Intervención realizada en el Curso de Posgrado: El diván en Psicoanálisis. Jueves 6 de Septiembre 2007. 18hs.facultad de Psicología. UNR
Marité Colovini
1- El uso del diván no define al psicoanálisis:
Agradezco a Celeste Ghilioni la invitación, ya que preparar lo que hoy vengo a decirles me llevó a recordar tramos muy queridos de mi historia.
Además, una de las razones por las que estoy acá, es que Celeste, la organizadora de esta actividad, fue alumna de un Seminario de Posgrado que dictamos con Alicia Alvarez en el año 96, llamado “Psicoanalistas sin diván”.
Ese seminario fue el resultado de un trabajo conjunto en el que intentábamos pensar y formalizar con las herramientas del psicoanálisis, las prácticas que realizábamos.
Alicia trabajaba desde la Secretaría de Promoción Social de la Municipalidad de Rosario en el barrio Las Flores con un equipo conformado por profesionales pertenecientes a diferentes discursos: Ciencias de la Educación, Psicología, Psicoanálisis, Trabajo social; y yo estaba trabajando como instructora de la residencia de Psiquiatría de la UNR y también de la Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental de la Provincia de Santa Fe. La idea era interrogar estas prácticas con las herramientas del psicoanálisis, y también pensar en qué punto estas prácticas excedían, interrogaban, o enriquecían el discurso del psicoanálisis.
En esta tarea fue que nos encontramos con el título de un libro, de un psicoanalista francés, Racamier : “ El Psicoanalista sin diván”, lo que resultó de gran alegría para nosotras, porque así le dimos en llamar al Seminario de Pregrado y al Seminario de Posgrado que dictamos.
Y… ¿Por qué nos alegró tanto este título? Una característica importante de las prácticas comunitarias que intentábamos formalizar, era que los dispositivos en los que trabajábamos no incluían el uso del diván.
Nosotras no fuimos por el camino de resaltar lo que no se compadecía con el dispositivo asociación libre-interpretación, ya que ese dispositivo es el que Freud inventa para la cura de las neurosis; sino que iniciamos un recorrido a partir de preguntarnos qué era posible en esas prácticas.
En "Los caminos de la terapia analítica", Freud expresa un anhelo que hoy mantiene plena vigencia. Se trata de una conferencia pronunciada en el 5º Congreso de Budapest:
"Quisiera examinar con vosotros una situación que pertenece al futuro, y que acaso parezca fantástica. Sabéis muy bien que nuestra acción terapéutica es harto restringida. Frente a la magnitud de la miseria neurótica que posee el mundo, nuestro rendimiento terapéutico es cuantitativamente insignificante.
Supongamos que una organización cualquiera nos permita aumentar de tal modo nuestro número que seamos bastantes para tratar grandes cantidades de enfermos. Es de prever que se despertará alguna vez la conciencia en la sociedad y se advertirá que todos tienen derecho al auxilio del psicoterapeuta como al del cirujano. Se crearán entonces Instituciones Médicas en las que habrá analistas, el tratamiento sería naturalmente gratis. Se nos plantearía entonces la labor de adaptar nuestra técnica a las nuevas condiciones .Pero cualquiera sea la estructura y la composición de esta psicoterapia, sus elementos más importantes y eficaces continuarán siendo, desde luego, los tomados del psicoanálisis propiamente dicho, riguroso y libre de toda tendencia".
Vemos que Freud habla de cuestiones que tienen un sesgo práctico pero también otras que son del orden de la especificidad de la práctica analítica. Es en éste punto en donde nos plantea que no hay que ceder.
Se trata, nos dice de practicar el psicoanálisis “libre de toda tendencia”.
Esto quiere decir que hay condiciones específicas para la práctica del psicoanálisis, sin las cuales no se lo practica; pero esas condiciones son de fundamento, no son cuestiones de la “técnica”.
Una vía que nos permitió avanzar fueron los seminarios y los textos de Anabel Salafia y Norberto Ferreira , quienes en ese momento comenzaban a plantear que el psicoanálisis era una práctica de discurso. Esto nos llevó directamente al seminario XVII de Lacan.
Si uno empieza a pensar al psicoanálisis como la práctica de un discurso, caen los obstáculos que devienen de considerar al psicoanálisis como una técnica, pero claro, se generan otros problemas.
Por ejemplo: ¿Qué implica decir que el psicoanálisis es una práctica de discurso?
La formalización que hace Lacan de los discursos se inscribe en un momento muy particular. Cuando dicta el seminario XVII ya tiene 17 años de seminarios, además ya se ha producido respecto a él mismo y a su enseñanza la “excomunión” de la Internacional Psicoanalítica. Por lo tanto, Lacan está en condiciones de poder situar coordenadas respecto al psicoanálisis que no lo atan a las enseñanzas ni a los “requerimientos” de la Internacional, respecto a la práctica del psicoanálisis. Lacan tiene la posibilidad de plantear que “no hay la cura tipo”, también ya ha planteado “las sesiones cortas” que son sesiones de un tiempo que se pone en relación justamente con lo que “pasa” allí en la sesión, y no en función de una duración preestablecida; y también ya ha presentado los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
Lacan puede formalizar la teoría de los discursos cuando ha dicho en el seminario XI que una cosa es el inconciente freudiano y otra cosa es “el nuestro”, cuestión que es sumamente interesante, ya que si bien Lacan sin Freud no hubiera sido “Lacan”, Lacan no continua ni complejiza la enseñanza de Freud, sino que retorna a él y lo que intenta es poner en su justo término el impacto del decir de Freud, se dirige al decir de Freud y a lo que eso produjo, no a los dichos o a los enunciados freudianos. Esto es lo que quiere decir que el ICC, si bien está estructurado como un lenguaje, necesita de un artificio, para ordenarse en discurso. Si el psicoanálisis es una cura por la palabra, es por la palabra dicha y por el modo en que al decir se realiza lo no realizado. Por lo tanto, se trata de una praxis que no tiene otro fin que realizarse como tal: un modo de tratar lo real por lo simbólico.
Considerar al psicoanálisis como una práctica de discurso deviene de situar que no se trata simplemente del campo del lenguaje y de la palabra, sino que se trata fundamentalmente del decir, tanto que Lacan plantea el discurso como una estructura que puede ser sin palabras. El discurso como estructura responde a una legalidad en la que el sujeto se localiza.
Según Ricoeur , el discurso se produce como “suceso”: algo que ocurre cuando alguien habla. El discurso se realiza temporalmente y en el presente, porque el suceso consiste en la llegada al lenguaje de un universo a través del discurso. En este sentido, el discurso no sólo tiene un mundo, sino también tiene al otro, el suceso es el fenómeno temporal del intercambio: el establecimiento del diálogo, que puede iniciarse, prolongarse o interrumpirse. En este marco es conveniente destacar que discurso viene de 'discursus', que en latín proviene del verbo 'discurrere', que significa correr de aquí y allá.
Lacan establece 4 lugares, 2 barras, 4 términos y una ley de combinatoria. Los términos se ubican en distintos lugares y según en qué lugares se ubican podemos hablar de los 4 discursos que Lacan planteó: el del amo, el del universitario, el de la histérica y el del analista. Luego Lacan ubica dos perversiones del discurso (se trata de “discursos” que no respetan la ley de la combinatoria) que plantea como discurso de la ciencia y discurso capitalista.
Entonces: ¿Qué significa la práctica de un discurso? Podríamos decir que significa saber hacer con los términos, es decir: saber en qué lugar se ubican los términos y cual es el discurso del que se trata.
Una de las primeras veces que Lacan habla de lo que es una práctica de discurso es en el seminario La transferencia. Lacan trabaja el Banquete de Platón, y cuando comenta el discurso de Eriximaco y Aristófanes, dice que Eriximaco está tratando de “acercar el discurso a lo real”. Es ahí donde está situando qué quiere decir “práctica de discurso”. En el momento en que se pregunta que es lo que busca Sócrates con lo que hace, entonces él dice: “lo que busca Sócrates es el manejo de la cosa, el dominio de la cosa”, porque de lo que se trata en los discursos es de estar siempre dando vueltas a algo de distintos modos, y en ese darle vueltas a algo es que se puede esperar alguna consecuencia.
Así es como lo presenta en el Seminario La transferencia, donde Lacan homologa la posición de Sócrates con la posición del analista. Va a situar que hay algo respecto a la posición y al lugar que en realidad es atópico, es decir que el analista opera como Sócrates desde un no- lugar.
Entonces, avanzando por esta vía, es posible pensar que el psicoanálisis como tal no se define por el uso de tal o cual dispositivo sino que se define por qué termino va a qué lugar en el discurso. El “saber hacer” del analista estaría justamente ahí, es decir, no se trata de un saber “sobre” el otro, sino que es un saber que le permite hacer con el giro de los discursos y con la disposición de los términos en cada uno. Además, recordemos que Lacan nos dice que es en el giro de los discursos donde puede advertirse la razón: “el amor surge allí”. ¿Será que se trata de una razón que puede llamarse deseo? Lo que también nos dirige a reflexionar qué es lo que sucede cuando los discursos no giran.
Michael Vappereau plantea que el psicoanálisis puede introducir la necesidad de discurso. Esto podría pensarse como el “arte” del psicoanalista. Producir la necesidad de discurso…para que el psicoanálisis tenga lugar.
Anabel Salafia en un seminario trabaja precisamente como ejemplo el sueño de la joven homosexual donde ella le dice a Freud que sueña que se va a casar y va a tener hijos, Freud piensa: “me engaña”, entonces allí se le aparece una pregunta interesante ¿Cómo puede el inconciente mentir, engañar?
Salafía sitúa respecto a esto, que si Freud en lugar de pensar que la paciente estaba intentado engañarlo a él, hubiera tomado el engaño que aparecía en ese sueño en su valor de mensaje, si hubiera podido sancionar el valor del mensaje dicho en el sueño, otros quizás hubieran sido los avatares de este tratamiento.
Es decir: una cosa es el mensaje como tal y otra cosa es el contenido del mensaje, este sueño de la joven homosexual dice en términos de mensaje acerca de la posición inconciente de la joven homosexual, pero ésto la joven homosexual no lo sabe, entonces hay un decir que se dice en el sueño y ese decir es lo que vale, pero ese decir es lo que tiene que volverle a la joven respecto a su posición inconciente: “ser engañada” sería la posición inconciente de la joven, no es que ella se presenta a Freud como tal.
Hay una diferencia entre suponer que la joven homosexual quería engañar a Freud y tomar el sueño en relación a lo que ese sueño está diciendo, el sueño habla de una promesa no cumplida; esto podría haber conducido el análisis a la posición de la joven homosexual respecto a su padre.
También es cierto que para que se establezca la transferencia es necesaria la sanción del mensaje contenido en el sueño, en este ejemplo me parece que se puede ver la diferencia entre el inconciente freudiano y el inconciente a partir de Lacan, y a la vez poder pensar a partir de un discurso sin palabras otro tipo de práctica. Por lo tanto, que en el psicoanálisis se diga , más allá de toda intención de comunicación, supone un otro capaz de responder, esto ocurre contando con el campo del Otro, como lugar de la palabra y ese decir, ese decir a otro que ocupa el lugar del Otro en transferencia, produce efectos que se verifican en lo real.
2- La función del diván en el dispositivo para la cura de la neurosis:
Retomando el tema que nos convoca, yo creo que el diván tiene una función importante cuando se trabaja con el dispositivo asociación libe- interpretación. Si bien el psicoanálisis no se define por el uso de este dispositivo sino por el discurso que se practica, esto no excluye la necesariedad de pensar la función que cumple el uso del diván en el dispositivo para la cura de la neurosis.
Lo primero que dice Freud del uso del diván es que a él le resultaba insoportable estar tantas horas frente al paciente, le resultaba insoportable sostener tantas horas la mirada; pero rápidamente dice otras cosas más interesantes, no es solamente esta molestia el inconveniente, sino que la expresión de su rostro pueda proveer al analizante de ciertas indicaciones susceptibles de ser interpretadas.
Freud, refiriéndose al uso del diván, expresa: “Este procedimiento tiene por resultado impedir que la transferencia se mezcle con las asociaciones del paciente, aislando la transferencia de manera que la vemos aparecer en un momento a modo de resistencia”. Sólo en ese punto, cuando la transferencia se manifiesta en su estado de resistencia es cuando el analista puede interpretar. Por lo tanto, podemos decir que la principal razón que encontramos al uso del diván se debe a la estructura de la transferencia.
También podríamos decir que el uso del diván es un resto de una práctica que Freud había abandonado, porque usaba el diván cuando trabajaba con la hipnosis.
Pero ya en el texto La iniciación del tratamiento, lo que Freud plantea es que el objetivo del uso del diván es que se pueda disolver la pregnancia de lo imaginario de la transferencia, para que el analista pueda distinguirla en esos momentos de pura emergencia de lo que el analizante dice.
A la vez, si bien el analista tiene que estar situado en el lugar de agente de la transferencia, él no es el actor principal. Que el paciente no vea al analista mientras asocia, opera también en el sentido de que el analista, la persona del analista, pueda sustraerse y no mostrarse.
Finalmente, la indicación del “paso al diván” es un acto que reproduce el inicio del psicoanálisis, así es que el psicoanálisis se reinventa cada vez. .
Pensemos dónde Freud comienza a practicar el dispositivo asociación libre- interpretación. Es en la cura de las histéricas, y vemos que Freud, con sus enfermas procede de un modo diferente al proceder del clínico con el cual se fascinó: Charcot.
Freud rechaza el espectáculo montado por las histéricas para que aparezca la “Otra escena”. Por eso, digo que la razón que depende de la estructura de la transferencia tiene que ver con el intento de desvanecer lo imaginario para que aparezca la transferencia simbólica, la transferencia en relación con el discurso. Privilegiar al habla, en términos freudianos se acompaña de cierta reducción de lo visual o escópico.
Podemos pensar la imagen como una trampa para el sujeto. Lacan, en el Seminario X dice que cuando el sujeto va avanzando hacia el deseo con lo que se encuentra es con la imagen y ahí queda capturado. Es la evocación de Narciso mirándose en las aguas del lago. A partir del campo visual comandado por el ojo lo que se instituye es la relación del sujeto con el otro imaginario. Precisamente esta relación es la que Lacan en el estadio del espejo va a situar como una relación de desconocimiento, desconocimiento justamente del deseante y del deseable.
Es interesante poder reducir el campo que nos lleva al desconocimiento, porque podríamos decir que en el análisis se trata de ir en contra de ese desconocimiento y mostrar que detrás de ese objeto que el analista puede representar como objeto de amor, lo que tiene que poder surgir es la interrogación sobre el deseo. Para eso es necesario poder pensar el recorrido de un análisis en un tiempo que va del amor de transferencia al desengaño de ese mismo amor ¡Qué destino! Porque a veces uno comienza un análisis justamente por un desengaño amoroso y en el análisis va a hacer el mismo camino. Lo que en los inicios se construye con amor de transferencia, tiene que caer en algún momento para que el análisis pueda finalizar. Estoy hablando específicamente de la cura de un neurótico, no sucede lo mismo cuando se trata de la cura de un psicótico.
Entonces, cuando el analizante se acuesta en el diván, se desvanece el soporte de la imagen del otro, el i (a), y es por ello que puede aparecer el ideal del Otro, I (A). También sobre el Ideal del yo opera el análisis.
Disminuir la pregnancia de lo imaginario no tiene otro objetivo más que desacelerar la función del desconocimiento yoico, para que pueda emerger el discurso del Otro. Ahora bien, que se acueste alguien en el diván no garantiza que esto se produzca, solo es una manera de favorecerlo. Cuando lo que encontramos es que algo que antes ocupaba el lugar de la imagen del semejante ya no lo ocupa, tenemos que pensar: ¿Qué va ahí? A ese lugar no ocupado: ¿Qué es lo que va?
La indicación que Freud le da a los pacientes y que presenta en “Consejos al médico” como modo de enunciar la regla fundamental, es hacer pasar imágenes a palabras, indicación que vuelve a situar el lugar fundamental otorgado por Freud al discurso y no al yo, que siempre “desconoce”.Recordemos que Freud les pide a los pacientes que digan todo lo que se les ocurre, aún cuando parezca inconveniente o censurable, o tonto. ¿A quién sino al yo del paciente le puede parecer inconveniente, censurable o tonto lo pensado?
Hay pacientes que se dan vuelta cuando están en el diván, y para estos pacientes es evidente que el no disponer de la imagen del otro opera como una privación, esto nos habla de que la pulsión escópica cumple un papel importante para ellos.
Lacan en el seminario XI da algunas indicaciones interesantes respecto a la pulsión escópica y a la mirada como objeto a. La reciprocidad de mirar - ser mirado es una coartada para el sujeto, por lo tanto, justamente el uso del diván produce un corte en la disposición de las entrevistas preliminares: ojo a ojo, cuerpo a cuerpo, imagen a imagen. Produce un corte en la reciprocidad, y este corte, según Lacan, implica justamente una postura ética. Si no hay simetría entre el sujeto y el Otro, no hay que favorecer ni siquiera el engaño de esta simetría. Hay que cortar esta reciprocidad de mirar- ser mirado, elidir el “él mira” para poder darle importancia al “hacerse mirar”.
Verdaderamente se manifiesta en el nivel escópico lo que es la actividad de la pulsión sexual. Correlativo a la lógica del proceso analítico el analista va a ser colocado por el analizante, en ese punto desde el cual el sujeto se ve amable, o sea en el Ideal del yo. El hecho de acostarse en el diván no le va a impedir al paciente “mostrarse”, porque precisamente es al Ideal del Yo al que va a dirigir el habla y el sujeto se va a encontrar en esta posición de mostrarse amable para el Otro. Esto sería el tramo del análisis en el cual podríamos situar el amor de transferencia, con la salvedad que hace Lacan de que es amor dirigido al saber. Aún este amor dirigido al saber, va a operar una equivalencia entre el Ideal del yo y el Sujeto supuesto al Saber.
Entonces, el sujeto se muestra, se hace ver amable, se presta entonces al saber del Otro, y es esta analogía de la estructura la que permite que el amor de transferencia como resultado de la instalación del Sujeto supuesto al Saber, engañe, teniendo en cuenta que enmascara justamente el “ello mira”; y lo enmascara porque el amor es una muy buena coartada, una muy buena defensa contra la angustia, tanto que hay angustia cuando se pierde el amor. El amor viene a velar que en realidad de lo que se trata es de la presencia del objeto, y es el objeto a que queda oculto tras el Ideal el que a partir de una operación que Lacan adjudica al deseo del analista tiene que poder empezar a desocultarse.
O sea que podríamos situar que la utilización del diván es algún modo de decirle No a la confusión entre el Ideal del yo y el objeto, confusión que en Psicología de las masas se va a situar como análoga a la de la hipnosis, enamoramiento- hipnosis y constitución de la masa.
Entonces, si bien el diván fue utilizado por Freud en un comienzo para el sueño hipnótico, podríamos decir hoy que el diván también puede ser utilizado para ir en el sentido inverso a la hipnosis, justamente para promover la disyunción entre el Ideal del yo y el objeto.
3. No hay cuestiones técnicas, sino posición ética:
Para finalizar, quiero contarles que con mi compañero de mesa: Omar Amorós, empezamos a estudiar Psicoanálisis cuando estábamos en cuarto año de la Facultad de Medicina, luego hicimos la residencia de Psiquiatría.
Los inicios de la práctica en el Hospital Psiquiátrico, me permitió, entre otras cosas, no atarme a lo que se llama “encuadre”.
En un Hospital Psiquiátrico es imposible que uno se ate a algún encuadre. Los manicomios responden sólo a un “encuadre”, que es social: la segregación del loco.
Así es que estos inicios, esta experiencia en relación a la locura y a la institución, hicieron que me confrontara con la necesariedad de tener mucha flexibilidad en cuanto al modo de trabajar.
Comenzar nuestra práctica encontrándonos con la psicosis, implicó también que tuvimos que aprender a situar otros problemas, otros dispositivos y modos de trabajo diferentes que el psicoanálisis de la neurosis.
Hace un tiempo, yo trabajaba en un edificio de consultorios, y una paciente psicótica que atendía un colega, concurría con varias horas de antelación de su horario al edificio. Recorría los distintos pisos del edificio y era conocida por todos los profesionales. Muchas veces me la encontraba en la cafetería y se entablaba una conversación siempre igual: me saludaba, me pedía un cigarrillo y luego me hablaba del clima, siempre era lo mismo. Conversando con el analista que la atendía, lo que pudimos pensar es que evidentemente esta paciente había encontrado un lugar de alojamiento, más allá del lugar de alojamiento que el espacio de la cura con su analista le ofrecía y usaba el día que tenía que venir a consulta al máximo, es decir: iba ensayando el modo en que en ese lugar que la podía alojar, podía tramar algún lazo social.
Esta me pareció una viñeta interesante, porque justamente permite pensar la importancia de la referencia institucional para los pacientes psicóticos. Muchas veces me fue demostrada la importancia que la institución adquiere para la psicosis. Pierre Legendre, en su libro: “El crimen del cabo Lortie” habla de lo institucional en el sujeto, planteando que lo institucional produce una mediación en la relación del sujeto y el Otro. Tratándose de la psicosis, que esté la posibilidad de la mediación es sumamente importante. Y en el caso de ésta paciente, lo que funcionaba como mediación, como espacio mediador, era efectivamente la sala de espera, la cafetería, el encuentro con otros profesionales.
Se trata, entonces, de poder pensar nuestra práctica tomando como orientación que suponemos un sujeto, sujeto no substancial, no ontológico, sino el que es efecto del significante y se produce cuando alguien le habla al otro en transferencia.
Pensarla de éste modo, nos acerca a concluir que en la práctica del psicoanálisis, no hay cuestiones técnicas, sino que se trata del ejercicio de una ética.
viernes, 21 de noviembre de 2008
::“El diván en Psicoanálisis”
Etiquetas:
bibliografía
Suscribirse a:
Comment Feed (RSS)
|