¿ES PERTINENTE AÚN PARA LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA?
Carlos Guzzetti Luis Vicente Míguelez
La estructura no tiene preferencia por nadie; es, pues, terrible (como una burocracia).
No se le puede suplicar, decirle: “Vea como soy mejor que H . . .”
Inexorable, responde: “Usted está en el mismo lugar; por lo tanto es H . . .”
Nadie puede alegar en contra de la estructura.
Roland Barthes
Fragmentos de un discurso amoroso
La noción de estructura aporta a la clínica psicoanalítica una dimensión superadora de la descripción sintomática. En esto reside una de las diferencias del diagnóstico en psicoanálisis respecto de la concepción médica. Así síntomas semejantes pueden formar parte de cuadros clínicos completamente diferentes.
Las estructuras clínicas han sido concebidas como modo de posicionamiento del sujeto ante el drama universal de la castración. La clínica de nuestro tiempo nos ha enseñado también a reconocer las fronteras de esta conceptualización.
Tal vez sea conveniente hablar de lo paradojal de la estructura en tanto caracterizada más por su falla que por su consistencia. Es lo que hace que el sujeto no se asiente bien en ella y que el cálculo de lo por venir sea siempre poco certero. Reducir esta falla a la castración deja a la experiencia analítica enflaquecida. Si bien el complejo de Edipo y su articulación con la castración es ciertamente estructurante del psiquismo no deberíamos confundirlo con la estructura psíquica.
¿Será posible conservar la estructura y no perder la libertad del sujeto? Cierto es que no podemos asegurar nada respecto a la libertad, pero pensamos que algo de lo que aún no está determinado (a diferencia de una burocracia) es necesario habilitar en un análisis. Que la falla de la estructura devenga en apertura hacia el otro.
La alteridad radical sería entonces, la manera en que se hace presente lo no estructurante de la relación con el Otro. En esta dimensión se juegan la locura y la creación artística y también todo lo que en la experiencia analítica escapa a la interpretación, si bien no a su trabajo.
La labor analítica bascula entre el determinismo estricto y la apertura a un “nuevo comienzo” que da lugar a la acción del azar. Azar del encuentro con el otro, el que pueda producirse en la escena transferencial. El trabajo sobre la transferencia en tanto actualización de los fantasmas del sujeto es soportado por la presencia del analista en su singularidad, esencialmente incalculable. Descompletando por definición toda estructura, su presencia real habilita una magnitud transverbal que posibilita un nuevo comienzo, un verdadero acontecer en el que la palabra adquiera dimensión realizativa.
Lo nuevo, lo por venir ¿será lo que la estructura fije, transformando lo venidero en un recuerdo del pasado a la manera del déjà vu o bien la oportunidad para que lo incierto tenga su manifestación, creando en el tiempo una brecha en la que el pasado y el futuro no aniquilen al presente?
La experiencia analítica contiene, para decirlo en términos literarios, el sonido y la furia, que ponen en permanente cuestión a la estructura del relato. Acaso en esto consista la libertad que el acto analítico ofrece a la cultura de nuestra época: escribir lo indecible.
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