Enrique Delgado Ramos
En la presente ponencia evaluaremos críticamente la amplia difusión que la hipótesis de la declinación del padre posee en la literatura psicoanalítica. Para ello, nos basaremos en los trabajos realizados por Markos Zafiropoulos (2002, 2006a, 2006b, 2006c) y, de acuerdo con este autor, sostendremos que la difusión de dicha hipótesis, a pesar de los datos históricos que la refutan, hunde sus raíces en la nostalgia del padre, propia de la novela familiar descrita por Freud (1988c). Partiendo de ello, destacaremos que el estudio psicoanalítico de las paternidades de nuestro tiempo requiere diferenciar y articular los aspectos estructurales e históricos relacionados con la constitución del psiquismo. De allí el valor heurístico de distinguir entre el padre de familia y la función simbólica del nombre del padre, pero también, entre el hijo de familia y el sujeto del inconsciente.
1. La hipótesis de la declinación del padre
Esta hipótesis puede encontrarse en autores de las más diferentes orientaciones teóricas, tanto en aquellas relacionadas con la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) como en las diferentes escuelas lacanianas. Enmarcada en los cambios que la estructura familiar ha experimentado a lo largo de los años, suele utilizarse con tres principales propósitos:
• Primero, para explicar el origen del propio psicoanálisis en la Viena de fines del siglo XIX, en donde la declinación de la familia patriarcal se habría percibido de manera particularmente intensa (Lacan 1978; Roudinesco y Plon 2008; Roudinesco 2006, 1994). Así, el psicoanálisis habría sido a la vez “(…) el síntoma y el remedio de un malestar de la sociedad burguesa, presa de las variaciones de la figura del padre “ (Roudinesco 2006: 100)
• Segundo, para explicar diversas manifestaciones del malestar en la cultura actual, como es el caso de los fenómenos de violencia social. Por ejemplo, Emiliano Galende destaca que:
“(…) los cambios en el lazo social, por la pérdida o atenuación de las identificaciones ideales con el padre, que, insisto, no abolían la agresividad pero la organizaban en sus sentidos colectivos e históricos, genera una violencia más flotante, inespecífica, que tiende a buscar su organización con la forma de colectivos de nuevo tipo, como bandas, grupos de “autoayuda”, neocomunidades, agrupamientos religiosos o místicos, nacionalismos xenófobos, fundamentalismos políticos o terrorismo” (Galende 1997: 234)
• Tercero, para explicar el incremento en la prevalencia de los trastornos narcisistas y borderlines, ó, en general, las denominadas “nuevas patologías” o los “nuevos síntomas”. Actualmente, estaríamos frente a configuraciones familiares distintas de la familia burguesa productora de las subjetividades estudiadas por Freud. En esa medida, las transformaciones sociales de la familia conllevarían un debilitamiento de las figuras identificatorias que estarían a la base de las problemáticas de estructuración subjetiva (Cantis 2000, Lasch 1991).
Un padre en declive cunde pues, tanto en la historia del psicoanálisis como en la clínica del caso y el análisis social. Veremos ahora algunos de los aspectos problemáticos que el sostener dicha hipótesis conlleva.
2. Problemáticas
Empecemos recordando cómo era la situación del pater familias romano, cuya autoridad social era menos absoluta de lo que en ocasiones se ha difundido. De acuerdo con el historiador Paul Veyne , si el pater familias tenía una esposa más noble y rica, ésta podía “pasar” tranquilamente de su autoridad. Asimismo, existía en Roma, aproximadamente un 30 % de población esclava, a cuyos padres no les corresponde ciertamente la imagen de un padre con una potente autoridad, posteriormente declinada. . Adicionalmente, Veyne nos refiere que en las familias de libertos podía darse que un hijo tuviera a su propio padre como esclavo. Muchas otras cosas se podrían decir respecto al mundo antiguo. Lo que queremos destacar es que el valor social del padre varía enormemente en cualquier periodo histórico o ubicación geográfica como para ubicar un declive particular en, por ejemplo, la Viena del siglo XIX.
Como se ha señalado, algunos autores han propuesto que la crisis familiar vienesa, caracterizada por el declive de la autoridad del padre, sería una línea explicativa del origen del psicoanálisis y el descubrimiento del Edipo. Sin embargo, si recordamos la situación social de los padres de los pacientes de Freud, es por lo menos difícil sustentar dicho planteamiento. Recordemos por ejemplo, cómo describe Freud al padre de Dora:
“En el caso cuyo historial nos disponemos a comunicar, el círculo familiar de la paciente – una muchacha de dieciocho años- comprendía a sus padres y a un único hermano, año y medio mayor que ella. La persona dominante era el padre, tanto por su inteligencia y sus condiciones de carácter como por las circunstancias externas de su vida, las cuales marcaron el curso de la historia infantil y patológica del sujeto. Gran industrial, de infatigable actividad y dotes intelectuales poco vulgares, se hallaba en excelente situación económica…” (Freud 1988d: 940)
Señalemos también que Max Graf, el padre de Juanito, era crítico y musicólogo en Viena, o que el padre de Serguei Constantinovich, el hombre de los lobos, era un político perteneciente a la nobleza terrateniente de Rusia (Roudinesco 2008, Zafiropoulos 2002) .
Respecto a la declinación del padre como línea explicativa del surgimiento de la violencia social, debemos recordar que los tiempos pasados no se han caracterizado precisamente por sus condiciones de paz, ya sea en el plano social o en el plano doméstico. Disponemos ciertamente de pocos datos al respecto, pero, por ejemplo, para el caso de Francia, sabemos con Theodore Zeldin que en 1851 la tasa de crímenes era de 19,7 por cada 100,000 habitantes. 100 años después, en 1946 esta tasa se redujo a 4,5 por cada 100,00 habitantes, es decir, cinco veces menos.
Con respecto a la violencia en el plano doméstico, pensemos que si aún hoy en día existe un sub reporte de las situaciones de violencia sobre la niñez o la mujer, a pesar de las conquistas en términos de derechos y de dispositivos legales en general, pues no tenemos motivos para suponer que en la antigüedad, cuando estos aspectos no estaban presentes, la violencia doméstica era menor. Pero yendo incluso más allá, el supuesto déficit de lo simbólico que, concomitante al declive del padre, estaríamos experimentando, olvida que lo simbólico no tiene solamente una función de orden, apolínea, sino también una cara letal: las masacres de masas se hacen, precisamente, en el nombre del padre (Zafiropoulos 2006a: 9). Si nos quedara alguna duda, recordemos entonces la historia de violencia política vivida en el Perú en las últimas décadas.
Ahora bien, respecto a la declinación del padre como explicación del surgimiento de las nuevas patologías, señalemos para empezar que este discurso sobre las nuevas patologías, no es tan nuevo en realidad. Desde la primera mitad del siglo XX diversos psicoanalistas creyeron ya atisbar un cambio en las patologías.
Un caso paradigmático es el de Lacan, quien entre 1938 y el inicio de los cincuenta postula una tesis que, de diversas formas, encontramos aún hoy en día. Resumiendo al máximo, en este primer periodo, Lacan propone que el debilitamiento (o ausencia) de la figura paterna conllevaría a una inadecuada estructuración psíquica, en tanto el aferramiento a la madre no sería compensado por la idealización de la figura paterna. Y es precisamente este agravamiento de la declinación de la imago paterna la que explicaría el cambio en la clínica que él cree observar. Por eso, señala Lacan (1978), el surgimiento de patologías como las toxicomanías, la anorexia, las violencias sociales y los suicidios no violentos. Curiosamente, varias de aquellas manifestaciones sobre las que, más de 70 años después, se destaca su actualidad.
Sin embargo, sabemos ahora que Lacan deduce sus planteamientos sobre la declinación de la imago paterna de la ley de contracción familiar durkhemiana, es decir, del supuesto paso desde las formas extensas de familia (familia patriarcal, familia paternal) hasta la familia conyugal, proceso que involucraría el debilitamiento social de la autoridad de su jefe . En esta línea, sabemos también, gracias a los datos obtenidos desde mediados de los sesentas por historiadores de la Escuela de Cambridge como Peter Laslett , que la ley de contracción familiar es históricamente insostenible. No obstante, debemos hacer justicia a Lacan, y señalar que, de la mano de Levi Strauss, deja de lado los planteamientos durkhemianos en favor de una perspectiva más bien estructural (Zafiropoulos 2002, 2006b) .
Nos hemos detenido un poco en este autor, pues su evolución conceptual muestra el paso desde un planteamiento culturalista, en el que la estructuración edípica sería una variable de lo social, hacia un planteamiento estructural en el que, más allá de las características sociales y ambientales, se destaca una función simbólica que puede, o no, ser encarnada por la persona del padre de familia. Es justamente por ello que:
“Incluso en los casos en que el padre no está presente, cuando el niño se ha quedado solo con su madre, complejos de Edipo completamente normales – normales en los dos sentidos, normales en cuanto normalizantes, por una parte, y también normales porque desnormalizan, quiero decir por sus efectos neurotizantes, por ejemplo- , se establecen de una forma homogénea con respecto a los otros casos” (Lacan, 1999: 172)
“Hablar de su carencia (del padre) en la familia no es hablar de su carencia en el complejo” (Lacan, 1999: 173).
En esta línea, la noción de Nombre del Padre nos permite diferenciar la persona del padre de la función simbólica que impone la ley primordial de la interdicción del incesto. Huelga decir que, en lo esencial, este segundo planteamiento es más cercano a las propuestas freudianas pues para él, el Edipo es universal y la propia sociabilidad es concomitante al parricidio originario (Freud 1988b)
3. Reflexiones
Los ejemplos mencionados nos han permitido mostrar cómo la hipótesis de la declinación del padre y sus correspondientes efectos patógenos, goza paradójicamente de buena salud, dentro y fuera del psicoanálisis, a pesar de que hace más de tres décadas sus fundamentos históricos hayan sido severamente cuestionados. ¿A qué se debe entonces su vigencia?
Seguramente muchos elementos inciden al respecto. Por nuestra parte, compartimos la interpretación de Zafiropoulos, quien sostiene que:
“Por lo tanto, bajo la nueva versión de la crisis de autoridad, la novela familiar analizada por Freud sigue infiltrándose no sólo en el registro de la opinión pública, sino también, y por el lado de los doctos, en las investigaciones socioclínicas, acreditando por lo mismo ese verdadero fantasma social que se podría enunciar del siguiente modo: un padre está decayendo." (Zafiropoulos 2006a:33)
Ahora bien, lo dicho hasta acá no significa, en modo alguno, desconocer la presencia de diversas transformaciones sociales que dificultan el ejercicio suficiente de la paternidad, como por ejemplo el hecho concreto del limitado tiempo que existe para la familia en las condiciones laborales exigidas por el capitalismo tardío. Tampoco desconocemos los cambios en el sistema patriarcal ni las diferencias que en el ejercicio de la autoridad paterna podríamos encontrar quizá entre algunos de nosotros y nuestros abuelos. Lo que planteamos más bien es que el estudio de estos aspectos no debe venir acompañado de una ficción, según la cual "había una vez... una familia y un jefe protectores".
Asimismo, tampoco se pretende restar importancia al campo de las relaciones con la imagen y la persona que encarne la función paterna. Lo que destacamos es que debe distinguirse dicho registro de los efectos inconscientes de la función paterna propiamente dicha (Lacan 1984: 267). En esta línea, es importante examinar sin sobrestimar la novedad y el impacto de los nuevos roles paternos sobre la estructuración psíquica. La contundencia de las transformaciones socioculturales tanto en el caso de la paternidad como en muchos otros aspectos, conllevan el riesgo de que en el estudio de las mismas se incurra en un familiarismo que no distingue, ni relaciona con claridad los aspectos estructurales e históricos de la constitución psíquica.
Sabemos desde Freud que el sujeto está descentrado del yo. En esa línea, es importante distinguir entre el in - dividuo y el sujeto dividido, el sujeto del inconsciente, el cual excede la socialización del hijo de familia. Precisamente, los conceptos de Nombre del Padre y Sujeto del Inconsciente rompen con la posibilidad de establecer una continuidad lineal entre los cambios sociales, como los relacionados con el ejercicio contemporáneo de la paternidad, y la constitución psíquica. Evitemos malentendidos, no sostenemos que no exista relación, sino que ésta dista de ser refleja como consideramos ocurre cuando se relacionan especularmente las características de la “cultura narcisista” con las patologías narcisistas (p.e. Lash 1991). Estas perspectivas descuidan el elemento de ruptura con lo social presente también en el síntoma, en tanto expresión de la singularidad del sujeto y en tanto manifestación de las limitaciones de la homogenización de las modalidades de satisfacción pulsional (goce) prescritas por la cultura (Soler 2001).
Señalemos para concluir que la comprensión de los aspectos estructurales e históricos relacionados con la paternidad, supone para el psicoanálisis un auténtico reto conceptual y metodológico: la articulación de la clínica del caso y la clínica de lo social. Dicho aspecto será materia de otros trabajos.
REFERENCIAS
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(1988b)Volumen 8 (1912-3). Tótem y Tabú.
(1988c)Volumen 7 (1908). La novela familiar del neurótico.
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domingo, 5 de septiembre de 2010
DECLINAN A UN PADRE: UN FANTASMA RECORRE EL PSICOANÁLISIS
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