que las neurosis actuales nos interrogan desde un fenómeno que no obtiene la dignidad del síntoma analítico, desde una memoria sin olvido, desde unas funciones vitales que no encuentran reparos dentro de los juegos significantes, desde un sufrimiento que no responde a la sugestión.

Las neurosis actuales hablan del resto, de aquello que lo simbólico no recubre, grano de arena en la perla de las neurosis llamadas de transferencia. Palabra que falla en su intento de metaforizar un cuerpo.

¿Qué haremos nosotros, psicoanalistas con este resto somático que no puede articularse en el inconsciente? Si se trata de síntomas que no puede ser descompuestos analíticamente, hoy sabemos que no podemos utilizar el dispositivo clásico para abordarlos.

Sibylle Lacan, en su libro "Un padre", testimonia de su sufrimiento neurasténico.
Como Freud describe en Psicopatología de la vida cotidiana, nos entrega en su libro una minuciosa y precisa descripción de sus síntomas.

Comienzo a los diecisiete años con agotamiento general, fatiga física e intelectual, falta de energía, estado sonambúlico, sensación de algodones en la cabeza. Luego de una remisión parcial, a los veintiún años, no más deseo, no más placer, agotamiento general, una horrorosa perturbación. Dificultad en la concentración, no podía leer, no tenía memoria, necesidad de encontrar un reflejo como prueba de su existencia.
A su pregunta desesperada, intentando elevar su sufrimiento a la dignidad de un nombre, su padre: Jacques Lacan, responde:"En el siglo diecinueve se hubiese dicho que eras neurasténica".

¿Por qué un diagnóstico del siglo pasado, si el sufrimiento de su hija era tan actual?
Dirección posible en la cura de la neurastenia: Hacer de lo actual pasado, historizar.
Inventar el inconsciente, para abordar el goce específico de lo que aún no es síntoma.
Operar con el resto, saber -hacer para no sumirse en la impotencia, actuando "con largos rodeos”.






[1] Véase la producción de Silvia Amigo, en la serie de textos que van desde Clínica de los fracasos del fantasma, (editorial Homo Sapiens, Rosario, 2002) Las paradojas clínicas de la vida y la muerte (editorial Homo Sapiens, Rosario 2004) a Clínicas del cuerpo. (editorial Homo Sapiens, Rosario 2007). Recomiendo su lectura, ya que es una teorización clave para entender éstas cuestiones.
[2] Lacan, S. Un padre. Ediciones de la Flor. Buenos Aires. 1997
[3] Colovini, M. Padre para sí. Presentación en Seminario Fábrica de casos: Sibille Lacan: un padre puzzle. Escuela de Psicoanálisis Sigmund Freud Rosario. 1997.
[4] Lacan, S. Un padre. Ediciones de la Flor. Buenos Aires. 1997
[5] Op.cit.
[6] En el viaje a Rusia, Sibylle Lacan escribe febrilmente un diario.