domingo, 11 de mayo de 2008

::Investigación clinica en psicoanálisis

Capítulo de tesis de doctorado:
Colovini, María T. “Amor, locura y femineidad: la erotomanía, el delirio de ser amada: ¿una locura femenina?”( Inédita)



II- Propuesta metodológico-epistemológica

Esta tesis se propone como una investigación clínica en el campo del psicoanálisis. Por lo tanto, para su justificación metodológica comenzaré afirmando que la metodología utilizada no puede disociarse del estatuto epistemológico de su objeto.

En Estudios sobre la histeria, Freud afirma que el estilo de sus comunicaciones clínicas está determinado por la naturaleza del objeto que tratan. En el psicoanálisis, es precisamente el objeto el que determina el modo de la transmisión, además de interesar específicamente al investigador.

1- Clínica Psicoanalítica

Para soportar lo que el acto analítico tiene de real, es necesario igualarse a la estructura de ese acto, lo que supone escribirla pero también saberla. Además, hay que dar cuenta de la práctica, en tanto hacer clínica es aquello que un practicante dice de su experiencia, especialmente en aquello que tiene de azarosa. Esto implica ciertamente la marca de la castración en el analista, ya que no se trata sólo de prestar testimonio, sino de escribir aquella lógica que se desprende de su acto.

La clínica psicoanalítica no es un tratado de psicopatología ni un conjunto de reglas técnicas. Ella se define por los múltiples caminos que el deseo del analista abre en la dimensión vacía de la falta en ser del analista.

Si hay algo que puede decirse de lo que resta de la práctica analítica, eso debe decirse, pues es la manera que los analistas han encontrado para poder contar con un discurso que hizo Escuela. Es decir, el modo de constituir un discurso que hable del analista se construye con el decir de un analista sobre su acto. Si se piensa en el porvenir del psicoanálisis, éste no puede disociarse de las reflexiones de los psicoanalistas sobre su acto.

En “Apertura de la sección clínica”, Lacan señala que “la clínica psicoanalítica consiste en el discernimiento de cosas que importan, y que serán masivas cuando se haya tomado conciencia de ellas.”[1] Esas cosas que importan en lo real, provienen de lo real de la experiencia del análisis, y en tanto están causadas por una falta en saber, es decir: por el “saber no sabido”,[2] se convierten en motor de actos en busca del saber.

En La fábrica del caso: La señora C., Pura Cancina afirma: “La clínica psicoanalítica no es otra cosa que la posibilidad para cada analista de sostener las preguntas a las que lo confronta su acto”.[3] Si el acto psicoanalítico está sostenido sólo por una cosa: el deseo del analista, y por eso que sorprende y realiza un desencuentro en cuanto a aquello que podría conformar un “ser” del analista; el acto analítico exige un a posteriori en el que el analista hará su reflexión. Así, no hay clínica sin ética, en tanto es en esta reflexión que el analista paga con el juicio sobre su acción.[4]

Cancina se refiere al modo en que intentó[5] un desarrollo sobre la diferencia entre práctica y clínica analítica a través de su anudamiento borromeo[6] y sitúa a la teoría en lo imaginario, a la clínica en lo simbólico y a la práctica en lo real. Su insistencia se propone diferenciar práctica y reflexión sobre la práctica, acto analítico e interrogación del acto. Al escribir el nudo borromeo en su aplanamiento, subraya la importancia de respetar los cruces, aclarando que se trata de anudamiento, atravesamiento y, por lo tanto, cambio de registro.[7] Insisto: cambio de registro en el pasaje de la práctica a la clínica y de ésta a la teoría.

1. Esquema extraído de P. Cancina, “Clínica psicoanalítica”, Preguntas de la fobia y la melancolía, Homo Sapiens, Rosario 1995, p.89.

“Trabajamos con ficciones”, dice Pura Cancina; “la clínica es una fabricación de ficciones. Ficcionamos lo real no sin recurso a la escritura. Somos convocados a fabricar ficciones, ficciones que contengan en si las condiciones de un pasaje a la escritura.”[8] La tesis que sostiene estos argumentos es que es la elaboración clínica la que anuda estos registros y deja al real de la práctica como imposible bajo la forma de lo perdido. “O sea; es lo perdido, pero desde el momento en que es la elaboración clínica la que teje el nudo. El nudo no preexiste al momento de la clínica.”[9]
¿Qué ocurre con la teoría? La teoría puede funcionar como sistema cerrado, pues ésa es su tendencia. Y por esta razón, la reflexión clínica es tan importante, ya que al producir sus elaboraciones, tratando de salir de los impasses de la práctica, produce y exige un cuestionamiento que impide su cierre.

A propósito de las reflexiones clínicas sobre los obstáculos encontrados en la práctica del análisis, los analistas lacanianos sostienen desde hace muchos años, pero con mayor énfasis en la última década, un debate acerca de las estructuras freudianas y aquellos casos que no pueden incluirse en alguna de las tres estructuras: neurosis, psicosis, perversión. Este debate también se verifica en analistas que no se ubican dentro del campo lacaniano, destacándose el diagnóstico de borderline como un punto de debate, sobre todo en analistas de lengua inglesa.

Esta tesis propone una intervención que toca al campo del psicoanálisis y sus estructuras, así como también al campo de la psiquiatría y sus clasificaciones. Se trata de ubicar a la erotomanía como una locura, dentro de las pasiones, y por lo tanto en un plano que no podría situarse en las estructuras freudianas; pero también se trata de la conveniencia de separar del campo de las psicosis a los delirios pasionales en el intento de ser consecuente con la diferencia entre Postulado y Automatismo Mental realizada por G. Clerambault, a partir de la lectura que produce Lacan de este último mecanismo.

Los debates actuales en el campo de la psicopatología y del diagnóstico, provienen de la disarmonía con la que el psicoanalista se encuentra en relación con lo que la época actual le demanda y su “caja de herramientas”. Este estado de cosas exige que los psicoanalistas avancen hasta los límites mismos de su práctica y de su teoría.

Según J.J. Rassial, “el analista se ve interrogado entonces en lo más candente de su relación con el psicoanálisis, tentado de alejarse de él, pero sabiendo que sólo manteniendo su rectitud podrá responder a la situación, lo que no impide, al contrario, abordar esta clínica en su novedad, sin pretender reducirla a otra, más conocida, de los neuróticos o incluso a los misterios de los psicóticos.”[10]

Sostengo que éste es un problema epistemológico en el interior del campo del psicoanálisis, pero que surge de los lazos que el campo psicoanalítico mantiene desde su origen con el discurso psiquiátrico y el psicológico.

1.1-Un problema epistemológico: el diagnóstico y la clasificación psicopatológica

La cuestión del diagnóstico ha ocupado en primer lugar a los psiquiatras, durante todo el tiempo llamado de la “Psiquiatría Clásica”[11] que culmina con la era psicofarmacológica y la pretensión de unificar los criterios diagnósticos a través de la confección del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM). Parecería que en la actualidad, y con la difusión mundial del DSM en sus distintas revisiones y versiones, este problema ha dejado de interesar a los psiquiatras. Sus preocupaciones se centran ahora en el retorno de la especialidad al campo de la medicina, la neurología y la tecnología aplicada a la práctica médica. Por eso mismo, y a partir de la segunda mitad del siglo pasado, no hay avance en cuanto a las clasificaciones semiológicas alienistas, lo que demuestra la impotencia de los intentos de renovación. Hoy se toma como base nosográfica la clasificación kaepeliniana, hechas las modificaciones que fueron consensuadas mundialmente por los psiquiatras, especialmente en lo que respecta a la denominación de “trastornos”[12] para las entidades clasificadas.

Tampoco la llamada “psicopatología” ha hecho grandes avances en lo referente a esta clasificación psiquiátrica, limitándose a reproducir las grandes clases de enfermedades[13] y adjuntando algunas discusiones en cuanto a la inclusión de ciertos cuadros en uno u otro de estos conjuntos.

Ahora bien, no es posible situar una unidad de la psicopatología, ya que, en principio, no es posible reunir a psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas en un consenso epistemológico que permita unificar los diagnósticos y los modos de clasificación. Psiquiatría, psicología y psicoanálisis no tienen los mismos objetos, el mismo método y la misma lógica, y sus conceptos, aun cuando se trate de las mismas palabras, no se superponen. Por lo tanto, se hace necesario aclarar, cuando se trata de la psicopatología, si estamos hablando de la psicopatología psicológica, psiquiátrica o psicoanalítica.

Rassial[14] propone distinguir las diversas psicopatologías según estén ordenadas con base en la estructura, la forma o a la emergencia.
a) Psicoanálisis:
El psicoanalista se pregunta sobre la estructura clínica definida como la combinatoria singular de cierta cantidad de elementos.[15] Esta combinatoria produce un número finito de fórmulas posibles en las que se articula el sujeto con la demanda supuesta del Otro, lo que también determina una fórmula correspondiente a cada combinación de la posición en transferencia. Este modo de localizar las combinatorias, da como resultado un número de estructuras principales: neurosis, perversión, psicosis [16] especificadas por un tipo especial de negación: Verdrangung (represión) Verleugnung (renegación) Verwerfung (forclusión), respectivamente. Esto le sería suficiente al psicoanalista para su labor: evaluar la validez de la indicación de un análisis, formular o no la regla fundamental, anticipar la dirección de la cura, graduar las interpretaciones, etc.

b) Psiquiatría:
El segundo acercamiento a la psicopatología –el caso de la psiquiatría– es el de las expresiones que toman las distintas entidades. Este modo de ordenar la psicopatología choca con el inconveniente de que los modos de presentación no son finitos, y la prueba está en las innumerables ramificaciones que la nosografía psiquiátrica ha tenido a lo largo de los tiempos, ya que se enriquece con la observación y el proceso de elaboración es continuo. Esto ha llevado a los psiquiatras a ordenar sus clasificaciones por patognomonías, lo que tampoco ha resultado exitoso. Finalmente, como evidencia el DSM, los psiquiatras han optado por el consenso[17] y cierta intención de unificar lo que por definición es imposible de homogeneizar. Una vez más, la ciencia sutura aquello que insiste en permanecer agujereado.

Estas formas y expresiones que la psiquiatría clasifica, se ordenan en psicosis, neurosis y perversiones, demencias, psicopatías, patoneurosis, detenciones del desarrollo psíquico, adicciones, anorexia y bulimia. Cada clasificación agrega algunos datos, como por ejemplo la quinta edición de la clasificación kaepeliniana (1986), que es el esquema general que servirá de base a todas las que siguieron; ordena las enfermedades según sean adquiridas o congénitas y cada ítem se subdivide en innumerables subclasificaciones. El DSM clasifica los trastornos en dieciséis grupos, más un grupo adicional que incluye “otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica”. La categoría de neurosis desparece de la clasificación, mientras que permanece la de psicosis, sumándose trastornos de algunas conductas o hábitos (como el sueño, la conducta sexual o la conducta alimentaria), así como otros donde se nombran por el síntoma predominante: trastornos de ansiedad o trastornos disociativos.

c) La psicología dinámica:
Finalmente, es posible distinguir psicopatologías que dependen de la psicología clínica en el sentido de Daniel Lagache, que privilegia el enfoque dinámico de los conflictos inter e intrapsíquicos, así como el punto de vista psicogenético, donde la cuestión central es la emergencia, la realización de una estructura y su expresión. Este modo de clasificar incluye el momento del ciclo vital en el que un conflicto se desarrolla, el modo de duración de un conflicto, es decir, si es crónico o agudo, y la relación de dicho conflicto con la historia vital: si es reactivo, traumático, constitucional o una defensa.[18]

1.2- Qué enlace es posible entre la psiquiatría y el psicoanálisis

En esta tesis, he trabajado con un cuadro que deriva de la clasificación psiquiátrica: la erotomanía, utilizando como guía la fina descripción fenomenológica y semiológica realizada por los clínicos franceses, especialmente Clerambault, así como la distinción que en el seno de los delirios realizó la psiquiatría francesa: delirios en sector y delirios en red.

Se trata de una toma en consideración del fenómeno y de las precisiones realizadas por los psiquiatras franceses en cuanto a su observación. Tomar en consideración el fenómeno no es quedarse en la superficie, ya que los fenómenos no son más elementales que lo que subyace al conjunto de la construcción de toda la psicosis. Lacan precisa en el seminario III que se trata de la misma relación entre la hoja y la planta: “hay algo común a toda la planta que se reproduce en ciertas formas que componen su totalidad”[19]. Por lo tanto, el uso de la descripción semiológica de los psiquiatras es pertinente en psicoanálisis, pues se trata de partir del fenómeno para alcanzar la estructura que se realiza en ese mismo fenómeno. Un trabajo sobre la envoltura formal del síntoma.[20]

Según Bercherie[21], el proyecto de la psiquiatría clínica desembocó en pleno éxito en lo que respecta a la psicopatología. “Si nada ha podido agregarse después es probablemente porque no había gran cosa que hubiera sido dejada de lado”.[22] El problema no resuelto es, según este autor, el del diagnóstico de la “naturaleza” de la perturbación y, por ende, del pronóstico, de la evolucionalibilidad previsible, del futuro del paciente y de su enfermedad.
Bercherie señala que desde Pinel, la clínica psiquiátrica reposa sobre el postulado de que el cuadro clínico reenvía a una “esencia” que es su realidad, siendo esta esencia naturalmente concebida como un fenómeno material, y en este caso corporal, somática. Este postulado reposa sobre dos determinaciones: 1) el pensamiento empírico concibe el orden de los fenómenos como una cáscara opaca que recubre una esencia pura, la realidad última responsable de la primera; 2) es necesario otorgar una realidad tangible a los fenómenos psicológicos observados y recolectados. Por lo tanto, se les otorga la misma realidad que la del cuerpo. La locura es concebida como una enfermedad y el enfermo mental como el sujeto de un cuerpo enfermo.

Dice Bercherie: “Por ello mismo es que las demencias, los síndromes confusionales y las oligofrenias han servido de modelo a la conceptualización del resto de la patología mental, del cual, sin embargo una fosa los separa”[23].

Hubiera sido mucho más sencillo, seguramente, apostar por un modelo diferente para aquellos cuadros que constituyeron y constituyen la mayor parte de los problemas clínicos de la psiquiatría: las psicosis. Pero al querer pensarlos según el mismo modelo –absolutamente médico– de las “enfermedades”, el fracaso era inevitable.

Acuerdo con Bercherie cuando plantea que no se trata de mostrar el error de los clásicos, sino de extraer de ese mismo error una enseñanza: el enfoque clasificatorio lleva en sí mismo la clave del fracaso, pues tiende a hacer pasar, continuamente, desde el plano de la descripción y la clasificación de los mecanismos psicopatológicos al de las esencias.

Considero que la indicación que Lacan realiza con respecto a la enseñanza de Clerambault en el seminario III, muestra un camino a seguir a propósito del valor de las observaciones de los psiquiatras clásicos: él se fiaba mucho más de la observación de los clínicos que de lo que los psiquiatras teorizaban al respecto, ya que encontraba una disimetría importantísima entre uno y otro procedimiento. Pero aclaraba que a las observaciones, es decir, a los fenómenos, es importante situarlos en alguna de sus tres dimensiones: imaginaria, real o simbólica.

Con “los tres de Lacan”,[24] se puede hacer referencia a las descripciones psiquiátricas de síndromes y entidades, para sacar provecho de esas producciones clínicas y abordarlas como problemas con la lógica del psicoanálisis. Este abordaje transitará indispensablemente por un axioma en el psicoanálisis desde Lacan: no hay metalenguaje. Por lo tanto, se trata de trabajar con el supuesto de que el lenguaje, es decir, la estructura, está en el fenómeno mismo.

Analizar la estructura en el fenómeno implica no caer en el error de buscarla detrás de él. La estructura no es transfenoménica, sino que está en el fenómeno mismo. Cuando se dice que la estructura subjetiva de un caso es neurótica, psicótica o perversa, se dice en la medida en que esta estructura se verifica en los fenómenos. En este nivel se instala una discusión acerca de la parte y el todo, ya que al decir que la estructura está en el fenómeno, no es posible reducir un fenómeno a una de las partes que constituiría un Todo. Por lo tanto, no hay sumatoria de elementos análogos, ni relación de una parte a un Todo, sino una configuración compleja donde la misma estructura está presente de diversos modos y en distintos niveles, aún en el fragmento más pequeño. El elemento no es la parte de un todo, sino que en él se resume la estructura misma.
Así, pueden situarse las diferencias entre la psiquiatría y el psicoanálisis, ya que el crecimiento desmesurado de las clasificaciones psiquiátricas, sus ramificaciones y subdivisiones, encierran la pretensión de constituir un Todo, del que cada entidad, cada subclasificación sería una parte. No es casual que en psiquiatría se haya instalado periódicamente la discusión sobre la “Enfermedad única”. También el modo de construcción del DSM conlleva esta misma pretensión: incluir todas las partes para cerrar un Todo. La prueba está en que en sus clasificaciones incluye no sólo los casos “no especificados” sino también aquellos en los que “no se verifican trastornos”.

Freud comparó la clínica psicoanalítica con el método de Morelli:[25] lo más valioso se encuentra en el detalle posible de ser observado si no dejamos que el conjunto cumpla con su función de veladura. Este mismo procedimiento es el que aplica Lacan al fenómeno elemental en su seminario III, para encontrar en él la estructura misma de la psicosis. Se trata de un procedimiento “indicial” que plantea una especial relación con la lectura y la escritura: saber descifrar los rastros mudos, leer la letra que se escribe en el síntoma, clínica del detalle que puede desprenderse del conjunto que lleva al extravío, pero no es un minimalismo arbitrario, sino que se trata de captar las importancias de las pequeñeces para saber por dónde hay que cortar. Es el acto analítico el que produce finalmente un caso, al cortar el detalle; y este es el recorte que hace escritura.

En este punto, vuelvo a las consideraciones realizadas por Pura Cancina a propósito del cambio de registro. En ese corte están situadas las condiciones del pasaje a la escritura. No se trata de la acumulación minuciosa, que intenta suturar toda falta. Por eso, un relato clínico no es una interminable sucesión de datos biográficos ni tampoco la cronología exacta de una cura sin perder ningún detalle. El punto de partida es la diferenciación de esta aspiración al Todo sin fallas, es decir, la acumulación, y una práctica del corte, con la salvedad de que éste debe poder situarse en el punto preciso. Por esta razón, Lacan diferencia entre las producciones de los psiquiatras aquellas que han estado perdidas en el mar de la descripción y la acumulación y las que, como las de su maestro Clerambault, se han acercado más a un análisis estructural.[26].

2-¿Hay un referente empírico en la investigación en psicoanálisis?

En el seminario III, Lacan señala: “La experiencia freudiana no es para nada pre-conceptual. No es una experiencia pura. Es una experiencia verdaderamente estructurada por algo artificial que es la relación analítica, tal como la constituye la confesión que el sujeto hace al médico, y por lo que el médico hace con ella. Todo se elabora a partir de ese modo operatorio primero.”[27]

Lacan alerta acerca de la diferenciación entre la metodología del psicoanálisis y la de la psicología, pues no se trata de caer en el mito de la experiencia inmediata, que no tiene más privilegio que el de cautivarnos, como en cualquier otra ciencia. La alusión a la manera en que Freud y el psicoanálisis teorizan desde la experiencia, resalta que se trata de hacer intervenir otros recursos que van más allá de la empiria y no son captados de manera sensible. Por ejemplo, para seguir con el campo de la psicopatología, si Freud llega a distinguir de manera tajante las neurosis de las psicosis es porque ambas responden de modo diferente en la intervención psicoanalítica. Freud infiere que los mecanismos son diferentes en tanto el método psicoanalítico provoca en cada caso efectos opuestos. En lugar de comparar las neurosis y la psicosis en su estado “natural”, la experiencia del análisis introduce condiciones artificiales que permiten una más clara manifestación de su diferencia.
La primera definición que Freud da del psicoanálisis es la siguiente: “Un procedimiento de investigación de procesos psíquicos prácticamente inaccesibles por otra vía…”.[28] Se trata de los procesos inconscientes, sólo accesibles por el psicoanálisis. Pero Freud también define al psicoanálisis, fundado en el procedimiento de investigación de los procesos inconscientes, como un modo de tratamiento de los desórdenes neuróticos. Lo que se observa es que Freud no separa jamás la investigación de la práctica del análisis. Así como no hay saber a priori en la práctica analítica,[29] tampoco hay manera de realizar una clínica “pura” que no sea una investigación. Sólo en tercer lugar, Freud designa al psicoanálisis como “una serie de concepciones psicológicas adquiridas por este medio y que se desarrollan de forma conjunta para constituir progresivamente una nueva disciplina científica.”[30]

Se sabe que Freud ambicionaba hacer entrar el inconsciente en la ciencia, pero la paradoja reside en que esto es posible sólo bajo la condición de hacer estallar el concepto de ciencia. Cuando Lacan produce su retorno a Freud, lo hace diciendo que fue Freud mismo el que reinstaló la verdad en el lugar en que la ciencia la había rechazado. Esa verdad que devuelve al terreno de la racionalidad científica es la verdad del sujeto; verdad absolutamente singular que sólo puede decirse a medias.

Paul Laurent-Assoun recuerda la carta de Freud a Fliess en el año bisagra del nacimiento del psicoanálisis: “Desde que estudio el inconsciente yo mismo me he vuelto muy interesante”. [31] Assoun señala que, más allá de la humorada, se indica una especificidad epistémica del objeto del psicoanálisis: el inconsciente, como objeto de estudio tiene la particularidad de interesar al sujeto.

Freud pudo dejarse interesar por su objeto. Mientras la ciencia “normal” funda su condición de validez en el des-interés por el sujeto, en el psicoanálisis se trata de un saber que lleva al sujeto a quedar interesado justamente en su propia huella en el objeto. Este interés o encuentro del investigador en el mismo objeto de su investigación produce una disarmonía, un malestar que debe poder soportar el psicoanalista en sus investigaciones. Afirma Assoun: “el inconsciente mismo es para Freud –quien se reivindica más como “explorador” que como “pensador”– aquello que nos confronta desde adentro con esa misteriosa realidad que es preciso afrontar.” [32]

Hay un referente empírico en las investigaciones psicoanalíticas, sólo que este referente no tiene el mismo estatuto que otros referentes empíricos. En psicoanálisis se trata de la experiencia del análisis, experiencia donde está radicalmente interesado el propio investigador.

La clínica psicoanalítica –ese decir de un analista sobre el orden de razones de su práctica– se caracteriza porque el operador –el analista– no es un observador; está incluido en la experiencia y forma parte de ella. La inclusión del operador, vuelve a la clínica psicoanalítica un decir sobre una experiencia, a diferencia del experimento científico. Pero también en esta misma inclusión se puede explicar el horror que siente el analista ante su acto, ya que pierde hasta su nombre para convertirse en eso que hace parte de la estructura del analizante.

Hay un referente empírico en las investigaciones en psicoanálisis, sólo que este mismo referente en tanto real, está perdido. Se pierde en el mismo instante en que la clínica, la práctica y la teoría se anudan borromeanamente, único modo de situar algo de lo que pasa en un psicoanálisis.

2.1-Respecto de los Excursus Clínicos

He insertado tres “excursus clínicos” en el cuerpo de esta tesis: una fabricación de caso, una revisión de un caso clínico y la presentación de relatos clínicos provenientes de mi práctica como analista.

La intención de estos paréntesis en el recorrido de la investigación es aportar lo singular del caso a la necesaria formalización teórica requerida para una tesis doctoral.

Quiero aclarar que no se trata de ejemplos ni de demostraciones de lo teorizado, sino de una clínica que ha sido la causa de esta investigación. Por lo tanto, la singularidad aportada es aquella que me sitúa haciendo la clínica de mi práctica. Se trata de la singularidad de mi modo de reflexión, de mi “cliniquear”.

2.1.1La fabricación de caso
La fabricación realizada sobre los documentos publicados por A. Carotenuto a propósito de la relación Sabina Spielrein-Jung me permite recortar el caso Sabina. Efectivamente, se trata de una clínica bajo transferencia, en tanto se puede ubicar en una línea que va de Jung a Freud, de Sabina a Jung y a Freud y de quien escribe a Sabina Spielerein, a Freud y a Lacan. Entiendo que se trata de una línea transferencial que está balizada por estos nombres propios, entre los que se desplaza una transferencia de trabajo como relación particular con el discurso del psicoanálisis.
Además, en esta fabricación se trata de una respuesta a aquello que se llamó “un sucio escándalo”[33]. El escándalo muestra sin duda la falla en el Otro, y es precisamente en esa hiancia y desde esa falla, que parte la demanda de amor. Fabricar un caso de amor pasional allí donde el Otro se muestra fallado, no hace más que mimar la estructura donde se juega la pasión, en tanto respuesta a aquello que señala el significante del Otro barrado.[34]

Si Lacan ha hecho del sinthôme el paradigma de la invención, Pura Cancina ubica allí el hecho radical de la fabricación: “El sinthôme se fabrica”.[35] Sería importante poner en relación esta afirmación con otra de la autora: “Cuando yo pienso que la clínica es la fábrica del caso, lo pienso como el espacio, el encuentro, el terreno, donde formulamos, apuntamos a poner en fórmulas, pero al mismo tiempo, ficcionamos, porque fabricar es hacer ficción.”[36]

En la fabricación del caso Sabina hay dos cuestiones: la primera intenta cercar la verdad de la pasión amorosa; la segunda, se propone ficcionalizar[37] aquello que nos llega a través de documentos históricos y escritos autobiográficos de la misma Sabina. El resultado es la fabricación de un caso: El caso Sabina.

2.1.2. El caso Aimée
La revisión de un aspecto del caso Aimée, presentado en la tesis doctoral de Jacques Lacan, se propone comentar el modo en que Aimée utiliza el recurso erotómano en el curso de su paranoia. Para este excursus, utilicé como material la escritura del caso realizada por Lacan en su tesis y la reescritura que hace J.Allouch en su libro Margueritte, Lacan la llamaba Aimée. ¿Se trata de un solo caso o de dos?

El trabajo sobre los nombres que realiza Allouch, obliga a considerar la importancia de la nominación como operación de anudamiento. Dice Pura Cancina: “El concepto no se produce sino como nombre. O sea, al nombrarlo. Aquí yo recojo la importancia de la tradición nominalista en la fundación de la clínica psiquiátrica, en la tarea de casilleros que se propuso la clínica psiquiátrica, en el dar nombres a las entidades clínicas [...] si los nombres no provienen de las cosas, sino que es más bien a la inversa, las crean, es sólo por la vía de la formalización, esto es de las letras, que podemos atrapar un pedazo de real.”[38]

Es precisamente la intención de nombrar lo que le hace elegir a Lacan el caso Aimée para su tesis de doctorado, ya que el aporte de su tesis a la comunidad científica de su tiempo, es el nombre “Paranoia de autopunición”. En este sentido, diría que el aporte que Lacan realiza a Margueritte Anzie es nombrarla Aimée. Y quizás sea este mismo aporte el que le haga decir, ya en 1975, que se trata de un caso de erotomanía.[39]

En este Excursus me propongo considerar el “recurso erotomaníaco” y sus relaciones con la estructura, así como el momento específico en que fue utilizado por la enferma.

2.1.3. Los relatos clínicos: Excursus III
Los relatos clínicos presentados como Excursus III, presentan el problema del uso que un psicoanalista puede hacer en sus escritos de aquello que releva de su práctica analítica. Se trata de un problema que toca un punto muy delicado respecto de la posición que asume el investigador que adopta el campo de la clínica psicoanalítica para sus investigaciones. Se trata de la discreción necesaria para proteger aquello que le es brindado en las curas de parte de sus analizantes.

Si bien Freud ofrece algunas indicaciones sobre este tema, éstas no dejan de ser incidentales en cuanto a su teorización. Aconseja, trabajar especialmente sobre casos que no estén en el momento del trabajo en análisis. En Psicopatología de la vida cotidiana, refiere lo ocurrido en el caso Dora, uno de sus historiales. Freud comenta las vicisitudes de la nominación del caso y el incidente ocurrido en una conferencia cuando advirtió que en la primera fila se hallaba sentada una conocida de nombre Dora, hecho que lo decidió a cambiarle el nombre al caso clínico para esa ocasión.[40] Se trata de sostener la determinación que tales ocurrencias poseen, pues son ocurrencias del analista en el momento en que hace la clínica de su práctica.[41]

Uno de los aspectos que Allouch analiza de la tesis de Jacques Lacan es el modo en que pueden pensarse los cambios introducidos por éste en la historia de Marguerite Anzie. Son cambios absolutamente determinados por la relación que Lacan mismo estableció con la locura de la enferma y que, según demuestra Allouch, puede pensarse como una relación transferencial e iluminar la problemática de la transferencia en la psicosis.[42]

Allouch plantea también que: “Aunque disguste a los comités de ética [...] no es posible, cuando se trata de la locura, aislar el problema de la identificación del caso, del problema del caso mismo: no hay desde el punto de vista del análisis del caso ninguna esfera aislable, gobernada por una ética profesional, tal que la enunciación del caso deje a éste inalterado.”[43]

Me he visto, entonces, confrontada a un problema que llamaré de método, aunque también atañe a la naturaleza del objeto del que trata mi investigación: ¿Cómo presentar los relatos de mi práctica sin incurrir en faltas deontológicas ni alterar en forma inconveniente el caso de modo tal que no tenga sentido su inclusión?

Como este problema no presenta una solución consensuada entre los analistas, pues cada uno inventa una manera singular de tratarlo, he tomado la decisión de presentar recortes de casos de mi práctica con la intención de señalar en ellos ciertos “efectos sorpresa” que me llevaron a intentar una investigación sobre este tema.

Por otra parte, la selección realizada conforma una serie que pone en primer plano un aspecto estructural específico: la relación de las mujeres con el falo, y por sobre todo aquellos momentos en que esa particular relación se deshace, vulnera o vacila y sus consecuencias. Recortado así en la particularidad, queda para otros dispositivos de transmisión de la clínica psicoanalítica, la singularidad de cada una de las invenciones que estas mujeres analizantes realizaron para suplir el defecto estructural o el estado en que las sumió el desasimiento de la relación con el falo. Seguramente, se trata de que la lógica del No-Todo también afecta a las investigaciones que realizamos los analistas.

























[1] J. Lacan, “Apertura de la sección clínica”, Cuadernos de Psicoanálisis, año X Nº1. Ediciones Altazor, Buenos Aires 1980, pp. 17-23.
[2] Una definición fundamental del inconsciente lo postula como modalidad del saber: “El inconsciente es un saber no sabido”.
[3] Pura Cancina y otros, La fábrica del caso: La señora C., Homo Sapiens, Rosario 1997, p. 31.
[4] En “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Lacan sostiene:
“El analista también debe pagar:
- pagar con palabras sin duda, si la transmutación que sufren por la operación analítica las eleva a su efecto de interpretación;
- pero también pagar con su persona, en cuanto que, diga lo que diga, la presta como soporte a los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia;
- ¿olvidaremos que tiene que pagar con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo, para mezclarse en una acción que va al corazón del ser (Kern unseres Wesens, escribe Freud [6]): sería él el único allí que queda fuera del juego?” p. ……. El subrayado es mío.
[5] P. Cancina, La clínica psicoanalítica. Avances en teoría psicoanalítica, Nueva Visión, Buenos Aires 1986, volumen 1.
[6] Véase la nota al pie sobre nudo borromeo, en esta tesis, p.
[7] P. Cancina, La fábrica del caso...: “Esta es la importancia de situar que se trata de nudo y de cambio de registro, atravesamiento de barra que implica corte y no mera travesía de frontera.”, p.33.
[8] P. Cancina, Preguntas de la fobia y de la melancolía, Homo Sapiens, Rosario 1995, p. 93. El subrayado es mío
[9] P. Cancina, La fábrica del caso..., p. 34.
[10] J.J.Rassail, El sujeto en estado límite, Nueva Visión, Buenos Aires 2001.
[11] Paul Bercherie divide la historia de la psiquiatría en tres grandes períodos: 1) la primera psiquiatría clínica (las especies del género locura); 2) Los fundamentos de la nosología clásica; 3) la psiquiatría clásica (clínica de las enfermedades mentales. 1876 hasta 1910)
[12] En el DSM IV, cada trastorno mental es conceptualizado como un síndrome o un patrón comportamental o psicológico de significación clínica, que aparece asociado a un malestar (por ejemplo, dolor), una discapacidad (por ejemplo, deterioro en una o más áreas de funcionamiento) o un riesgo significativamente mayor de morir o de sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad. Además, este síndrome o patrón no debe ser sólo una respuesta culturalmente aceptada a un acontecimiento particular (por ejemplo, la muerte de un ser querido). Cualquiera que sea su causa, debe considerarse como la manifestación individual de una disfunción comportamental, psicológica o biológica. Ni el comportamiento desviado (sea político, religioso o sexual) ni los conflictos entre el individuo y la sociedad son trastornos mentales, a no ser que la desviación o el conflicto sean síntomas de una disfunción.
[13] Neurosis, psicosis, perversiones, psicopatías, caracteropatías, patoneurosis, etc.
[14] J.J. Rassial, cap. 10 “Momentos de locura”, op. cit., pp. 145-155
[15] Según P. L-Assoun, la tesis lacaniana dice, en efecto, que la relación del sujeto con el síntoma se articula en una escritura fundamental, lo cual determina a su vez su alcance de psicopatología fundamental. Véase Assoun, Lacan, Amorrortu, Buenos Aires 2004, p.133.
[16] Así como también un número finito de estructuras secundarias en el interior de estas tres.
[17] Cfr. DSM IV, “ El DSM-IV es una clasificación categorial que divide los trastornos mentales en diversos tipos basándose en series de criterios con rasgos definitorios. La formulación de categorías es el método habitual de organizar y transmitir información en la vida diaria, y ha sido el enfoque fundamental empleado en todos los sistemas de diagnóstico médico. Un enfoque categorial es siempre más adecuado cuando todos los miembros de una clase diagnóstica son homogéneos, cuando existen límites claros entre las diversas clases y cuando las diferentes clases son mutuamente excluyentes. Sin embargo, deben reconocerse las limitaciones del sistema de clasificación categorial.”
[18] Como ejemplo, puede situarse la clasificación del Manual de psicopatología de James Page (USA, 1982): 1) reacciones esquizofrénicas; 2) trastornos afectivos y suicidio; 3) reacciones neuróticas; 4) trastornos de la personalidad; 5)alcoholismo y consumo de drogas; 6) desviación sexual; 7) trastornos físicos con perturbaciones psicosociales asociadas; 8) trastornos de conducta en los niños; 9) desviación social.
[19] J. Lacan, Seminario III, clase 11 “La significación del delirio”, p. 33
[20] Véase el capítulo “Clerambault y la erotomanía”, en esta tesis.
[21] P. Bercherie, Los fundamentos de la clínica, Manantial, Buenos Aires 1986. p. 214.
[22] Ibidem.
[23] Ibidem, p.215.
[24] P. L-Assoun dice “ Con la ayuda de esta trilogía, Lacan cierra el puño, en cierto modo sobre la materia analítica.”, Lacan, p.53.
[25] Giovanni Morelli, médico italiano que a fines del siglo XIX produjo, bajo el seudónimo de Ivan Lermoliefff, una revolución en los museos de Europa al revisar la autoría de diversas obras pictóricas, distinguiendo las copias de los originales y revelando la particularidad de cada artista.
[26] Veáse en la reseña de Gaitan de Clerambault, su otra gran pasión: el estudio del “detalle”de los pliegues en la vestimenta de las mujeres árabes, en esta tesis.
[27] J. Lacan, Seminario III, clase 1 “Introducción a la cuestión de las psicosis”, p.18.
[28] S. Freud, “Psicoanálisis y teoría de la libido” (1923), Obras Completas
[29] Cabe recordar que Freud recomendaba suspender todo saber ante cada caso nuevo.
[30] S. Freud, “Psicoanálisis y teoría de la libido”
[31] Carta del 3 de diciembre de 1897.
[32] P.L.- Assoun, Introducción a la metapsicología freudiana, Paidós, Buenos Aires 1994, p.27.
[33] Véase “Excursus clínico I: El caso Sabina Spielrein”, en esta tesis.
[34] Véase el capítulo “Las pasiones”, en esta tesis.
[35] P. Cancina, La fábrica del caso I: La señora C., p.40.
[36] P. Cancina, La fábrica del Caso II : Los personajes de Ernesto Sábato, p.17.
[37] “La exactitud se distingue de la verdad y la conjetura no excluye el rigor [...] La verdad es definida por Lacan como imaginariamente simbólica [...] Verdad que tendrá la estructura de la ficción y que sitúa como fantasma la adecuación improbable a una realidad imposible”, Nota de la dirección de la revista Cuadernos de psicoanálisis, año X, Nº1.
[38] P. Cancina, La fábrica del caso I, la señora C., p.41.
[39] J. Lacan, Seminario Conferencia en la Universidad de Yale, 24 de noviembre de 1976, inédita.
[40] Psicopatología de la vida cotidiana, capítulo: “Determinismo, superstición…”, p
[41] Para un análisis detallado del incidente comentado por Freud, véase P. L.-Assoun, Freud y la mujer.
[42] J. Allouch, Marguerite, Lacan la llamaba Aimée, Epeele, México 1995,capítulo 2: “El acto de censura-ese sería el hecho que su función más aparente oculta (el respetar una regla deontológico)-certificaría el carácter sostenido de la posición de Lacan dentro del caso.”, p.56.
[43] Ibidem, p.55