Dra. Marité Colovini
Porque la relación sexual no existe, el ser hablante está obligado a declarar su sexo.
Lacan introduce su concepto de "declaración de sexo" cuando se trata de definir la función, el lugar y la incidencia del falo en la experiencia analítica.[2]
Entonces, podemos decir, que si en lo real, hay algo que está mejor colocado que el significante para definir lo que es macho y lo que es hembra, tenemos una falla específica en lo simbólico para que alguien pueda encontrar en ese registro lo que lo signifique como hombre o como mujer.
En el inconsciente no se inscribe hombre o mujer, sólo se inscribe falo. Y esta inscripción es insuficiente para escribir la relación sexual.
Por lo tanto, sólo se puede funcionar como uno u otro, al asumir determinada posición en relación al falo. Esta opción de denomina sexuación.
Frente al sexo, el sujeto se encuentra perplejo, enfrentado a un enigma, algo ininteligible para lo cual no tiene ningún saber, ningún recurso; enigma que lo obliga a una respuesta, a situarse en relación a él.
La pregunta fundamental para el sujeto[3]: “¿Qué soy ahí?” se refiere a su sexo y su contingencia en el ser.
En Freud, tenemos que en el inconsciente no hay representación ni de la diferencia de sexos ni de la propia muerte. Lacan formaliza el texto de esta pregunta, cuando en De una cuestión preliminar…..establece el lugar del A como aquel que, ocupado por un sujeto o por un puro vacío, es desde donde el sujeto recibe su pregunta , como mensaje invertido.[4]
Esta pregunta, que está formulada desde antes del encuentro con el analista, obtiene una respuesta particular: se trata del axioma fantasmático.
El fantasma vela lo real; e intenta una respuesta provisoria a la pregunta.
Si se trata de lo real , estamos diciendo que la cuestión del sexo y de la muerte ex - siste a lo simbólico.
Cómo circunscribe el discurso analítico lo real del sexo?
Lacan en 1970[5], es categórico: para el ser hablante, la relación que la biología inscribe en el animal (o en el hombre concebido como un animal) no existe. Esto no significa que no exista el apareamiento, sino que éste no les basta para reconocerse mutuamente ni para definirse como sexuados. La relación con el lenguaje subvierte la naturaleza y el instinto animal programados.[6]
Si la ciencia trata al real a través de la formulación de leyes, el psicoanálisis no hace lo mismo. La escucha analítica advirtió que no hay ley universal que vincule en tanto atracción a los seres humanos. En ese lugar, cada uno inventa su manera que funciona más o menos bien.
La sexualidad es irreductible a los datos biológicos y no es posible para el ser humano definirse en términos subjetivos en cuanto a su sexo o al sexo del partenaire.
Los impasses del sexo en el ser hablante provienen del hecho de que en el inconsciente el sexo sólo se aborda por medio del lenguaje y no de la unión de los gametos sexuales. El encuentro del cuerpo y el lenguaje, al subvertir la naturalidad de lo biológico, también subvierte la naturalidad del objeto de satisfacción.
Las relaciones entre los sexos y el falo.
El falo en la obra freudiana remite a un órgano ligado al goce [7]. Es una invariante predominante que dice de una significación que excede el sentido natural del órgano y el asiento imaginario de la zona.
En la fase fálica, hay un intento de subsumir la sexualidad bajo su supremacía. En los dos sexos, lo fálico se arroga el derecho de representar a la sexualidad toda. La ficción tejida entre el falo y la castración funciona como un saber que indica lugares y atribuciones del hombre y la mujer, pero vela y revela una carencia: lo femenino. El sujeto puede identificarse a emblemas y modelos que signan el ideal de cada sexo.
Con Lacan, la teoría freudiana de la sexualidad se articula con la lógica del significante.
Entonces, a través de la metáfora paterna, donde se forja el sujeto deseante, el falo puede pensarse como objeto imaginario y metonímico pero también como símbolo del acto que le da significación.
Toda significación es fálica, por lo tanto, sexual.
Pero el falo no es un significante como los otros, ya que no remite a otro significante sino al goce mismo.
Es respecto al falo como significante que se ordena la sexualidad.
"Se puede, ateniéndose a la función del falo, señalar las estructuras a las que estarán sometidas las relaciones entre los sexos." [8]
Entonces, estas relaciones girarán alrededor del ser y del tener, que por referirse a un significante, el falo, tienen el efecto contrariado de dar realidad al sujeto en ese significante e irrealizar las relaciones que han de significarse.
Un parecer se sustituye al tener, para protegerlo (en el hombre) y también enmascarar la falta ( en la mujer). Este parecer, tiene el efecto de proyectar en la comedia de los sexos las manifestaciones ideales o típicas del comportamiento de cada uno de los sexos hasta el límite del acto de la copulación.
Nos dice Lacan, que por tratarse del significante, se constituye un sujeto, pero no sexuado. Que el hombre y la mujer no se reconocen, a ellos se los reconoce como tales. Hombre y mujer son significantes, por lo tanto, sólo valen por su oposición, por su diferencia.
No es con el Ideal que se obtiene la satisfacción en el acto sexual. El Ideal permite la ilusión del “como sí” que funciona muy bien en cuanto a la demanda social y en la comedia de los sexos. Pero cuando lo que entra en juego es el goce del cuerpo, el ideal no alcanza para la obtención de la satisfacción.
Si el significante permite la identificación al deseo del Otro, no hay posibilidad de identificación alguna a la satisfacción del Otro. No hay en el Otro un significante que de cuenta del goce del cuerpo. No hay saber sobre el sexo.
Esto se escribe S(A/).
No hay acto sexual:
Puede suceder que alguien imagine convertirse en hombre o en mujer a través del acto sexual, pero esto es puramente imaginario: no demuestra nada al sujeto con respecto a su ser sexuado.
El acto sexual no permite la subjetivación del sexo, cosa que la neurosis pone de manifiesto.
El acto sexual no es verdaderamente un acto[9], ya que si lo fuera, debería inscribir al sujeto como sexuado. Lo que no quiere decir que allí no haya satisfacción.
En definitiva, en el acto sexual no se trata de las relaciones que establecen dos partenaires, sino de la relación incestuosa, es decir, la relación con el Otro.
Tanto el hombre como la mujer se precipitan en el acto sexual como un intento de reencontrarse con la madre, con el Otro primordial.
En el seminario La lógica del fantasma, Lacan escribe los términos que intervienen en la “díada “ sexual[10], como a, el 1 y el A[11]. Como vemos, son tres términos para lo que él llama díada esencial donde “tiene que forjarse el drama de la subjetivación del sexo”[12].
De éstos términos, el 1, es el más litigioso, en tanto es en su campo donde va a ponerse en cuestión si es posible producir el acto de partición que necesita de las funciones definidas como macho y hembra. Pero además, este campo es un agujero.
Sobre el acto sexual, sigue diciendo Lacan, planea la sombra de la unidad, así como también este acto porta la marca de una cosa que debe representar una falta fundamental.
Lacan subraya que precisamente en la copulación, cobra importancia un aspecto anatómico: la erección del pene es condición necesaria[13]. Y lo es tanto para hombres como para mujeres. Nuevamente el falo, único Uno, como condición de la satisfacción en los dos sexos.
Ahora bien, también es en el acto sexual que se verifica la detumescencia del pene. Límite entonces, al goce, la detumescencia del pene es símbolo de la castración.
El ansiado encuentro unificador culmina en la reproducción de una falta fundamental, quedando así la sexualidad organizada alrededor de una falta radical, metaforizada en el falo, (en su diferencia con el pene detumescente), y en la separación de los cuerpos que buscaban hacer una sola carne.
Ahora bien, si en el acto sexual encontramos ésta cara decepcionante, y dijimos que también había satisfacción: qué es lo que se satisface?
Hay una renegación de la falta de coincidencia del sujeto y el Otro, de la inconmensurabilidad de la relación entre estos campos, que se opera en tanto la materialización de la falta se realiza sobre la detumescencia del pene.[14]
Entonces: el sujeto se precipita al acto sexual en búsqueda de la unidad, y consigue, gracias a él, que la falta, transformada en falta fálica, se haga evanescente, eliminable. Es decir, consigue la esperanza de un futuro encuentro que desmentiría la radical falta de objeto. O sea que si bien se decepciona en función de la Unidad no alcanzada, queda la esperanza de que algún día, algún encuentro........
Con qué contamos para sexuarnos?[15]
Contamos con un sólo significante, el falo, para dar cuenta de la diferencia de sexos.
La lógica atributiva no puede más que permitir la comedia de los sexos.
Tanto para el hombre como para la mujer, el abordaje de la sexualidad depende del falo.
Pero éste significante es también un obstáculo, ya que el goce fálico es lo que impide al hombre gozar del cuerpo de la mujer. Con la presencia del significante fálico, la relación sexual que no hay, queda reducida al goce fálico.
Las identificaciones, no agotan la relación del sujeto con su sexo y el de los otros, puesto que esta relación es también real. Las identificaciones son insuficientes para resolver el problema de la sexuación del sujeto.
Las fórmulas de la sexuación permiten definir las dos posiciones sexuadas como dos modos distintos de usar el falo en el lazo con el otro sexo, lazo que fracasa de diversas formas en establecer una relación.
Tiempos de la sexuación
Voy a seguir a Geneviève Morel[16] para situar, con ella, tres tiempos lógicos de la sexuación.
Estos tiempos, no son pensables en un orden de evolución temporal , sino justamente en un orden lógico: son planteados como etapas conceptuales del proceso de sexuación.
Partimos de un primer tiempo, mítico, constituido por el real de la anatomía: la diferencia de sexos anatómica, con su correlato genético y cromosómico.
Hemos visto ya, con Freud, que estas diferencias anatómicas sólo cobran un sentido en la medida en que producen consecuencias psíquicas, así como también existe un discurso social que interpreta estas diferencias en términos de diferencias de roles, valores, imágenes, etc. La naturaleza requiere de la interpretación discursiva y ninguna diferencia es pensable sin el significante. Finalmente, el sujeto realiza su opción de identificación sexuada[17].
Morel plantea entonces a la sexuación como un proceso, tomando en cuenta una triple determinación conformada por la anatomía, el discurso sexual y la opción del sujeto; de tal manera que es posible explicar así los diferentes modos en que las dificultades con respecto a la sexuación se presentan en la práctica analítica.
Por ejemplo, y en tanto el discurso sexual circundante no es un simple reflejo de la naturaleza, siempre se sugiere una diferencia en conformidad con criterios fálicos. “La naturaleza se convierte en semblante. Sucumbe de ese modo bajo el peso de un significante único que categoriza la diferencia natural en términos de falo y castración. El falo se transforma en el significante amo del sexo. “[18] Este “error común” genera comunidad, dice Lacan, a partir de la puesta en común del falo, al que se atribuye mediatizar las relaciones entre los seres humanos.
El sujeto puede aceptar o no este error, pero si no se inscribe bajo la referencia fálica, tendrá que inventar el modo de significar su goce loco e incomunicable en un discurso delirante. [19] Así, el sujeto estará fuera de discurso.
Al aceptar el error común del discurso sexual, el sujeto entra en la comunidad discursiva, inscribe su goce bajo la referencia fálica, única que puede significar la diferencia sexual.
Elegir el sexo, realizar la opción de identificación sexuada, implica elegir el modo de inscribirse en cuanto al goce fálico. Estas opciones son sólo dos: hombre/mujer[20].
Hemos visto ya que Lacan elige la vía de la lógica para formalizar la imposibilidad de escribir la relación sexual. La elección subjetiva es entonces, el modo en que cada sujeto va a usar al falo en su lazo con el otro sexo (o con el mismo).
La declaración.....de sexo:
La sexuación es entonces, el modo en que cada sujeto se inscribe con respecto al falo. Implica una elección, ya que puede inscribirse o no (partición neurosis y psicosis), y de hacerlo, puede inscribirse del lado hombre o del lado mujer.
Esta inscripción, implica dos posiciones diferentes con respecto al goce. Es decir, corresponden a un real del modo de goce en su referencia al falo.
Puestos así, cada uno por su lado, como cuando vamos al baño en espacios públicos, qué ocurre con la relación del hombre y la mujer?
Si "hacer el amor" es un recurso para hacer una relación que no hay, por falta de aquello que la escribiría; cada uno, cada una, debe confesarse al otro como afectado por un sexo, en un decir “Yo” revelándose como hombre o mujer.
Esta declaración, es en sí misma castración.
Quién puede estar seguro?
Precisamente, como creerse hombre o mujer no equivale a serlo, ni las identificaciones son suficientes para determinar la sexuación, la decisión de ser hombre o mujer se arraiga en sus modos de goce.
La práctica analítica da testimonio de la dificultad inherente a la declaración de sexo, ya que el falo es la objeción con la que se encuentran hombres y mujeres en cuanto al lazo entre ellos, al mismo tiempo que enmascara la ausencia, el vacío de la inexistencia de la relación.
Es que para el ser hablante, y precisamente por serlo, como dice la cita de Lacan del comienzo, hay escamoteo de la representación del órgano de la copulación.
No disponemos del conjunto de los significantes. El Otro está barrado. Y esa barra se escribe S(A/)[21].
Para declararse hombre o mujer, para que el yo se confiese macho o hembra, hay que optar.
Y la opción se revela como aquella que pone límite a la esperanza de que haya relación. Es decir, como límite a la esperanza de que La mujer exista. La elección de la posición subjetiva respecto al sexo se determina en el discurso del sujeto. Esta posición, es el modo en que el sujeto se declara sujetado a la ley fálica.
La histerización del discurso propone siempre un mañana donde habrá relación, donde un saber podrá producirse que logre hacer relación entre el hombre y la mujer. Es el discurso analítico el que limita esta esperanza, en tanto el giro de discursos cambia la apuesta de cada uno. [22]
La desuposición de la existencia de un La que haría de universal de la mitad femenina del género humano, se inscribe gracias al discurso analítico, a través de la lógica que permite hablar de sexuación.
Este límite, esta desuposición, es también un límite al universo falocéntrico[23], y por lo tanto, consecuente con el axioma “No hay relación sexual”.
Es el pasaje de un discurso a otro, de un discurso homosexual, englobante,[24], que hace Todo; a uno heterosexual.
Las sorpresas de la práctica analítica:
Los no incautos, yerran, dice Lacan. Hay que acercarse a cada caso como si fuera el inaugural, recomendó Freud.
La posibilidad de la sorpresa hace de la práctica analítica un oficio divertido y si aún se puede descansar del peso yoico en la posición del analista, es una práctica aligerada de prejuicios y convenciones sociales.
También pudiendo hacerle lugar a lo rechazado del discurso, se abre un modo de practicar el análisis que culmine con la caída de la meprise del SSS.
Una analizante llega muy turbada a la sesión diciendo que había estado muy cerca de concretar una fantasía y que la inminencia de la concreción (o del pasaje al acto) la había conmocionado al punto que creyó volverse loca. Se trata de que luego de mucho tiempo de insinuarse sexualmente (como un juego o una broma) a una amiga muy querida había sentido que su amiga (lesbiana, ella) podría responder a sus insinuaciones. Esta analizante se había preguntado hace ya bastante tiempo y precisamente en la ocasión de compartir unas vacaciones con la pareja que su amiga forma con otra mujer, cómo sería el goce sexual entre dos mujeres, es decir, entre dos humanos sin pene. La analista recuerda su pregunta acerca del modo de gozar del cuerpo de mujer.
El recuerdo de la pregunta que se había hecho en aquellas vacaciones tomó la forma de ¿cómo es posible gozar de un cuerpo de mujer? Pregunta que orientó la sesión y dio cuenta del acontecimiento subjetivo producido en una analizante que había llegado al análisis en una posición eminentemente fálica.
La sexuación del cuerpo produce el encuentro con el fracaso de la relación sexual. Es decir, esta analizante había llegado a tocar la imposibilidad de escribir la relación. También considero que, caído el modo en que ella obstaculizaba con su cuerpo obeso y aseexuado la interrogación sobre su sexo, puede instalarse en ella la pregunta acerca del goce de la falta.
Considerar el acontecimiento como una mera fantasía, como el efecto de la identificación paterna, o como un desafío a la potencia fálica, creo que hubiera dejado de lado la pregunta acerca del goce .
Jean Allouch retoma la crítica de Foucault al psicoanálisis convertido en una pastoral, al insistir sobre el amor a la verdad que convertiría al psicoanálisis en una religión.
Pero cuando Lacan nos lega la constitución del campo del goce en su Seminario El reverso, nos deja abierta una vía que seguramente aleja de un psicoanálisis religioso.
Con sus últimas enseñanzas acerca del fin del análisis, especialmente aquellas que pueden leerse en el Seminario XXI, tenemos una indicación muy importante que se refiere a la caída del Sujeto Supuesto al Saber.
Que un análisis arribe a un final, que el lazo que enlazaba al analista y al analizante como amor de transferencia se desenlace, que la suposición del sujeto al saber caiga y de ese modo la pregunta del sujeto se revele como simple vacío encerrado entre signos de interrogación, que, por consiguiente, el saber encuentre su límite; conlleva una opción ya que no se alcanza “naturalmente”.
Para arribar al final hay una elección inevitable, que se hace al traspasar ese sentimiento correlativo a la ilusión del Todo.
El engaño del Sujeto Supuesto al Saber sólo se desarma con la intrusión del ser sexuado.
Consentir al No-Todo a sabiendas de que caerá el Todo es un acto ético.
Febrero 2005
[1] Presentado en: Jornadas: Un siglo de sexualidad. A cien años de la publicación de Tres ensayos para una teoría sexual de Sigmund Freud. *18, 19 y 20 de febrero de 2005. México.
[2] J, Lacan, Petit discours de J. Lacan aux psychiatres, 1967, inédito."La experiencia del análisis no es otra cosa que realizar lo que corresponde a esta función como tal del sujeto. Resulta que esto abre a un cierto efecto que nos enseña que en aquello en lo que está interesado principalmente esta función del significante, predomina una dificultad, una falla, un agujero, una falta de esta operación significante, que está muy precisamente relacionada a la articulación del sujeto en tanto se afecte a un sexo. Es debido a que el significante muestra manifestar fallos electivos en el momento en que se trata que quien dice "yo", se dice como macho o hembra. Es porque resulta que no puede decirlo sin que eso implique el surgimiento, al nivel del deseo, de algo muy extraño, de algo que representa, ni más ni menos que escamotear simbólicamente (toménlo en el sentido de que ya no se encuentra en su lugar) una cosa del todo singular que es precisamente el órgano de la cópula, a saber eso que en lo real es lo más adecuado para probar que no hay uno que es macho y otro que es hembra.,. Este es el gran hallazgo del psicoanálisis."[2] (lo destacado es mío)
[3] Ver Colovini, M-. Tesis doctoral. (inédito) Amor, locura y femineidad. Capítulo VIII La mujer, la femeniedad, lo femenino. Apartado: El falo.
[4] “Pues es una verdad de experiencia para el análisis que se plantea para el sujeto la cuestión de su existencia no bajo la especie de la angustia que suscita a nivel del yo y que no es más que un elemento de su séquito, sino en cuanto pregunta articulada: “¿Qué soy ahí?”, referente a su sexo y su contingencia en el ser,(…)a saber, que es hombre o mujer por una parte…….”.Lacan, J. De una cuestión preliminar, escritos. Pag 531.Escritos I. Buenos Aires. Siglo XXI. 1988
[5] Lacan, J. Seminario XX. Encore.Paidós. Buenos Aires. 1981.
[6] Ver Colovini, M-. Tesis doctoral. (inédito) Amor, locura y femineidad Capítulo IX. El debate feminismo/psicoanálisis
[7] Ver Colovini, M-. Tesis doctoral. (inédito) Amor, locura y femineidad. Capítulo la mujer, la feminidad y lo femenino, Apartado El falo.
[8]J, Lacan, La significación del falo. Escritos 1. Siglo XXI. México. 1979.
[9] Según Lacan, un acto es aquel que modifica la posición del sujeto. además, remarca la trama significante del acto.
[10] Ahora bien, como dijimos, Lacan habla de tres términos, a pesar de situar lo que él llama la “díada esencial”, y es que remarca que el acto sexual implica el elemento tercero en todos sus niveles. Este elemento es la madre, en el Edipo, ligada a la degradación de la vida amorosa; y también el falo que debe faltar a quien lo tiene y deviene el ser del que no lo tiene.
[11] El A, es el sitio donde toma lugar el significante que no existe más que como repetición. Entre estos dos campos, el del 1 y el del A, no hay ningún lazo.
Finalmente el a, ese inconmensurable desde donde surge toda cuestión de medida.
[12] Lacan, J. seminario La lógica del fantasma. Clase de19/4/67
[13] Lacan J. seminario La lógica del fantasma. Clase de…….. inédito.
[14] La falta se ubica a nivel fálico, y este error de cálculo hace que parezca que no falta nada. Se produce la ilusión de que no es el sujeto que se ha precipitado en el acto el que está en él como objeto, sino que este objeto a que escribe la castración queda ubicado en el pene flácido, permitiendo la ilusión[14] de que se es idéntico a la ficción de hombre o de mujer que se representa.
[15] Para el amplio desarrollo de las consecuencias del axioma de la inexistencia de la relación sexual sugiero la lectura de: AAVV No hay relación sexual. Homo Sapiens. Rosario. 1993.
[16] Morel, G. Ambigüedades sexuales. Sexuación y psicosis. Manantial. Buenos Aires 2002
[17] Lacan, J. Seminario XXI .(inédito) Remarcamos que se trata de una opción subjetiva y que cuando Lacan utiliza esta acepción no está hablando de la identificación con el rasgo unario, sino de otro funcionamiento de la identificación. Conservamos éste término, en tanto así es como Lacan y Morel lo utilizan, aunque creemos que es preferible referirse a este tiempo como opción subjetiva de una posición sexuada
[18] Morel, G. Ambigüedades sexuales. Sexuación y psicosis. Manantial. Buenos Aires 2002 pag 138.
[19] En la lógica del fantasma, Lacan dice que la referencia fálica es la requerida también para la mujer en cuanto a su goce en el acto sexual.
[20] Según esta concepción, a la que adhiero, para el psicoanálisis no habría ninguna otra opción posible. Este es un punto de debate con planteos que derivan de la teoría del género y el construccionismo foucaultiano, quienes reclaman, en nombre de la “identidad” la aceptación de otras posibilidades en cuanto a las opciones de identificación sexuada. En el campo del psicoanálisis, Jean Alouch ha comenzado a incursionar teóricamente en este sentido. Ver: Alouch, J. “Para introducir el sexo del amo”. Pag 47/125. Litoral, 27. Edelp. Abril de 1999. Córdoba, Argentina
[21] El falo, falta en el sistema significante. Este significante impar, no hace par con otro significante, sino que está destinado a designar en su conjunto los efectos del significado.
Es la barra con la que el sujeto designa su ser en todo lo que significa, es decir, para poder salir, aunque sea en fading, de la condición de objeto en lo real en la que llega al mundo, de la absoluta alienación al Otro. Pero también es escogido para esta función , porque es lo más sobresaliente de lo que puede captarse en lo real de la copulación sexual.
También es porque en tanto puro símbolo equivale a la cópula lógica, al signo matemático de la unión (el que une dos conjuntos haciendo uno solo).
El falo como ordenador, es el conjunto vacío, significante de la inexistencia, el que está en el origen de todas las series, pero a la vez, excluído de todas ellas.
El falo es un significante singular, ya que no remite a otro significante sino al goce mismo.
Por eso, en el ordenamiento fálico y en la ley de la castración que le es inherente, se pone en evidencia su doble límite: el padre como excepción y el goce femenino como aquello que lo excede.
[22] Si en el discurso histérico el saber es a producir ( y habría entonces un saber sobre la relación que la haría posible), y la verdad está en “hacer desear”(al Otro) y se trata de la impotencia ; en el discurso analítico, se escribe la imposibilidad.
[23] Por más que el movimiento feminista acuse al psicoanálisis de promover el falocentrismo, es justamente el psicoanálisis lacaniano el que permite limitar el universo fálico, fantasma neurótico.
[24] Lacan, J. Seminario XX. Allí Lacan habla de un discurso englobante, donde domina la función fálica.
sábado, 25 de octubre de 2008
::CLÍNICA Y SEXUACIÓN[1]
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