domingo, 6 de mayo de 2012

HOMENAJE A SIGMUND FREUD EN EL ANIVERSARIO DE SU NATALICIO


Una dedicatoria amorosa, un reproche, un mandato y la respuesta freudiana.

Por    Marité Colovini


En 1891, cuando Freud cumplió 35 años, su padre le hizo un regalo inusual. Había encuadernado en cuero la Biblia Philippshon que Sigmund estudió en su niñez y ahora se la daba con una elaborada insripción hebrea compuesta por él directamente en melitzah, un mosaico de fragmentos y frases de la Biblia hebrea así como de la literatura o la liturgia rabínicas, unidos para constituir una nueva exposición de lo que el autor quiere expresar en el momento. Melitzah, efectivamente, recuerda el deseo de Walter Benjamin de escribir algún día una obra compuesta en su totalidad de citas. En todo caso, fue un artificio literario ampliamente empleado en la poesía y la prosa medievales hebreas, luego a través de la Haskalah y hasta por escritores decimonónicos, tanto modernos como tradicionales.

Lo que sigue es una traducción de la dedicatoria, deliberadamente literal y por lo tanto ásperamente no literaria de Yosef Hayim Yerushalmi, autor de El Moisés de Freud, judaísmo terminable o interminable, Nueva Visión, 1996.


Hijo que es querido por mí, Shelomoh. En el séptimo entre los días de los años de tu vida el espíritu del señor comenzó a moverte y habló dentro de ti: anda, lee en mi Libro que he escrito y se abrirán repentinamente para ti los manantiales del entendimiento, el conocimiento y la sabiduría. Mira, éste es el libro de los Libros, del cual excavaron los sabios y los legisladores aprendieron conocimiento y juicio. Una visión del Todopoderoso tuviste. Escuchaste y te empeñaste en hacer, y te remontaste en las alas del espíritu.
Desde entonces el libro ha estado depositado como los fragmentos de las Tablas en un arca junto a mí. Para el día en que tus años completaron los cinco y treinta le puse una cubierta de nueva piel y lo llamé: “¡Maná, oh pozo, y vosotros cantadle!”
Y te lo obsequié como recuerdo y señal de amor de tu padre, quien te ama con eterno amor.

Jakob Hijo de R. Shelomoh Freid (sic)
En tu ciudad capital, Viena, 29 Nisan (5) 631, 6 de mayo de 1891.

Según Yerushalmi, la dedicatoria es preciosa por hacer sido escrita en melitzah. Deben entender que al escribirla Jacob Freud no tuvo que buscar palabras y frases apropiadas en una concordancia bíblica o talmúdica. Debido a su formación, conocía íntimamente, de memoria, los textos que utilizó. En la transposición de una cita al texto original (en éste caso canónico) a uno nuevo, el significado del contexto original puede conservarse, modificarse o subvertirse. En todo caso, el contexto original se arrastra paralelamente como una presencia interlineal invisible y los lectores, como el escritor, deben conocer esas asociaciones si quieren saborear plenamente el nuevo texto.
La dedicatoria está encuadrada simétricamente, en la primera y la última línea por expresiones de amor. También se recuerda una promesa, (que según Yerushlami debe haber sido hecha por Sigmund a su padre a los siete años, cuando comenzó a ser enseñado por él con la lectura del Libro de los Libros) , promesa que fue ampliamente cumplida y que Jakob elogia. Sin embargo, en algún momento, Sigmund abandonó el Libro y éste fue “depositado como los fragmentos de las Tablas” junto al padre. Efectivamente, la Biblia Philippsohn fue dejada por Sigmund en el hogar paterno. Ahora, renovada su encuadernación, el padre le entrega como regalo un segundo “par de tablas”. Si el primero fue hecho añicos por la cólera de Moisés, darle la Biblia por segunda vez, ¿representaba para Jacob haberse sobrepuesto a la cólera y la ira y un llamado a regresar a la Biblia, a regresar al Padre como señal de amor?
Jacob Freud muere el 23 de octubre de 1896. Freud visita Roma en 1901. Allí, en San Pietro in Vincoli, se enfrenta por primera vez con el Moisés de Miguel Angel y se queda horas contemplando la estatua. En 1914 publica El Moisés de Miguel Angel en la revista Imago. La interpretación de Freud descubre a un Moisés que puede contener su ira, aferrando y protegiendo las tablas justo cuando están a punto de caer. Quienes han realizado estudios biográficos de Freud sostienen que, como en los dos años que precedieron a ese ensayo Freud había sufrido las defecciones de Stekel, Adler y especialmente Jung, su obsesión por la estatua mostraba una profunda identificación con el Moisés de Miguel Angel tal como ahora lo entendía. El mismo estaba luchando con sus sentimientos de furia por las traiciones.
En palabras de Freud, Moisés “recordó su misión y en bien de la misma renunció a ceder a sus sentimientos” y obtuvo “el logro mental más elevado que es posible en un hombre, el de, luchar con éxito contra una pasión interior en bien de una causa a la cual se ha consagrado”.
Ahora bien, en el mismo ensayo, Freud dice: “Cuantas veces subí los empinados escalones desde el poco acogedor Corso Cavour a la piazza solitaria donde se yergue la desierta iglesia y traté de soportar el airado desdén de la mirada del héroe! A veces me arrastraba cautelosamente fuera de la semipenumbra del interior como si yo mismo perteneciera a la turba hacia la cual se vuelven sus ojos-la turba que no puede mantener con firmeza ninguna convicción, que no tiene fe ni paciencia y que se regocija al recuperar sus ídolos ilusorios”.

Entonces, hay identificación a Moisés, pero también hay identificación con la “turba”. Freud no se siente afuera de la “masa” ,pero eso no hace que se desresponsabilice por sus acciones.
En todo caso, podemos situar el tratamiento que Freud le fue dando a aquello que lo marcaba como judío, sin caer en la adoración al Padre, pero también, sin dejar de amar a quien fue su padre de carne y hueso. Allí, no hay “obediencia diferida”, sino reconocimiento del deseo del padre, pero para orientarse por un deseo propio.

Hay momentos en que en los colectivos de analistas las traiciones, las desviaciones, las negociaciones y los embates segregatorios hacen emerger sentimientos como la cólera y la ira. Son aquellos momentos en que Tánatos vence a Eros .
También en "esos tiempos" la venganza parece el único camino, con el efecto de la muerte de los jóvenes. (Quiroga, C. ; 2007)

Freud respondió a la "Carta abierta" de Maylan (en la que l éste lo desafiaba a responder a sus impiadosas críticas) con la cita de Calibán en La tempestad de Shakespeare: "Me enseñaste el lenguaje y el provecho que saco de él es que sé cómo maldecir".

El odio, como el amor, se dirige al ser. ¿Cómo desarmarlo?


Volver a Freud, volver a la lectura de sus textos, retornar al decir de Freud, y dimensionar sus efectos en nosotros mismos, es quizás la única manera de “no dejarse sorprender por la maldad y la estupidez humana”, porque contamos con ella.

27 de septiembre de 2009. (en el inicio de Iom Kipur ,"Día de la Expiación").