Por
Eric Laurent –
Fuente: Revista digital Consecuencias Nº 7
Partamos
del término "la clínica" en singular. Jamás ha sido cierto que la
clínica haya podido decirse en singular en la historia, pero particularmente
hoy, sin duda, no se dice en singular.
Las disciplinas clínicas o aquellas que se reclaman con una aproximación
clínica son múltiples, multiformes, hablan en lenguas yuxtapuestas,
superpuestas, incompatibles a veces; podría decirse que estamos en la época de
una "multiclínica" del mismo modo que hay el multiculturalismo. Ese "multi", igualmente se
inscribe en la época de una cierta incredulidad respecto de la clínica. Por
ejemplo, en uno de los lenguajes de la clínica, la epidemiología psiquiátrica,
la clínica dura el espacio de la edición de un volumen del DSM. Se sabe que
entre el DSM 3, el DSM 4 y lo que se prepara para el DSM 5, sobre el cual
tendremos en enero 2011 informaciones más precisas, hay categorías clínicas que
por ejemplo no tendrán una vida de más de 12 años. El síndrome llamado de
Asperger por ejemplo. Fue introducido en el DSM 4 se lo quiere hacer
desaparecer en el DSM 5. El síndrome fue encontrado en una especie de baratillo
de los restos de la clínica de la época en la que llevaba esos nombres. Alguien
por su obstinación, una psiquiatra británica[1]cuyo hijo sufría de autismo
Asperger, logró hacer incluir ese diagnóstico en el DSM. Simplemente, ahora se
le quiere reintegrar en el espectro de los trastornos del autismo en general.
Esa operación es síntoma de un cierto régimen de incredulidad. Se utiliza la
categoría, sirve un cierto tiempo, se vota luego su abandono, llegó su tiempo.
Lo multi, como el multiculturalismo, es próximo a una cierta incredulidad
respecto a lo que son verdaderamente las culturas. Primero se las multiplica
para tener la esperanza de yuxtaponerlas. Esa clínica en tanto que múltiple le
importa al psicoanálisis precisamente porque no es un todo coherente. En la clínica
eso no existe. Lo que hay, son los lenguajes discordantes, de las clínicas.
El psicoanálisis puede introducirse en la conversación clínica a título de la
discordancia de los lenguajes. Es una conversación en la cual la verdad no
puede decirse toda. No hay una meta-clínica, no habrá la clínica que diga la
verdad sobre las clínicas. Solo hay la conversación de las clínicas. ¿Qué viene
el psicoanálisis a añadir a esa discordancia de los lenguajes?
El
psicoanálisis partió en principio de una práctica clínica con la histeria, pero
también de una conversación con la clínica psiquiátrica de su tiempo. De la conversación de Freud con su
contemporáneo Kraepelin - profesor de psiquiatría en Munich y quien elaboró
primero las ocho ediciones de su "Tratado de psiquiatría" entre 1883
y 1909- Él introduce una gran novedad en 1911, la parafrenia. Esta elaboración
de Kraepelin estuvo en un Work in progress. Hay grandes diferencias, un
verdadero corte entre los tratados de 1883 y de 1911. En 1911 se separa de las
parafrenias, de lo que va a volverse la demencia precoz por un lado y las
manías y melancolías por otro. Freud acompañó ese movimiento de clasificación
de la clínica de su época simplificándola, construyendo una clínica a su
medida, que convenía a su práctica. De una parte, consolidó tres neurosis,
obsesión, histeria y fobia, dando a ésta última un lugar especial. Para las
psicosis, retomó la clasificación kraepeliniana. De un lado la paranoia y la
esquizofrenia, de otra la manía y la melancolía. Para las perversiones, Freud
puso en orden el tratado increíblemente caótico que había escrito Krafft-Ebing,
profesor de psiquiatría en Viena, catálogo yuxtapuesto de herborista, con un
único principio: un "instinto sexual" postulado. Freud ha decorticado
esta clínica rechazando el "instinto sexual" en provecho de las
pulsiones y de la oposición activo/pasivo. Obtuvo así entidades consistentes
que le permitieron ordenar ese mundo caótico. Después de haberse orientado en
la clínica de la época, ha transmitido a sus alumnos relatos de tratamientos
muy construidos para inspirarse. Un caso de histeria (El caso Dora), un caso de
obsesión (El hombre de las ratas), un caso de fobia (El pequeño Hans). Todo
esto termina en 1909. Luego las cosas se complican. Freud publica sobre la
psicosis un caso de parafrenia después de 4 años de discusiones apasionadas con
Bleuler. Bleuler, ustedes saben, tenía una hermana esquizofrénica y él estaba
completamente dedicado a ella. La había hospitalizado en su servicio en
Burghözli y tenía todas las razones para querer hacer algo por ella. Él envía a
sus dos jefes de la clínica, los dos Karl: Jung y Abraham, a ver a Freud para
que se enteraran sobre ese nuevo método de tratamiento. A partir de este
encuentro, Jung escribe una tesis en 1907, donde aplica mecánicamente la
interpretación de los sueños a la psicosis. Entra luego en una gran discusión
con Freud: ¿hasta dónde extender la causalidad psíquica en las psicosis? Esto
será durante 4 años una discusión apasionante; lean la correspondencia Freud-Jung
si no la han leído. Se puede saber todo sobre ese período si se leen las cartas
y las notas de pie de página. Desde 1909, Freud rechaza la idea bleuleriana de
abordar la psicosis como una disociación fundamental y un déficit. Él continúa
queriendo situarla por el delirio, por el aspecto productivo, parafrenia,
paranoide o paranoico, como se lee en el caso sobre el presidente Scherber. El
acontecimiento desorganizador del sistema freudiano transmitido a sus alumnos,
será el caso raro del hombre de los lobos. Serge Pankeieff, millonario ruso
–rico hasta la Revolución de 1917- que había sido visto por todos los
psiquiatras de la época y que había tenido todos los diagnósticos posibles,
contradictorios. Había sido visto por Kraepelin en Munich, Bleuler en Zurich y
es Bleuler quien lo envía donde Freud. Había sido calificado de paranoico, de
melancólico y otros diagnósticos entre esos dos. Freud lo considera
inmediatamente como un caso muy complejo, porque aísla una neurosis obsesiva
infantil distinta de la patología de la edad adulta. Freud es cauto, pues su
paciente va a presentar dos episodios delirantes y después, toda una vida
extraña cuyo diagnóstico continúa apasionando a la comunidad psicoanalítica. A
partir de allí, la clínica psicoanalítica comienza a desbordarse. Hasta allí,
los análisis de Freud estaban limitados en el tiempo: seis meses para Dora, 4
meses para el pequeño Hans, un año para el hombre de las ratas. Con el hombre
de los lobos algo se desarregla: cuatro años de análisis hasta la guerra y el
sujeto pide cada vez más. Va ver otro analista después de Freud, y después
otra. Finalmente, se agruparán en torno a él, sin cesar, toda la vida, un
cierto número de analistas especialmente provenientes de la International
Psychoanalytic Association que financiaran el análisis infinito del hombre de
los lobos. Dicho análisis se hará en el marco de cuadros atípicos, es cierto,
pero constantes. Aun cerca de su muerte, eterno seductor, Pankeieff interrogado
por una joven y encantadora periodista está decidido a interesarla contándole
un vez más todos sus análisis, todo lo que ha hecho, todo lo que no le dijeron,
todo lo que él ha pensado. No cesará, hasta su último aliento, de interpretar
su vida. Es un caso clínico que continúa siempre haciendo hablar a los
psicoanalistas. Sobre el diagnóstico del hombre de los lobos, se ha escrito,
una biblioteca bastante importante, la cual crece regularmente. Se ve allí un
factor de desorganización muy potente.
A
partir de ese caso Freud no publicará jamás casos clínicos sobre el modelo de
los inicios del psicoanálisis. Dará las indicaciones clínicas, pero el modelo
del relato del caso, se terminó. No puede indicar más con la misma seguridad el
desarrollo de la cura para sus alumnos. Él mismo ha franqueado una puerta, ha
encontrado un fenómeno clínico particular, el psicoanálisis introduce en las
clasificaciones existentes, una desorganización propia sin que llegue a
constituir detrás de él un sistema nosográfico tan sólido como el edificio
psiquiátrico sobre el cual opera. Es lo que hace que Lacan constate que el
único sistema nosográfico sólido en la historia era aquel de la psiquiatría
clásica. Se ha tomado frecuentemente eso como un ideal y Lacan hubiera buscado,
con el recurso de la estructura, a restablecer un edificio tan sólido como la
clínica de la mirada. De hecho, Lacan se daba cuenta del final de la clínica
clásica, de su completud. Ésta se extendía en su esplendor entre los años 20 y
los años 30, con de un lado los sensitivos de Kretschner y del otro lado Clérambault
y su erotomanía, su síndrome S y el automatismo mental. De estos últimos
fuegos, tanto de la clínica francesa como de la clínica alemana, Lacan
participa en 1932 con su tesis. Él no quería reconstruir nada de ese orden. La
clínica de la mirada ha dado, durante un breve momento, el sentimiento que con
los significantes amor organizaba un real. La clínica de la mirada es esa que
es la más cercana a una teoría, en el sentido griego de una cierta
contemplación de ese real, pero encontró su límite. Desde su seminario sobre la
Psicosis en 1955, Lacan constata que dicha clínica se desorganiza a partir de
la venganza tardía de Bleuler. La esquizofrenia se vuelve el modelo sobre el
cual la posguerra quiere construir todo el edificio de la psiquiatría. El déficit
bleuleriano será rápidamente interpretado en términos estrictamente orgánicos,
hasta que se llega, en los años 70, a la clínica de los medicamentos y luego a
los trastornos del humor, que centra de nuevo el edificio al precio de la
inestabilidad de las categorías. El psicoanálisis, no llega más a orientarse en
sus categorías. La ruptura está consumada.
El
psicoanálisis es una práctica que se orienta sobre los casos singulares,
paradigmáticos. A esos casos paradigmáticos, al comienzo Freud logra pegarles
una etiqueta. Un caso/una categoría. Dora es histérica, Hans es fóbico, el
hombre de las ratas es obsesivo, pero después, eso se acabó. El gran caso
paradigmático del hombre de los lobos, desafía las clasificaciones clínicas. Es
por eso que Lacan puede decir al mismo tiempo: que no hubo más que una única
clínica, la de la mirada, y añadir que lo que nosotros debemos hacer es una
clínica de la monografía, aquella del caso singular. Delante de la extrañeza de
la clínica psicoanalítica Freud, antes de morir, y asistiendo a la dispersión
del movimiento que él había tratado de mantener unido sobre algunos
significantes claves, toma precauciones. En su "Compendio de
psicoanálisis", plantea algunas prohibiciones: aconseja no ocuparse
demasiado de las psicosis, poner atención en las personalidades narcisistas,
vigilar las neurosis actuales y, para los psicoanalistas, que rehicieran un
tramo de análisis cada 5 años. Estas son medidas de prudencia, pero
evidentemente desde antes de su muerte y justo después de ella, todas ellas
serán infringidas. Es primero Melanie Klein, quien antes de la muerte de Freud
publica tratamientos de sujetos psicóticos, autorizándose del hecho de que se
trataba de niños. El caso Dick, ejemplar, es publicado en 1932. Pero es
inmediatamente después de la publicación de tratamientos de adultos psicóticos,
desde 1949, que los alumnos de Melanie Klein, psiquiatras de mucho coraje, Bion
sobre todo, transgreden tranquilamente todas las prohibiciones que recaían
sobre las psicosis.
Otros
se añadirán a los kleinianos, por ejemplo en los Estados Unidos, Federn,
inmigrante vienés. Los inmigrantes provenientes del Instituto de Berlín
continuarán sus estudios sobre las personalidades narcisistas y la depresión.
La enseñanza de Edith Jacobson, psiquiatra militante socialista, tendrá un gran
impacto en los Estados Unidos y formará toda una escuela. Pero será sobre todo
la práctica con niños, que dará a los practicantes el sentimiento de haber
descubierto una mina de oro. Lejos de los fantasmas juiciosos del pequeño Hans,
se descubre a los niños invadidos por manifestaciones más agudas de la pulsión
de muerte, por angustias psicóticas, por deformaciones fantasmáticas, que
revelan un nuevo continente. En los años cincuenta, la extensión del síntoma
desborda el psicoanálisis y deja a los practicantes correr detrás de la huida
clínica, en un ligero estado de euforia maniaca pero con el sentimiento de
perder cada vez más el hilo de lo que hacía el síntoma freudiano. Lacan
interviene en ese contexto, poniendo el acento sobre el síntoma en lo que tiene
de literal. Él da una respuesta al giro de la modernidad. Lo que es freudiano
en Melanie Klein, en Edith Jacobson, en los post-kleinianos, es la envoltura
formal. El síntoma es un mensaje que está "estructurado como un
lenguaje". Se añade a esa envoltura formal, una materia propia de la
demanda que subvierte todas las clasificaciones previas, que atraviesa la
pantalla del sujeto hablante. El psicoanálisis se reencuentra entonces como
destinatario del mensaje del sufrimiento humano en una extensión que desafía la
clasificación.
El
aporte de la enseñanza de Lacan sobre el uso de las clasificaciones es
multiforme. En el primer movimiento de su enseñanza, restaura la oposición y la
articulación neurosis/psicosis que había caído en desuso. Pero al mismo tiempo
la ha perturbado desde el comienzo. Desde 1938, en el texto titulado "Los
complejos familiares", él habla de "la gran neurosis moderna",
en singular, que generaliza, en ese contexto, las diferentes neurosis vistas
por Freud, y él la llama neurosis "caracterial". Estaba en la época
directamente inspirado en Reich y en Alexandre. Mezcla las dos preocupaciones
de fondo: de un lado, conserva la distinción neurosis/psicosis, para interrogar
la neurosis sobre su creencia en el padre, y del otro lado constituye la serie
de casos en los que la identificación primaria no pasa por el Nombre-del-Padre.
El sujeto psicótico se vuelve el caso particular de una serie de casos: aquellos que no pueden hacer de otro modo que
prescindir del padre. El aislamiento de la creencia en el padre, central para
la organización de la clínica, es al mismo tiempo lo que permitirá generalizar
el más allá del Nombre del Padre y del Edipo.
Ese
doble movimiento se opera prudentemente en Lacan. Él sabe que en una
civilización, cuando se toca al Nombre-del-Padre, es algo que no se perdona
jamás. Sócrates tocó a los Dioses, no se le perdonó. En la Edad Media
escolástica, cuando los lógicos han comenzado a logificar los nombres de Dios,
eso terminó mal para algunos, lean la vida de Guillermo de Ockham o de Maestro
Eckart. En el mundo moderno, usted termina por ser excomulgado, sobre la
hoguera, se le hace un proceso o se les acusa de inmoral. Por ello, ciertas
biografías de Lacan, que circulan, lo califican gustosamente así: Lacan el
inmoral, el cupido, etc. Es el proceso
que se le ha querido amarrar. Él puso mucho cuidado de no hablar del
Nombre-del-Padre antes de tener detrás de él toda una obra y una Escuela. Pero,
a partir de los años 70, como lo ha mostrado Jacques-Alain Miller en su
comentario del "Seminario inexistente", retomó todos los puntos que
había dejado más allá de esa creencia en el padre, dibujando una clínica que
generaliza la enseñanza de la psicosis permitiendo abordar las neurosis, a
partir de la psicosis.
Ese
movimiento propio de la clínica psicoanalítica fue acompañado por
desplazamientos contemporáneos en el lenguaje de la psiquiatría. La
reintroducción de la psiquiatría en la medicina, a partir de los años 80, ha
hecho volar en pedazos lo que quedaba de la clínica de la mirada después de los
retoques a partir de la esquizofrenia. En la gestión de la salud mental
reorganizada por la burocracia sanitaria, se ha visto el resurgimiento de una
clínica de la continuidad, de síndromes yuxtapuestos, de un lenguaje
clasificatorio que desde el DSM3, se constituye como clínica del
disfuncionamiento general, el del trastorno. Estamos en el punto de esos
retoques clínicos paralelos convergentes. La clínica psicoanalítica del sujeto
abandonado a su goce, es aquella que nos da las patologías de la modernidad
definidas a partir de síndromes vagos: violencia, adicciones, depresiones…
Para
comprender el corte entre el síntoma como envoltura formal y el
síntoma/fantasma como modo de gozar, podemos inspirarnos en el corte en la obra
de Wittgenstein, entre el primer Wittgenstein antes de 1910-1914 y lo que hizo
después de haber salido de su experiencia casi muerto, cuando volvió a la
enseñanza. El primer Wittgenstein termina su "Tractatus" con el aforismo
"de lo que no se puede hablar es mejor callar". El sentido había sido
perforado, había allí un límite. Aquello que se le escapaba no podía más que
mostrarlo. El segundo Wittgenstein retoma ese límite a partir de juegos de
lenguaje. En esa nueva perspectiva el lenguaje no tiene más que procedimientos
que lo exceden, rutinas, que una comunidad de seres hablantes pone juntos, que
no son del lenguaje, que constituyen los elementos pragmáticos. Nosotros
diremos en nuestro vocabulario que esos son "modos de gozar" que no
pueden decirse. Son maneras de hacer, que hacen que se mantenga un armado.
Cuando consideramos los estereotipos de la lengua de los adolescentes que se
hilan de nuevo como palabras clave entre "me calientas la cabeza",
"voy a estallar un plomo", "voy a estallar un cable", esas
palabras que se sostienen porque hay una comunidad de un modo de gozar. Así el schibboleth
puede pasar, vacío de sentido, y asegurar, no obstante, la mostración de lo
que permanece junto en una misma clase de edad. La demostración en
psicoanálisis procede de la misma manera.
Somos
convencidos por un colega, cuando tenemos el sentimiento de que compartimos con
él una forma de vida. Una presentación clínica puede ser compartida cuando hay
circulación del efecto de goce-sentido de esa presentación. No se sabe siempre
lo que pasa exactamente cuando se dice que "algo muy interesante fue
dicho". Cuando se pregunta lo que fue dicho precisamente, ya se ha
perdido. El psicoanálisis no procede únicamente por demostraciones conceptuales.
Procede por el hecho que ha habido la huella de un efecto de goce-sentido.
Lacan toma la metáfora de Orfeo que se vuelve hacia Eurídice al salir de los
infiernos. Cuando la ha sacado del más allá, piensa poder finalmente gozar y
entonces se vuelve hacia ella y ella desaparece. Las verdades en psicoanálisis
son de ese orden. Si se las extrae y si se quiere hacer de ellas conceptos bien
sabios, universitarios, eso se vuelve psicología. Este empobrecimiento fue
especialmente claro cuando el psicoanálisis de niños fue reducido a un saber
pobre, psicológico, del desarrollo. En cambio, en el momento de la transmisión
clínica, cuando llegamos a preservar la dimensión de lo que fue en la
demostración, se puede llegar a producir el efecto del Witz. He aquí como
caminamos entre nosotros. Los buenos Witz despiertan múltiples significaciones
y resonancias diversas como un caso clínico logrado. Para alcanzar ese punto,
hay que radicalizar la enunciación de cada uno, lo que toma a contrapelo la
formación universitaria que ve la solución en la sustracción de la enunciación
y busca la salida de una lengua común clínica donde todas las huellas de goce
serían borradas. La búsqueda de una lengua clínica única apuntaría a una
clínica básica que sería común a todos, fundamento compartido a través de todas
las lenguas clínicas y a través de todos clínicos. Ella eliminaría el
fundamento de la emergencia de la verdad en estado nascendi del caso
particular. Esa lengua clínica soñada, común es una utopía que piensa llegar al
final de la naturaleza de la lengua del ser, como decía Locke, "the grat
conduit", la alcantarilla común. Cuando Lacan habla de poubellication [publicar
= tacho de basura], hace referencia a la alcantarilla. Eso habla
inmediatamente: la gran cloaca de Roma y todo eso. Es lo que puede acogerlo
todo. Los sueños de depuración de la lengua son todos idénticos, todas las
escorias son retiradas, se daría un agua pura, ecológicamente garantizada, que
podría transmitirnos la esencia del caso. Es una pura utopía.
Ya
no estamos en la época del significante amo que podría definir de manera
unívoca un buen uso significante, sino en aquella de un ideal humanitario de la
lengua que quiere hacer un buen uso universal. Hay también que cuidarnos de
ella. Entonces ¿cómo hacer? Cómo, en ese malentendido generalizado de las
lenguas clínicas, con las precauciones que tenemos delante de esos ideales que
no son propuestos para remediar, cómo orientarnos, nosotros que nadamos en la
alcantarilla común, como peces en la cloaca.
Lacan
ha buscado varias cosas inventando más allá del modelo del viejo caso
clínico. Se le ha reprochado no publicar
sus casos clínicos. Una de las razones, era que él estaba bajo vigilancia y que
se detuvo demasiado pronto. Para que no se revelaran sus analizantes que
estaban bajo observación en los años 60. Él hubiera podido hablar de sí mismo.
Y ha hablado de sí mismo. Jacques Alain Miller ha podido el año pasado hacer un
curso que va establecer y publicar bajo el título de "vida de Lacan".
Él se apoyó sobre eso que Lacan ha dicho de sí mismo en varios escritos. Él
podía hablar de sí mismo como de un caso clínico. Pero más profundamente, eso
que Lacan ha inventado es la Escuela de psicoanálisis como un instrumento de
demostración propia del psicoanálisis, para el discurso psicoanalítico.
Una
Escuela de psicoanálisis es ante todo una comunidad de investigación y de
formación que distribuye, en efecto, las marcas, de las identificaciones
diversas del analista, del control, de los seminarios: el trípode como se le
llama en la IPA. El aspecto más profundo, es que una Escuela es el lugar de la
demostración. Es allí donde un sujeto viene a contar no el caso de otro, sino
el propio caso delante de los otros, de manera tal que pueda emocionar a la
audiencia. Hay que hacerlo de la buena manera, no ponerse en trance, no
desencadenar episodios histéricos o desencadenar las defensas obsesivas, no
desencadenar rechazos fóbicos, ni paranoicos, ni disociaciones esquizofrénicas.
Se trata de arreglárselas para que, hablando de sí, alguna cosa sea tocada en
los colegas de tal manera que puedan decir: "oh, éste es uno de los
nuestros, hay algo del animal psicoanalítico en él, éste, finalmente sí,
entiendo algo de porqué está allí", en esa comunidad de personas que nadan
en la cloaca todo el día.
Hay
una solución propuesta por Lacan conforme al discurso psicoanalítico para decir
la clínica psicoanalítica. Es la clínica del caso, tal y como se demuestra,
escapa a toda clasificación, porque es lo que se pide en el relato de aquel que
hace el pase, no es explicarnos en que él es un obsesivo perfecto, o un
histérico sin defecto, o un fóbico raro, con una fobia exquisita. Lo que se le
pide es hablar de él de una manera tal que al final, sin duda, no se sepa
verdaderamente donde colocarlo. Que se revele en él, de un lado, como el hombre
de los lobos, un aspecto inclasificable. Tocando en cada uno de nosotros, eso
que hay de inclasificable también, resuena eso que puede transmitirse de la
experiencia psicoanalítica. Algo es, entonces, emocionado por una dimensión,
por una zona, que se llama el efecto sujeto.
Esta
dimensión viene de la experiencia misma y puede ser transmitida. El
psicoanálisis puede entonces escurrirse en la clínica como una conversación a
varios, a varias lenguas, a varias disciplinas. Se le ve en el momento de los
virajes de las épocas. Kühn explica que las disciplinas tienen momentos en que
están sobre el escenario, sobre los efectos de la homeostasis, es el régimen
regular de las ciencias, y después, hay momentos de crisis. Las cosas importantes
tienen lugar cuando hay crisis (crisis de los fundamentos, en física, en
matemáticas, etc.) Igualmente, hay un "paradigma normal" del
funcionamiento de los lenguajes clínicos establecidos, aquellos de la
psiquiatría. Pero hay también las crisis sucesivas que han sido subrayadas con
el impacto de los medicamentos, el impacto de la psiquiatría social, el impacto
de las burocracias sanitarias del Welfare State sobre las clasificaciones.
Todos
esos diálogos donde pluriólogos conducirían a nuevas categorías, nuevos
significantes amos para leer lo real de la experiencia, siempre y finalmente,
inclasificable. Es en el momento de viraje de esas vacilaciones en que podemos
sin duda deslizarnos mejor nosotros mismos.
Es la ocasión de denunciar los espejismos de todos aquellos que se
apasionan por las cuestiones de las etiquetas. Las burocracias sanitarias, para
gerenciar a las poblaciones quieren etiquetas estables para distribuir los
derechos y los deberes, y repartir las cotizaciones de manera eficaz. Con esas
tareas para cumplir y los Estados europeos estando endeudados como lo están, se
comprende bien que las burocracias sanitarias sufren y van a sufrir. Ellas van a tener tanto más que presionar
para obtener etiquetas bien netas, para gerenciar las "poblaciones",
o bien para calcular el déficit y prometer reducirlo al mínimo. Por otra parte,
Big Pharma no para de producir medicamentos para destinos extranjeros, que
cambian de atribución, que nos explican un día que todo eso es muy específico,
¡es una falta de diagnóstico considerable confundir a una bipolaridad con una
esquizofrenia con trastornos del humor atípico! Aquel que se equivoca es un
ignorante y es preciso que regrese a hacer de nuevo su formación permanente en
las buenas escuelas, etc. Bien, hacemos eso después de diez años, y luego Big
Pharma obtiene para el Risperdal la autorización de ponerla sobre el mercado
para todos los trastornos bipolares. Entonces el mismo que cometía un error
considerable, el más ignorante de los ignorantes, se encuentra después con la
autorización de la puesta en el mercado como un nuevo precursor. ¡Supo adaptar
la medicación! Él ha comprendido que había algo allí que caminaba. Las
variaciones y extensiones de las autorizaciones de puesta sobre el mercado dan
lugar a críticas virulentas. Christoper Lane, profesor en la Universidad de
Chicago, ha asistido a las reuniones de la elaboración del DSM como observador
durante 10 años. Él ha, además, obtenido el acceso libre a los archivos de la
Asociación Americana de Psiquiatría, y anota esto: "La Asociación
Americana de Psiquiatría no se daba verdadera cuenta de lo que pasaba
realmente, de lo que contenían realmente esos archivos cuando me concedió,
asimismo que a mi editor, la autorización ilimitada de citar todo lo que yo pudiera
descubrir. Pero todo lo que he encontrado, más o menos por azar, era tan
surrealista como inquietante. Hasta los argumentos científicos en que hacen el
reconocimiento oficial de los nuevos trastornos mentales reposaban sobre el
comportamiento a veces de un único paciente. Incluso un muchacho de 5 años
hubiera enrojecido con las querellas de las que fui testigo entre los
universitarios, discutiendo cuáles de sus investigaciones y conclusiones debían
figurar en uno de los DSM más influyentes en el mundo. He seguido las
discusiones en las cuales eminentes psiquiatras escribían a sus detractores o
adversarios para diagnosticar en ellos los trastornos mismos que trataban de
hacer validar […] Encontré los argumentos utilizados para hacer reconocer
trastornos mentales que hacían referencia al cuento de Lewis Carrol, Alicia en
el país de las maravillas, pero que daban igualmente la impresión, tanto como
Alicia, de estar en caída libre en un terreno de conejos intelectuales o de
asistir a una fiesta del té, donde el sombrerero loco". Denuncia el
hecho de que el presidente del grupo de trabajo del DSM3, Robert Spitzer, ha
ahorcado, en algunos minutos, los criterios que definen dos trastornos
mentales. Incluso sus colegas estupefactos no lo podían creer. Que el gigante
angloamericano Glaxosmithkline haya gastado en el año 2000 más de 92 millones
de dólares para una campaña de publicidad destinada a diagnosticar la fobia
social, eso no es ficción. La campaña era titulada "imagine que usted es
alérgico a los otros". Más
seriamente, él anotaba cuánto en 2008, el New England Journal of Medicine -
antes de las publicaciones del Instituto Nacional de la Salud Americana, que
acontecieron en 2009- mostraba que la larga historia de 18 años de
antidepresivos inhibidores selectivos en la captura de la serotonina había sido
sesgada por el hecho de que todos los datos negativos habían sido deformados o
minimizados. Lane lo dice en una conferencia pronunciada en octubre de 2010.
Tiene la prudencia del enseñante cuando por ejemplo, no cita más que las cosas
que puede justificar.
Podemos
también apoyarnos sobre otros autores y sobre las querellas del DSM5 en curso.
Se trata para nosotros de redefinir los contornos de una clínica con nuestros
medios, nuestros medios conversacionales, nuestros medios interpretativos. Por
ejemplo, redefinir lo que es para nosotros el campo del autismo, o situar las
apuestas de la manía en relación al trastorno bipolar, como así también a la
melancolía; o aún, el uso masivo de la Ritalina. Nos es preciso también tener
en cuenta todas las tentativas de las nuevas clasificaciones sobre lo sexual, o
de las reconfiguraciones de la categoría que deja por un momento en barbecho a
la perversión, con las "sexual addiction", el gender
identity trouble o el travestite fetichistic disorder. Entre las
celebridades que son sexual addicts, tuvimos a Tiger Woods con su
brillante demostración el año pasado. Se trata para nosotros en ese debate
conversacional de no ceder al encanto y al prestigio de las nuevas etiquetas
clínicas que la bio-política produce, ni de reconstruir o de mantener una
contra-cultura diagnóstica, de la que seríamos viejos creyentes. No pensemos en
nuestras clasificaciones como eternas, como una religión privada. Se trata para
nosotros de acompañar las derivas del lenguaje de la clínica y producir la
interpretación de los impasses de esas conversaciones múltiples que tienen
lugar hoy. Disponemos para eso del relato que cada uno puede hacer de su propio
caso, para aquellos que quieren hacerlo, para testimoniar de lo que hay de
profundamente inclasificable en cada uno.
Traducción
del francés: Mario Elkin Ramírez (NEL-Medellín)
*
Agradecemos especialmente a Eric Laurent por enviarnos este valioso texto para
su publicación en este número de Consecuencias.
Y
a Mario Elkin Ramírez por su trabajo de traducción al español.
Notas
1. Lorna Wing,
Autistic Children : a Guide for Parents, 1972, New-York Brunner-Mazel ; The
Autistic Spectrum, 2001, Berkeley, Ulyses Press.
Departamento de psicoanálisis y filosofía | CICBA
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