sábado, 4 de septiembre de 2010

El paradigma del desencadenamiento. Jacques Lacan y el campo de la psicosis

José Méndez *


A- Introducción


Con la desaparición de Lacan, en el campo de la psicosis, quedan extendidos los lazos para anudar con mayor teoría la clínica. La segunda clínica de Lacan deja preparada cuestiones que serán abordadas por sus discípulos en este campo. Es posible, que estemos en los principios de esta consolidación de una primera etapa en estas cuestiones, los encuentros de Anger, Arcachon y Antibes, en los fines del 90´, podrían ser considerados incipientes movimientos que intentan plasmar, una relectura de la herencia lacaniana en materia de psicosis. Esta evolución de conceptos, por el momento, parece algo dispersa y debe consolidarse con la clínica.



El concepto de la forclusión del nombre del padre, no modificó el planteamiento de la cura analítica en la psicosis, no obstante, luego de la muerte de Lacan algunos de sus discípulos comienzan con “el otro centramiento” del que habló el “maitre”; si bien lo no reprimido no se interpretará, será posible alguna elaboración. Se modifica, entonces la clínica de la psicosis apuntando a una moderación del goce para permitir una elaboración de suplencias. Esto cuestiona la pertinencia del concepto de forclusión del nombre del padre.



La pluralización del nombre del padre, su declinación y aplicación en los nudos borromeos y la fijación final al síntoma permitieron el encuentro con otras soluciones subjetivas en materia de suplencia a la función del Padre.



Precisamente, la pluralización del Nombre del Padre, permite la apertura hacia una ley subjetiva que se sostiene en el sinthome ya que este anuda el goce-sentido, por lo cual el Nombre del Padre ya no puede ser considerado un universal, sino una invención subjetiva posible. La forclusión no será, entonces, entendida como un universal a reparar, existirá la posibilidad de suplencias en la psicosis, relacionadas con la clínica borronea. De esto se testimonia en Angers, Arcachon y Antibes. Entonces, tenemos:





1) Primera clínica, discontinuista con el mantenimiento de categorías netas como neurosis-psicosis-perversión. Es segregativa, con un rasgo diferencial permanente –el Nombre del Padre- cuya represión o forclusión define una estructura neurótica o psicótica.





2) Segunda clínica, continuista, dedicada al estudio de las deformaciones o rupturas de los anudamientos de la estructura del sujeto. En la que no se puede distinguir un elemento diferencial, que no es segregativa y a partir de la cual se amplía la concepción del Nombre del Padre, se toma su pluralización. Entonces, la metáfora paterna es un aparato del síntoma entre otros cuyo fin será el de garantizar la articulación entre la operación significante y sus consecuencias sobre el goce del sujeto.


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