domingo, 29 de junio de 2008

::EL "PANICO" EN UN CASO ANALIZADO POR FREUD

Fabian Allegro

Fuente: www.psicopatologia.com



Ya a una Edad avanzada Theodor Reik, el discípulo profano de Freud, escribe un libro titulado: "The Search Within" y traducido al castellano como "Confesiones de un psicoanalista". Sin duda es admirable la audacia con la cual está escrito, como,así también, la propuesta que el mismo Reik presenta.

Las grandes confesiones- dice Reik- de la literatura mundial nos fascinan precisamente por esos rasgos adicionales que, en términos estrictos, no son inherentes a la confesión como tal. Por ejemplo: las "Confesiones" de San Agustín atraen por el conflicto religioso en el escritor y su fervor; las "Confesiones" de Rousseau, por su implacable autoobservación. "Poesía y verdad" de Goethe, por Ia incomparable cualidad plástica de su presentación artística. El autor de este fragmento no puede ofrecer nada similar a tales excelencias. Sólo puede confiar; que el interés del lector se vea despertado por los problemas psicológicos contenidos en estas páginas autoanalíticas. Si tal interés está ausente ninguna otra cosa lo recomienda aI lector. Tal interés convoca y a su vez autoriza a interpolar consideraciones sobre el material que en dicho libro abunda a través de relatos de la propia vida de Reik.. De los mismos resulta interesante particularizar lo referente a una serie de "ataques"comienza a sufrir Reik poco tiempo después de la reagudización de una enfermedad que padece su esposa (Ella) y que lo lleva su tratamiento con Freud.

Reik describe, minuciosamente, tales ataques de la siguiente manera: El comienzo de estos ataques era inesperado. Recuerdo que al primera sensación de este tipo me sorprendió cierto día al abandonar el sanatorio, después de visitar a mi esposa...Su comienzo estaba acompañado por una abrumadora sensación de que el fin se aproximaba, por la ansiedad de que la aniquilación estaba cercana....morí mil muertes en esos espasmos, porque experimentaba la mas vivida sensación de muerte."

Sin embargo, basta la aclaración de señalar que, no era miedo a la muerte . El mismo Reik había experimentado el miedo a la muerte bajo el fuego de la artillería en la primera guerra mundial, pero ...nunca había sentido nada similar al abrumador terror que me sobrecogía durante esos ataques.

Fuera del miedo a la muerte, que en algún momento podría haberle sido familiar, según Reik , estos síntomas retornaban bajo un aspecto tan desconocido como desconcertantes. La descripción de Reik acentúa una dimensión desbordante, y desorganizante en donde el mismo miedo a la muerte, queda incluso relativizado frente a lo que refiere como terror, o en otras ocasiones como pánico, incluso bajo un aspecto anticipatorio a que la reiteración inesperada del episodio suceda.

Luego de transitar por múltiples consultas médicas donde reune diferentes diagnósticos, en una conversación ocasional con Freud, Reik acentúa una convicción que, (-Ahora estaba convencido de que mis ataques constituían fenómenos de conversión ) lo lleva a su consulta con él. Reik relata dicha experiencia de la siguiente manera:

...acostado en el diván , deje que mis asociaciones surgieran libremente y en ellas, la enfermedad de mi mujer y mi relación con ella desempeñaban un papel importante. Le hable a Freud sobre mis temores con respecto a los peligros de la relación sexual con ella , sobre la tremenda impresión producida por las dificultades respiratorias durante el acto sexual- todo eso había ocurrido unos años antes y le describí el conflicto en que me había encontrado mas adelante Había conocido una mujer que , mucho menor que yo me atraía de múltiples maneras, no solo...Hable de estas y otras cosas , pero cada tanto volvía a describir aquellos ataques de mareos acompañados por el pánico a la muerte que había obstaculizado mi trabajo. Confesé que experimentaba un tremendo terror de que reapareciera.

Algo peor que el temor a la muerte la muerte física se le presenta, algo que no involucra a ninguna vertiente de la angustia realista y que no se sostiene en la vía de le peligro exterior sino pulsiona que desde el interior y que se expresa en un terror paralizante señalan excedente que no se expresa a través de al angustia, sino del pánico. Las sesiones con Freud, como relata Reik, transcurren, y el silencio de Freud se profundiza así como la expectativa de Reik.

También me refería a ellos en la última sesión analítica antes de mi regreso a Berlín . Freud no había dicho casi nada durante esa sesión. Había escuchado en silencio las descripciones de mis malestares, mis dudas, acusaciones y remordimientos, la mezcla confusa de mis emociones y el choque de pensamientos reflejaban múltiples contradicciones existentes en mi. Casi al final de esa misma sesión escuche por primera vez su voz baja pero firme. Dijo sólo unas poca palabras, Se trataba de una sencilla pregunta , pero su eco resonó en mi durante un tiempo. La pregunta llegó después de mi repetida descripción de esos ataques de mareo y constituyó una sorpresa completa. Cuando lo hizo pude comprender que relación tenia su contenido con mi comunicación o la cadena de mis asociaciones . No logré captar su conexión con lo que había dicho durante esa hora: Aguardé como si esperara una explicación, pero no hubo ninguna. Solo silencio.

Pero entonces ocurrió una cosa : durante un segundo – solo durante un segundo- un súbito y leve mareo, de intensidad nada comparable a la sensación de los ataques , solo una alusión a la sensación, el eco de una melodía familiar. Me oí a mi mismo decir: Ah, ¿es eso?. Y supe que había llegado al significado inconsciente de esos ataques.

La sorprendente pregunta era : "¿Recuerda usted la novela El asesino de Schnitzler?"

El estilo indirecto de la intervención, la sorpresa , la súbita intromisión del síntoma, sobre el marco de la escucha silenciosa, el efecto es solo un eco. El retorno de lo familiar marca el entorno del efecto de la interpretación sobre la doblemente sorprendente la intervención de Freud: La pregunta no solo me resulto sorprendente porque yo no comprendí su relación con el tema que había yo tratado, sino también por su contenido.

-No comprendí. Resuena en las palabras de Reik. Por un lado, no comprendí la relación de la pregunta con el tema, por otro lado:Pero por otro lado:- Freud debía saber que yo recordaba la novela ¿Acaso no había escrito años antes un libro titulado Arthur Schnitzler como psicólogo en el que analizaba todas las obras de ese escritor vienes desde el punto de vista psicoanalítico...No había en Viena muchas personas que conocieran las obras de Schnitzler como yo. ¿Podría Freud ignorar, los trabajos escritos por Reik, sobre el tema, que expresamente le había dedicado?.

Al recordar los lineamientos de la novela, encontré un enfoque inconsciente para comprenderme a mi mismo. ...la imagen terrible de Schnitzler me da un imagen terrible de un destino oculto en mi carácter. El doble, el Doppegänger, El análisis posterior que hace Reik en torno a la intervención de Freud no hace sino intentar profundizar el terreno de la comprensión. La novela de Schnitzler refleja circunstancias de en las cuales él se identifica. Como dice Reik: Una identificación fundada en la similitud de la situación emocional y de la dinámica de los procesos psíquicos....

EL doble, Doppegänger el cual Reik, toma, bajo el dominio de insistencia en la comprensión, un cierto resguardo narcisista de lo especular , ese segundo yo. La similitud entre las dos novelas era lo bastante marcada como para haber guiado los pensamientos de Freud hacia la novela de Schnitzler: Allí estaba el hombre entre dos mujeres...Los motivos inconscientes del protagonista de la novela y los míos eran de un carácter similar. La única diferencia radicaba en que Alfredo (el protagonista) cometió el crimen y yo solo había pensado en el.

Aun así lal dimensión del doble evocado por Reik, no se cierra totalmente sobre el terreno de lo esperable, el estilo indirecto de la intervención de Freud, el experimento psicológico, como Reik lo nombra, lejos de apuntar a la comprensión, bajo la via de la identificación, relega toda posibilidad de la misma para relanzar la interrogación. La modalidad de la intervención toma el rodeo de la elipsis y lejos de intervenir a partir del sentido, apunta a su vaciamiento.

Los efectos no non menos sorprendentes, tal como Reik toma nota de ellos:... pero entonces ocurrió una cosa : durante un segundo – solo durante un segundo- un súbito y leve mareo, de intensidad nada comparable a la sensación de los ataques , solo una alusión a la sensación, el eco de una melodía familiar.

Hubiese sido quizá mas sorprendente y tal vez irónico, que Freud lo remita al propio aporte que Reik hace a su articulo Lo siniestro. El amplio pie de pagina en dicho articulo se encuentra encabezado de la siguiente: Freud reconoce a Reik el mérito de las siguientes referencias incluidas en lo Siniestro. A continuación se lee una amplia investigación etimológica sobre el término, así como la particular relación entre el par Heimlich-Unheimlich como lo que provoca un terror atroz,... todo lo que debiendo permanecer oculto se ha manifestado. El doble, lo familiar, de esta manera evocado, rompe toda posibilidad de identificación imaginaria. Ese doble como referencia a lo siniestro, como ese "doble que se escapa de mi" en términos de Lacan, no es tomado por Reik en sus consideraciones posteriores. Lo siniestro rompe el claro espejismo de la semejanza especular que Reik cree leer en su identificación a la trama de la novela. No es como dice Reik que... por el mero hecho de mirarlo en un espejo... le permite encontrar el camino de la comprensión, que lo lleva a la resolución de su síntoma. El acto del asesinato, o el haber gozado con la imagen de mi esposa moribunda o muerta, no es siquiera comparable a lo que sostiene detrás del deseo de muerte.



EL autodiagnóstico de Reik, acerca de los fenómenos de conversión, puede ser cuestionable la manifiesta presencia de este efecto desbordantes y desorganizante mas ligado al terror que a la angustia refuerzan un interrogante. Quizá en otro momento Freud habría considerado la posibilidad de una neurosis de angustia para situar, aunque parcialmente, algunos de los síntomas expresados. La perturbaciones de la actividad cardíaca, palpitaciones, arritmias breves, taquicardia duradera y hasta graves estados de debilidad del corazón, difíciles de diferenciar de una afección orgánica, perturbaciones de la respiración, ataques de sudor, diarreas emergentes en forma de ataques. ataques de vértigo locomotor, Son los elementos sintomáticos que Freud incluye al describir la neurosis de angustia, que integrada dentro de las neurosis actuales, nunca dejo de ser una cuadro problemático en la lógica freudiana. Quizá, como años mas tarde aceptaría, la necesidad de su inclusión se debió, a un intento de conciliación con su conciencia médica. El aspecto etiológico de la inmediatez entre su aparición y su vinculación con la sexualidad bajo la metáfora de la toxicidad o el quimismo especial de la sexualidad, solo estaba destinado a llenar una laguna médica bajo el discurso de la ciencia. Posteriormente Freud recurre a un concepto: equivalentes de la angustia para nombrar ese cortejo sintomático que no es mas que la expresión del viviente. Pero no es la semiología, o las caracteres descriptivos, sino las consideraciones económicas, lo que lo orienta para efectuar sus innovaciones nosográficas

Las pocas menciones al pánico así como la manifiesta expresión acerca la ambigüedad del término, hacen suponer, de que Freud no consideraba al mismo con carácter conceptual de suficiente relevancia como para que ocupe un lugar en términos nosográficos. Los efectos del pánico son recíprocos al de la masa, dice Freud, el pánico supone un relajamiento de los lazos libidinosos y no suponen la destrucción de los mismos como reacción ante el peligro. Queda desechado entonces que el pánico pueda provenir por un efecto identificatorio de la masa aunque Freud aclare que no se pude descartar que el efecto de inducción puede hacer que el miedo llegue a imponerse sobre el lazo protector de la masa.

La ambiguedad conceptual del pánico que... a veces se emplea para designar el miedo colectivo, otras es aplicada al miedo individual.. no lo orientan a situar la dimensión del pánico en el marco efectivo de lo social. Pero siendo el miedo individual cercano a la angustia neurótica, el pánico queda ubicado en el amplio margen de los fenómenos que devienen nombres de la angustia social. La perdida del amor junto con ello el carácter protector que envuelve el terreno providencial en el ideal del yo retorna bajo los aspectos de la incertidumbre en la angustia social. Por otro lado Freud introduce al angustia social como el nódulo de la moral. La mirada del superyó se insinúa como instancia.

El peligro ubicado en la extraña dialéctica de lo exterior y de lo interior, supone un correlato en el sujeto que es correlativo al desamparo. Por otro lado, las pocas menciones de Lacan al pánico orientan a situarlo en un lugar diferencial a la manifestación de la angustia. En el comentario de unas notas de Chejov, que Lacan las toma bajo el titulo de Frayeurs, refiere estos estados que bajo la temporalidad del instante se caracteriza ...por un desorden.., y que es realmente del orden del miedo; tampoco hay aquí amenaza y la característica de la angustia falta seguramente, en el sentido de que el sujeto no está ni oprimido, ni interesado en lo más íntimo de sí mismo, vertiente por la que se caracteriza la angustia.

El Gefahr freudiano toma la vertiente desorganizante del pánico. La ausencia de una disposición en relación a lo mas intimo de si, remite a la emergencia abrumadora que lo liga mas a la vertiente del terror que de la angustia.

En otro cuento de Chejov, titulado Strub, traducido como Terror o Pánico. El protagonista que es víctima de estos accesos de pánico, no encuentra mejor expresión para situarlo que compararlo y diferenciarlo de la agorafobias.

En Freud la agorafobia ocupa un paradójico lugar. Por un lado, a diferencia de las otras fobias no se puede ubicar un objeto, por lo cual la agorafobia, queda mas ligada a una situación. Por otro lado, la agorafobia, oscila en cuanto a su estatuto. La agorafobia parece no estar ligado a ninguna sobredeterminación fantasmática o por otro lado parece ser el resultado de una sustitución de una representación inconciliable. Pero otra particularidad la destaca en relación a las fobias. Los enfermos atacados de agorafobia-dice Freud-, dolencia que no entra ya en el cuadro de la neurosis obsesiva, sino en el de la histeria de angustia ( Angsthysterie), reproducen en sus cuadros nosológicos, con una monotonía a veces fatigosa, idénticos rasgos: miedo de los lugares cerrados, de los grandes espacios descubiertos y de las calles y avenidas que se extienden hasta perderse de vista, creyéndose, en cambio, protegidos, cuando son acompañados por una persona conocida u oyen detrás de ellos el ruido de un coche. No es solo un miedo a los espacios abiertos diría el personaje de Chejov, sino a la vida, en la cual se abisma la incertidumbre del deseo cuando se anuda a lo siniestro.

El pánico no solo obedece al instante de la emergencia inesperada del terror sino también, como se encuentra como en la agorafobia, se encuentra con frecuencia el recuerdo de un ataque de angustia, y en realidad lo que el enfermo teme es la emergencia de tal ataque en aquellas circunstancias especiales en las que cree no podrá escapar a él.

Freud en Inhibición, síntoma y angustia dirá: El poder del superyó provoca un nuevo cambio. Con la despersonalización de la instancia parental de la cual se temía la castración, se hace más indeterminado el peligro. La angustia a la castración se convierte en angustia moral (angustia social) y no es ya fácil indicar lo que la angustia teme. La fórmula «separación, expulsión de la horda» no se adapta más que a aquel fragmento posterior del superyó que se ha desarrollado apoyándose en modelos sociales; pero no al nódulo del superyó, que corresponde a la instancia parental introyectada. Dicho de un modo más general, lo que el yo considera como peligro, y a lo que responde con la señal de angustia, es a la cólera del superyó o al castigo que el mismo puede imponerle, o a la pérdida de su amor. La última transformación de este miedo al superyó me parece a mí el miedo a la muerte (por la vida), o sea, la angustia ante la proyección del superyó en los poderes del destino.

Volviendo al caso de Reik; otros puntos de su historia no pueden ser desatendidos. Su padre, había muerto en su ausencia, cuando el no había cumplido 18 años, Por un lado,Reik, durante años se reprochará el hecho de no haber llegado a tiempo con la medicación que su padre requería.Por otro lado, Inmediatamente luego de su muerte, Reik asistirá espantado a una oleada de excitación sexual tan consternante como inexplicable.- Así como la obsesión de que por haber deseado la muerte de mi padre...este podría vengarse haciendo morir a mi amada.

La expectativa de castigo, lo había atormentado años, y lo había sumido en estados de profunda angustia pero la emergencia del pánico es posterior. La angustia se constituye incluso como una protección frente al terror. El pánico remite a un excedente que no es tramitado bajo de una disposicion interna.

Una comunicación, de Reik, no pasa desapercibida, en tanto el mismo lo correlaciona con las grandes confesiones, al remitirlo la dimensión del pánico goethiano que se desliza en el carácter del conflicto con Federica en Poesía y Verdad.

Tuve que admitir que la tentación de acercarme a mi mujer estaba asociada con la visión de verla morir en mis brazos. ..La muy atractiva imagen de la mujer amada abandonándose en el rapto de placer sexual se transformaba así en la imagen de la muerte.

Un imagen que en toda su pregnancia de lo escópico retornará en lazada al goce estético una y otra vez. Excedente de goce, que bajo la modalidad paralizante del terror, donde el imperio de una satisfacción horrorizante que no podía ser sentida como tal, se conjuga, bajo la voz intemperante del superyó, desprovisto de su faz protectora de la providencia, en una pura exigencia paradójica de goce. El placer que se articula al deseo de muerte, de su mujer o de su padre, liga a un excedente intramitable de excitación sexual y se conjuga en torno a la satisfacción fantasmática bajo el imperio de la necesidad de castigo. De allí la transformación del superyó como miedo a la muerte bajo la modalidad del terror en el punto en el cual no hay disposición para la angustia como fenómeno de margen limitante del horror. El terror, el pánico se anticipa al retorno de aquello que reconoce la impronta de lo siniestro.

Bibliografia

Chejov, Anton, El violín de Rothschild y otros relatos, Madrid, 1994

Freud, Sigmund, Inhibición, sintoma y angustia. Bibloteca Nueva

Freud, Sigmund,Lo siniestro. Biblioteca Nueva. Madrid

Freud, Sigmund,Autobiografia. Biblioteca Nueva. Madrid

Freud, Sigmund,Obsesiones y fobia. Biblioteca Nueva. Madrid

Freud, Sigmund, Mas allá del principio del placer. Biblioteca Nueva. Madrid

Freud, Sigmund,Psicología de las masas y análisis del yo. Biblioteca Nueva. Madrid

Freud, Sigmund, El malestar en la cultura. Biblioteca Nueva. Madrid

Lacan, Jacques, Seminario X, inédito.

Reik,Theodor, Confesiones de un psicoanalista, Buenos Aires, Ed. Paidos1965.

miércoles, 25 de junio de 2008

::Presentación del libro: Lo femenino en la clínica

Queridos amigos:

Los invito a la presentación de mi libro: "Lo femenino en la clínica", editado por Laborde libros, a realizarse el 5 de julio a las 13 hs, en Bodegón: (Arenales y Vera Mújca).
Oficiarán de presentadores, mis amigos: Alicia Alvarez, Beatriz Arce y Juan Alberto Manino.
Me gustará compartir con ustedes un brindis y divertirnos un rato juntos.
Los espero:

Marité Colovini

domingo, 8 de junio de 2008

::Fuentes terapéuticas freudianas

Las notas de clase son tomadas de diferentes referencias bibliográficas. En esta oportiunidad trabajaremos con : Assoun, P. Fndamentos del psicoanálisis. 


1-El descubrimiento freudiano:

Como verán, el programa propuesto avanza en el sentido de una heurística[1], o sea, una caracterización del dispositivo de indagación realizado por Freud.

Del Diccionario de la Real Academia Española:
heurístico, ca.

(Del gr. εὑρίσκειν, hallar, inventar, y ‒́tico).

1. adj. Perteneciente o relativo a la heurística.

2. f. Técnica de la indagación y del descubrimiento.

3. f. Busca o investigación de documentos o fuentes históricas.

4. f. En algunas ciencias, manera de buscar la solución de un problema mediante métodos no rigurosos, como por tanteo, reglas empíricas, etc.

Es decir: Cómo Freud, producto de una formación de alto nivel en la investigación médica y neurológica, llegó a ser él mismo, el inventor de un modo de investigación analítica.

Las biografías de Freud evocan los nombres claves de ésta trayectoria: Charcot-Breuer-Fliess.

Si con Charcot hemos visto el modo en que Freud es conducido a la mirada clínica, fue el encuentro frontal con lo real clínico, encarnado en y por el histérico lo que decide a Freud a actuar sobre la histeria mediante la hipnosis de manera de revelar su naturaleza secreta.

Charcot había encontrado en la hipnosis el medio experimental para reproducir el estado patológico que atestigüe la patogenia del estado clínico.
El cuadro titulado la lección de la Salpetriere, realziado por el pintor Brouillet y expuesto en el salón de artistas franceses de 1887 es un cierto modo emblema de un cierto dispositivo clínico: Se ve allí a la paciente histérica “dormida” en los brazos de Babinski, el discípulo de Charcot y vigilada por Mlle. Bottard, asistente de Charcot. Blance Wittmann, internada en la Salpetriere desde 1877, está echada para atrás, mientras el maestro Charcot la señala con el dedo y comenta el suceso ante un auditorio fascinado.

Se tiene aquí la escena originaria de la presentación clínica en la que habrá de penetrar el creador del psicoanálisis.

El procedimiento del que hay indicios a partir de los trabajos sobre el magnetismo en el siglo XVIII ( Mesmer, Puseguy) llamado Braidismo en el siglo siguiente, a partir de que Braid, médico de Manchester, lo había inscripto en el discurso médico, se había impuesto como recurso terapéutico.

Charcot comprende en la práctica que la hipnosis es un acceso valioso al secreto del histérico. Lo que le bromuro de potasio produce en el epiléptico, la hipnosis lo produce en el histérico, lo que confirma su profunda diferencia.
La hipnosis pone fin al síntoma, el paralítico, por ejemplo. La hipnosis pasa a ser el instrumento auxiliar para poner d e manifiesto la patogenia, es decir, la comprensión del mecanismo por el cual actúan las causas que producen el proceso mórbido.

Si bien el genio clínico de Charcot deslumbra en sus Lecciones de los martes (que Freud tradujo) al no tener inclinación a las concepciones psicológicas, deja a sus discípulos la tarea de constituir una especie de psicofilosofía de la histeria. Así, Ritcher escribe: Estudio descriptivo del gran ataque histérico y sus principales variedades, Janet, : El automatismo psicológico.
Freud, en 1911, en un artículo notable sobre la ceguera histérica[2], se referirá a la escuela psicológica francesa: Charcot, Binet, Janet.

Esta se constituyó para hacer frente a la crítica, emanada de Hippolyte Bernheim con fuertes argumentos, el médico convertido a la hipnosis después de la lectura del trabajo precursor de Liebault: Del sueño y los estado análogos, 1866. En una obra decisiva, De la sugestión en el estado hipnótico y en el estado de vigilia, representante de lo que sería la Escuela de Nancy, rechaza el nexo entre histeria e hipnotizabilidad, al describir las leyes del mecanismo psicológico normal de la sugestión.

Las dos corrientes se enfrentaron en el Congreso Internacional de 1889, al que Freud pudo asistir, y que hizo que tomara posición a favor de la sugestión.
En julio de 1889 se encuentra con Bernheim.

2-De la hipnosis al psicoanálisis:

Braid descubre en 1841, que un sujeto al que se le hace fijar su mirada en un objeto brillante, situado un poco por debajo de la frente, cae en un sueño especial que se denominará sueño hipnótico o braidico.
Braid vuelve a encontrar la intuición del médico austríaco Mesmer, que utiliza a partir de 17776 el magnetismo, ese fluido universal como medio terapéutico.

Reconsideraba que éste, mediante el dispositivo de las célebres cubetas magnéticas producía sus efectos al aplicarse al cuerpo de los enfermos (entre ellos los histéricos), se vinculaban a través de varillas de hierro que colgaban sobre el líquido (agua que llenaba las cubetas, botellas que descansaban sobre una mezcla de vidrio molido y limaduras de hierro).

Puysegur, discípulo francés de Mesmer, se apresuró a establecer que ese fluido era nervioso y no físico al estudiar el sonambulismo.

Por último, Braid, dio un paso decisivo al caracterizar el hipnotismo como un estado del sistema nervioso determinado por maniobras artificiales y provocado por la concentración del ojo (mental y visual) en un objeto.
Señala con acierto que ese sueño entraña una pérdida de memoria, de modo que el paciente no conserva recuerdo algunos de lo ocurrido durante ese sueño, artificial , pero efectivo.

El hipnotismo o braidismo fue conocido en Francia por obra de Azam, de Burdeos, en 1859, bajo la forma de una comunicación a la Sociedad de Cirugía de parís, antes de ser nuevamente descubierto por Richer(1873) y practicado por Charcot a partir de 1878.

Pero he aquí la revolución discreta introducida por Liebault mediante su texto de 1866, ignorado hasta que Bernheim lo hace conocer (1883-1890) donde se concibe al hipnotismo como un sueño provocado por sugestión. Considerando la sugestión como la clave del braidismo, esto significa que no hay fluido magnético, no hay acción física hipnotizante, sino sólo una acción psíquica: la idea.

La sugestionabilidad normal sólo se exalta en la concentración psíquica del sueño: de allí que Liebault ponga en práctica una psicoterapia sugestiva durante el sueño provocado. Por primera vez recurre a la sugestión verbal al provocar el sueño y en algún caso curar mediante la palabra.
Esto contrasta con la concepción de Charcot, para quien como dijo Bernheim el hipnotismo se le presentaba como una neurosis experimental susceptible de ser provocada en los histéricos.

Corresponderá a Bernheim introducir la sugestionabilidad normal en el estado de vigilia y la terapéutica sugestiva correspondiente.

En adelante, los fenómenos de sugestión no son función de un estado magnético ni de un estado hipnótico, ni de un sueño provocado, sino que son función de una propiedad fisiológica del cerebro que puede ser provocada durante la vigilia: la sugestionabilidad.

El fundamento teórico de Bernheim es lo que él llama “ideodinamismo” : “Toda idea sugerida tiende a convertirse en acto”, es decir, movimiento, acción, sensación, emoción, acto orgánico. De igual modo, la idea también puede neutralizar un acto, inhibir un movimiento, una sensación, una emoción, una imagen, una función.

Esta propiedad es el fundamento de la idea de psicoterapia. Liberado de las supersticiones, el hipnotismo cede su puesto a una suerte de causalidad psíquica que es posible poner en acción con fines terapéuticos.

Es necesario subrayar aquí la importancia de la Escuela de Nancy (Liebault/Bernheim) pues ésta, complemento de la Escuela de la Salpetriere, pondrá al creador del psicoanálisis en el camino de una verdadera teoría de la causalidad psíquica inconciente.

Cuando decide traducir también la obra máxima de Bernheim: De la sugestión y de sus aplicaciones, a partir de 1887, Freud toma conciencia de la importancia de los trabajos sobre sugestión.

Se trata de que la sugestión revela cierto determinismo psíquico, que sería activado precisamente por ella.

El objetivo de Bernheim era desmistificar la hipnosis como procedimiento de apariencia mágica al relacionarlo con leyes de procesos psíquicos. Pero además, permitía, al superar la explicación fisiológica, hacer de la hipnosis un procedimiento psicoterapéutico.

El viaje a Nacy en 1889 adquiere pues el sentido de un giro en la concepción freudiana: es el mismo año en que se realiza el 1ª Congreso internacional de hipnotismo experimental y terapéutico.

La sugestión poshipnótica, es decir, el hecho de que el sujeto hipnotizado es susceptible de recordar, en virtud de una orden del hipnotizador lo que se hizo durante el sueño, en una traducción experimental de la acción de sus recuerdos latentes, le permitirá encontrar, como se ha visto con anterioridad, el primer anuncio de los procesos inconscientes.

Verdad teórica combinada con este descubrimiento práctico: las asociaciones libres relevarán a las técnicas de sugestión para superarlas: al menos Bernheim había planteado el principio de una accesibilidad psíquica de estos estado latentes, inducidos por sugestión.

“Fui testigo de las asombrosas experiencias de Bernheim sobre sus enfermos de hospital y es allí donde experimenté las más fuertes impresiones relativas a la posibilidad de poderosos procesos psíquicos, que sin embargo permanecen ocultos a la conciencia de los hombres”.[3]

De hecho, Charcot sigue siendo el autor del choque primitivo, en la medida en que hizo sentir a Freud “la envoltura formal del síntoma”. El aporte de Bernheim
consistirá en relacionar la cuestión con el aspecto de la causalidad psíquica subyacente. Charcot, por lo tanto, resulta impresionante en el plano propiamente clínico, mientras que Bernheim lo es en el plano de la revelación de esos “poderosos procesos psíquicos ocultos”. El psicoanálisis los conciliará en virtud de una superación que ni uno ni el otro habían previsto: la etiología sexual servirá de fundamento para esta síntesis entre los derechos del síntoma y los de los procesos.

De modo paradójico, el aporte de Bernheim se concreta, para Freud, al mismo tiempo que evalúa los límites de la sugestión. En efecto, aquel fracasa en sugestionar a la paciente que Freud lleva a Nancy para comprobar los efectos de la teoría. Pero de todos modos, considera como adquirida la idea de que las manifestaciones hipnóticas son efectos psíquicos, efectos de representaciones suscitadas, en forma intencional o no, en el hipnotizado” y no un “estado fisiológicamente modificado del sistema nervioso, provocado por excitaciones externas”, como pensaba Charcot.

La exigencia de explicación es, en adelante, inherente de la necesidad de escucha: causa y fenómenos son en adelante, de una vez por todas, inseparables de la heurística freudiana.

Es una paradoja, que Freud, al abandonar la hipnosis y relativizar su importancia, Freud reconozca su importancia en la historia del descubrimiento de los procesos inconscientes.

Una vez reconocido el mecanismo de la sugestión, Freud se encuentra con el inconsciente, y abre el camino hacia un tratamiento de las patologías del ICC catártico.
Ahora bien, en Breuer, la catarsis se mantenía en el fondo como una hipnosis. En cambio, para Freud, se convierte en un procedimiento específico de exploración del ICC. Por esto la practicará sin hipnosis y antes de transformarla en pura y simple cura de lenguaje, ya habrá renunciado a maniobras intermedias(aposición de las manos sobre la frente del paciente).

3-El acto terapéutico: Freud con Breuer.



Pero si Charcot le enseñó a Freud a ver, Breuer le enseñó a actuar sobre el síntoma.
El método catártico, fruto de la genialidad de Breuer, pone en evidencia el proceso de formación del síntoma al actuar sobre él.
La finalidad misma del dispositivo terapéutico: abreaccionar el afecto atascado, sugiere que con ese “objeto” es necesario una acción.

Se hace posible actuar sobre el síntoma y simultáneamente, esta acción es demostración del determinismo psíquico en funcionamiento en la formación del síntoma sobre el que se actúa: ésta es la considerable contribución e Breuer a la heurística freudiana.

Creo que es por esto que Freud insiste en atribuirle a Breuer la paternidad del psicoanálisis.

Al cabo de una práctica discontinua, durante diez años, a partir de 1892 Freud se ocupa de desarrollar su propio método, como si, según lo señala Jones, su técnica se fuera depurando y se desembarazara de sus coadyuvantes.
Precisamente en el momento en que participa de “Un caso de curación hipnótica de un caso de histeria” (1887) se prepara para reubicar de verdad a la hipnosis.

4- La terapéutica:

Freud continúa su texto explicando como abandonó el hipnotismo y modificó el método catártico, por razones estrictamente de “práctica”:

"Había comprobado dos graves insuficiencias del empleo del hipnotismo, incluso en su aplicación a la catarsis. En primer lugar, los resultados terapéuticos obtenidos desaparecían ante la menor perturbación de la relación personal entre médico y enfermo. Volvían ciertamente a aparecer una vez conseguida la reconciliación; pero se demostraba así que la relación personal afectiva -factor imposible de dominar- era más poderosa que la labor catártica. Además, llegó un día en el que me fue dado comprobar algo que sospechaba ya desde mucho tiempo atrás. Una de mis pacientes más dóciles, con la cual había obtenido por medio del hipnotismo los más favorables resultados, me sorprendió, un día que había logrado libertarla de un doloroso acceso refiriéndolo a su causa inicial, echándome los brazos al cuello al despertar del sueño hipnótico. Una criada que llamó a la puerta en aquellos momentos nos evitó una penosa explicación; pero desde tal día renunciamos, por un acuerdo tácito, a la continuación del tratamiento hipnótico. Suficientemente modesto para no atribuir aquel incidente a mis atractivos personales, supuse haber descubierto con él la naturaleza del elemento místico que actuaba detrás del hipnotismo. Para suprimirlo o, por lo menos, aislarlo tenía que abandonar el procedimiento hipnótico."


"Abandoné el hipnotismo; pero el cambio de táctica trajo consigo un cambio de aspecto de la labor catártica. El hipnotismo había encubierto un juego de fuerzas que se evidenciaba ahora y cuyo descubrimiento proporcionaba a la teoría una base muy firme.
¿Cuál podría ser la causa de que los enfermos hubiesen olvidado tantos hechos de su vida interior y exterior y pudiesen, sin embargo, recordarlos cuando se les aplicaba la técnica antes descrita? La observación daba a esta pregunta respuesta más que suficiente. Todo lo olvidado había sido penoso por un motivo cualquiera para el sujeto, siendo considerado por las aspiraciones de su personalidad como temible, doloroso o avergonzado. Había, pues, que pensar que debía precisamente a tales caracteres el haber caído en el olvido, esto es, el no haber permanecido consciente. Para hacerlo consciente de nuevo era preciso dominar en el enfermo algo que se rebelaba contra ello, imponiéndose así al médico un esfuerzo. Este esfuerzo variaba mucho según los casos, creciendo en razón directa de la gravedad de lo olvidado, y constituía la medida de la resistencia del enfermo. De este modo surgió la teoría de la represión."


Y tenemos entonces el descubrimiento freudiano del inconsciente. Este material penoso olvidado, no desaparecía del aparato psíquico por desaparecer de la conciencia, se mantenía en estado inconsciente, pero desde allí ejercía su eficacia en cuanto a la génesis de los síntomas de los neuróticos. Podemos decir, que Freud considera que hay un sujeto del síntoma, aunque el enfermo en cuanto a su yo conciente nada sabe de él.

"La teoría de la represión constituyó la base principal de la comprensión de las neurosis e impuso una modificación de la labor terapéutica. Su fin no era ya hacer volver a los caminos normales los afectos extraviados por una falsa ruta, sino descubrir las represiones y suprimirlas mediante un juicio que aceptase o condenase definitivamente lo excluido por la represión. En acatamiento a este nuevo estado de cosas, di al método de investigación y curación resultante el nombre de psicoanálisis en sustitución del de catarsis."
………………………………………………………………………………………..
" Para el psicoanálisis todo es, en un principio, inconsciente, y la cualidad de la consciencia puede agregarse después o faltar en absoluto. Estas afirmaciones tropezaron con la oposición de los filósofos, para los que lo consciente y lo psíquico son una sola cosa, resultándoles inconcebible la existencia de lo psíquico inconsciente. El psicoanálisis tuvo, pues, que surgir adelante sin atender a esta idiosincrasia de los filósofos, basándose en observaciones realizadas en material patológico absolutamente ignoradas por sus contradictores y en las referentes a la frecuencia y poderío de impulsos de los que nada sabe el propio sujeto, el cual se ve obligado a deducirlos como otro hecho cualquiera del mundo exterior. "
……………………………………………………………………………………………
"Las teorías de la resistencia y de la represión de lo inconsciente, de la significación etiológica de la vida sexual y de la importancia de los sucesos infantiles son los elementos principales del edificio teórico psicoanalítico. "

Hasta aquí, es mi intento recorrer con estas citas y en palabras del mismo Freud la respuesta a qué es el psicoanálisis.
Quisiera agregar del mismo texto, un párrafo sobre la particularidad que Freud señala respecto a la formación de un psicoanalista y también la conclusión a la que Freud llega hacia el final del texto sobre qué es el psicoanálisis.

"En realidad, el médico que no ha hecho un estudio especial es también, a pesar de su título, un profano por lo que respecta al psicoanálisis, y el individuo ajeno a la Medicina puede llevar perfectamente a cabo, mediante una preparación analítica y auxiliado en algún caso por un médico, el tratamiento analítico de las neurosis.
Por uno de aquellos desarrollos contra cuyo resultado es inútil resistirse ha acabado por integrar varios sentidos la palabra «psicoanálisis». Originariamente no constituía sino el nombre de un método terapéutico especial, pero ahora ha llegado a convertirse en el nombre de una ciencia, de la ciencia de lo psíquico inconsciente. Esta ciencia no es, generalmente, apta para resolver por sí sola un problema, pero parece llamada a ofrecer a las más diversas disciplinas científicas importantísimas aportaciones. El campo de aplicación del psicoanálisis es tan amplio como el de la Psicología, al que agrega un complemento de importantísimo alcance. "



Bien, tenemos bastante material para discutir, por lo que les propongo que iniciemos a partir de aquí la discusión sobre los temas propuestos.










[1] Heurística
De Wikipedia, la enciclopedia libre

Se denomina heurística a la capacidad de un sistema para realizar de forma inmediata innovaciones positivas para sus fines. La capacidad heurística es un rasgo característico de los humanos, desde cuyo punto de vista puede describirse como el arte y la ciencia del descubrimiento y de la invención o de resolver problemas mediante la creatividad y el pensamiento lateral o pensamiento divergente.

La etimología de heurística es la misma que la de la palabra eureka, cuya exclamación se atribuye a Arquímedes en un episodio tan famoso como apócrifo. La palabra heurística aparece en más de una categoría gramatical. Cuando se usa como sustantivo, identifica el arte o la ciencia del descubrimiento, una disciplina susceptible de ser investigada formalmente. Cuando aparece como adjetivo, se refiere a cosas más concretas, como estrategias heurísticas, reglas heurísticas o silogismos y conclusiones heurísticas. Claro está que estos dos usos están íntimamente relacionados ya que la heurística usualmente propone estrategias heurísticas que guían el descubrimiento.

La popularización del concepto se debe al matemático George Pólya, con su libro Cómo resolverlo (How to solve it). Habiendo estudiado tantas pruebas matemáticas desde su juventud, quería saber cómo los matemáticos llegan a ellas. El libro contiene la clase de recetas heurísticas que trataba de enseñar a sus alumnos de matemáticas. Cuatro ejemplos extraídos de él ilustran el concepto mejor que ninguna definición:

* Si no consigues entender un problema, dibuja un esquema.
* Si no encuentras la solución, haz como si ya la tuvieras y mira a ver qué puedes deducir de ella (razonando hacia atrás).
* Si el problema es abstracto, prueba a examinar un ejemplo concreto.
* Intenta abordar primero un problema más general (es la “paradoja del inventor”: el propósito más ambicioso es el que tiene más posibilidades de éxito).
[2] Freud, S. Algunas perturbaciones psicógenas de la visión. Obras completas.
[3] Freud, S. Autobiografía. Obras Completas.

::La nosografía freudiana.

Marité Colovini

En la clase anterior he presentado el modo en que Freud fue construyendo la psicopatología que podemos llamar psicoanalítica.
Enfatizé la específica manera de la teorización freudiana subrayando el hecho de que el saber psicoanalítico es aquel que se segrega de la experiencia.
Por otro lado, avanzamos en cuanto a las particularidades espistémicas de la investigación en psicoanálisis, y al carácter inacabado de la teoría psicoanalítica, en tanto no hay manera de recubrir lo real ni a partir de lo imaginario ni a partir de lo simbólico.

Hoy vamos a detenernos en detallar lo que hemos trabajado como la psicopatología freudiana, y en las consecuencias que de ella se desprenden para la teoría psicoanalítica y la dirección de la cura.
Podemos plantear que encontramos en Freud los siguientes grupos:

1-Psiconeurosis

2- Neurosis actuales.

3-Neurosis narcisistas.

4- Perversiones.


Dentro de las psiconeurosis, especificamos:
a-neurosis histérica.
b-neurosis obsesiva.
c-neurosis fóbica

Las psiconeurosis son el primer grupo estudiado por Freud, enfatizando con ese nombre la dimensión psíquica en la cual se desarrolla el conflicto responsable de sus manifestaciones.
Recordemos que este grupo fue aislado de aquellas otras patologías que tenían etiología y lesiones a nivel del cuerpo, del organismo.
Para ir delimitando la especificidad de las psiconeurosis le fue necesario a Freud precisar la noción de un aparto psíquico.
Esta teorización, que se inicia a tempranamente, y que cuenta con nociones de la psicología de su época, puede rastrearse a nivel de:-las cartas a Fliess.
-el Proyecto de una Psicología para neurólogos.
-Los estudios sobre la Histeria.
-la Interpretación de los sueños.
Hasta aquí, podemos situar lo que se llama: Primera tópica. Esta se constituye con tres instancias: Conciente, Preconciente e Inconsciente. Lo que diferencia estas instancias es la represión, mecanismo fundamental que, operando sobre una representación, la deshace del afecto y la mantiene en el Inc.
Habiendo partido Freud de un modelo físico-fisiológico del psiquismo, concepción mecanicista heredada de la psicología de su época, va evolucionando hacia una intelección cada vez más fina de los fenómenos psicológicos. Tenemos que recordar que, paralelamente a sus explicaciones teóricas, su técnica se depura: abandona al principio la sugestión y después la hipnosis, reduce sus maniobras a algunos procedimientos cuya naturaleza de ningún modo desconoce e insiste cada vez más en la calidad de la relación entre el terapeuta y el paciente.

Desde el incio, Freud captó en la causación de los síntomas histéricos el aspecto esencial que hallará a todo lo largo de su búsqueda y que pensará a través de diferentes modelos: allí se despliega un proceso con todas las apariencias de una causalidad material, en la medida en que su significación psicológica no agota ni su lógica ni su funcionamiento. Por cierto, se trata de hechos mentales, pero no de hechos concientes, ni incluso de hechos de sentido. Es preciso buscar sus leyes, sus regularidades de funcionamiento. De esto proviene la necesidad de modelos figurados del tipo aparato o máquina.

Las psiconeurosis fueron también llamadas por Freud neurosis de defensa.
En el Manucrito del 1 de enero de 1896 llamado “Un cuento navideño” desarrolla su teoría sobre las neurosis de defensa. : “se trata de un esfuerzo voluntario para rechazar un recuerdo penoso, y la neurosis proviene de ello”.

Aquí vemos la teoría del trauma de contenido sexual y acontecido en la época infantil presexual y que con la pubertad adquiere significación sexual,( “Gracias al cambio debido a la pubertad el recurso desplegará una potencia que falta por completo en el acontecimiento mismo; el recuerdo actuará como si fuese un acontecimiento actual, o sea habrá acción póstuma de un traumatismo sexual”) también llamada teoría de la seducción. También para la neurosis obsesiva la causa es una experiencia infantil, sólo que en este caso el sujeto ha participado activamente, con frecuencia como seductor de otro niño, y de la que obtuvo goce. Las ideas obsesivas aparecen en el análisis como sustituto deformado de “reproches que el sujeto se dirige a causa de este goce sexual anticipado”.
En síntesis, se trata para las neurosis de defenderse contra la sexualidad, pero una sexualidad anticipada en los dos casos, y por eso mismo traumática.

Por distintos argumentos teóricos, la noción de defensa va a sustituirse por la de represión, que convienen más a la explicación que Freud requiere para el mecanismo fundamental de las neurosis.
Si bien la teoría de la seducción también fue luego sustituída , constituyó sin duda el primer encuentro freudiano con la sexualidad infantil.

El Proyecto de Psicología para neurólogos (1895) constituye un primer modelo psicoanalítico y no psicológico del psiquismo. Lo atestigua esencialmente lo que constituye su núcleo: la teoría del proceso primario y el principio de inercia, que dan estatuto teórico al funcionamiento inçonsciente y representan el punto de clivaje fundamental respecto al modelo de los Estudios sobre la histeria. En cuanto a la teoría de la represión que explica al mismo tiempo su especificidad sexual, seguirá siendo, durante mucho tiempo un ideal nostálgico en la búsqueda freudiana.

En 1896, escribe la carta 52 y allí complejiza el aparato que había intuído en el Proyecto, proponiendo una serie de registros sucesivos de recuerdos perceptivos que se establecen a partir del sistema percepción-conciencia.
Les recuerdo brevemente que se trata de tres sistemas:-el primero, totalmente incapaz de convertirse en conciente y dispuesto según asociaciones simultáneas: signos de percepción.
-el segundo, el inconsciente: dispuesto según otras asociaciones (relaciones de causalidad), es decir relaciones de sucesión temporal .
-el tercero, el preconciente, es una transcripción ligada a las representaciones verbales y que corresponde a nuestro yo oficial. Lo sigue en el esquema un segundo sistema conciente que no es más que la repetición del sistema percepción.
Estos registros se transcriben en los sucesivos sistemas, y a la falta de traducción le llama represión. El motivo es el displacer. Ya aquí no hay neuronas como en el Proyecto, y a partir de aquí, Freud construirá aparatos mentales.
Asistimos a una nueva psicología, que Freud llamará más tarde Metapsicología.

La Interpretación de los sueños apareció en 1900 . En el capítulo 7 encontramos una nueva teoría del aparto mental. A partir del carácter alucinatorio del sueño se introduce la idea de un lugar psíquico. Freud rechaza la noción de localización anatómica con el fin de no salir de un terreno psicológico: se trata de producir un modelo analógico de una topografía mental. Así pasa de las metáforas eléctricas a la imagen de un aparato óptico cuyos lugares son virtuales.
Se trata de un aparato compuesto por varios sistemas y cuya estructura se orienta desde un extremo perceptivo hasta un extremo motor.
Por otro lado, a partir de este libro, la noción de deseo se impone como central: “el sueño es una realización de deseo”.

Al año siguiente, escribe Psicopatología de la vida cotidiana y allí plantea que los procesos psíquicos que están en la base de la patología aparecen así como de la misma naturaleza que los que estructuran la vida mental del
hombre llamado normal.
En adelante, el desencadenamiento de la neurosis depende de una ruptura del equilibrio: “Cuando el deseo inconsciente reprimido es reforzado orgánicamente y presta fuerza nueva a sus pensamientos de transferencia (sustitutivos) de manera que ellos pueden intentar penetrar pro la fuerza (en el preconciente) hay entonces refuerzo de la oposición del preconciente a los pensamientos reprimidos (contrainvestidura) y después transacción, pasaje de los pensamientos de transferencia (cargados de deseos incoscientes) bajo una forma intermediaria y creación del síntoma”.

Destaco como muy importante que de aquí en adelante el modelo teórico freudiano es tan significativo para la psicología normal como para la psicología de las neurosis. Permite conceptualizar la identidad de ambas, una de las adquisiciones fundamentales del psicoanálisis.

Los tres registros metapsicológicos se han diferenciado ya suficientemente de sus modelos originarios como para representar las grandes dimensiones fenomenológicas de la clínica psicoanalítica:
-el conflicto psíquico (punto de vista dinámico)
-la existencia del inconsciente, sus leyes y su relación con la conciencia (punto de vista tópico)
-la gravitación de las relaciones de equilibrio y de importancia relativa de los móviles psicológicos en juego en el conflicto, así como su indestructibilidad y la equivalencia de sus manifestaciones directas o deformadas (punto de vista económico).

Cuando en 1905 Freud estudie la sexualidad infantil y la describa como perversa , polimorfa y autoerótica, añadirá a su teorización de las neurosis que: “los neuróticos permanecen en el estado infantil de la sexualidad o vuelven a caer en ese estado”. De modo que uno se ve remitido hacia la determinación de las perversiones sexuales, respecto de las cuales las neurosis no son más que el reverso.
Pareciera que Freud se atiene a una teoría evolucionista de la sexualidad, y en tanto cobra importancia el aspecto pulsional en su teoría, se producen deslizamientos que pueden ser interpretados como biologistas. Más que nunca subraya la semejanza de las neurosis con los fenómenos de intoxicación y abstinencia, de manera que en las neurosis actuales podemos reconocer los efectos somáticos de los trastornos del metabolismo sexual y en las neuropsicosis los efectos psíquicos de esos mismos metabolismos.
Es a través de la teoría que va haciendo de su técnica que encontramos la contrapartida intelectualista de esta tendencia biologizante y evolucionista.


La introducción de la noción de narcisismo y un nuevo análisis de la estructura y el funcionamiento mental, realizan una mutación muy importante en la segunda década del 1900. El fantasma avanzó cada vez más al `primer plano de la exploración psicoanalítica como encarnación privilegiada (representante psíquico) de la pulsión y matriz del síntoma.
Esta nueva orientación tiene su fuente en los contactos que en 1909 Freud mantenía con la escuela de Zurich, esencialmente con Jung y accesoriamente también con Bleuler y Abraham.
Esta mutación teórica se forjó alrededor de un terreno también psicopatológico: el problema de la psicosis. El debate se refiere primero a la autonomía nosográfica de la demencia precoz (esquizofrenia) con respecto a la paranoia. La posición de Freud en lo esencial se corresponde con el análisis que desarrollará del presidente Schreber. Su idea básica es que se trata de una sola entidad, de un solo proceso patológico, cuya versión completa, canónica es la paranoia (en el sentido kraepeliniano):”la paranoia sigue siendo el concepto teórico; la demencia precoz parece ser en efecto una expresión clínica.”
Freud expone sus ideas básicas en una carta de abril de 1907 que acompaña de un manuscrito redactado en el mismo momento y en la carta siguiente del 23 de mayo. Allí Freud establece que (en la paranoia) a continuación del conflicto” la libido es retirada al objeto…..la hostilidad hacia el objeto que se manifiesta en la paranoia……es la manifestación endógena de la desinvestidura libidinal….la investición retirada del objeto es vuelta hacia el yo, es decir, se convierte en autoerótica. Así, el yo paranoide está sobreinvestido, egoísta, megalómano. La libido abandona la representación del objeto la cual despojada de la investidura que la designaba como interior, puede ser tratada como una percepción y proyectada hacia el exterior.

En las primeras líneas de Formulaciones sobre los dos principios del funcionamiento psíquico (1911) Freud dice: “El neurótico se aparta de la realidad porque- en todo o en parte- le resulta insoportable. ….de ello resulta para nosotros la tarea de realizar investigaciones acerca del desarrollo de la relación del neurótico y del hombre en general con la realidad y la de incluir así la significación psicológica del mundo exterior real en el ensamblaje de nuestra doctrina.”
Luego de describir dos tipos de procesos, uno primario autístico, que no tiene en cuanta a la realidad y otro secundario, donde se realiza penosamente el aprendizaje de la acción en tanto que apunta a una transformación apropiada de la realidad; Freud adscribe a los restos de cierta actividad del primer modo de funcionamiento que queda escindido del principio de realidad, a la actividad fantasmática, que empieza a manifestarse ya en los juegos de los niños y que más tarde, continuada como ensueño diurno, renuncia a apoyarse en objetos reales.

Casi en el mismo tiempo, Freud opuso en sus análisis dos grupos pulsionales: las que sirven a la sexualidad y las de autoconservación.
Siguen siendo las particularidades del desarrollo psicosexual las que explican la psicopatología, pero lo hacen a través de un análisis que privilegia la tendencia autística y desadaptada de la pulsión sexual, su afinidad con la satisfacción autoerótica y fantasmática, su parentesco con el sistema inconsciente y sus dependencias. Volvemos a encontrar aquí el lazo entre el inconsciente y la sexualidad. pero en adelante, el proceso de regresión funcional puede apuntar tanto a la libido como a las pulsiones del yo. (Por ejemplo, la amencia de Meyner, por ejemplo, sería el punto extremo del proceso de regresión del yo )
Además, Freud extrae de ese modo de ver las dos secuencias paralelas del yo y de la sexualidad una nueva hipótesis respecto a la elección de la neurosis: cada etapa de ese proceso, cada desfasaje en la sincronización de las dos series proporciona el germen de una disposición neurótica cuya forma depende del momento del impacto patógeno.


En el momento mismo que publicó las Formulaciones (1911) Freud se esforzó por refinar su teoría de las psicosis, aprovechando el análisis del caso Schreber (1911) en el cual introduce el término y la noción de narcisismo. “Estadio por el que pasa la libido en el curso de su evolución desde el autoerotismo hasta el amor objetal.” Pero si bien se demarca a partir del esquema teórico de la evolución de la libido, el narcisimo lo desborda lo suficiente como para solicitar incesantemente una conceptualización más amplia. Así, el narcisismo aparece finalmente como el complemento libidinal de las pulsiones egoístas.
Esto conducirá a una reformulación de la instancia del yo, que verá la luz luego de 1920., a partir de la nueva teoría de la angustia, el más allá del principio del placer, la segunda tópica y la nueva dualidad pulsional: pulsión de vida y pulsión de muerte.
En la próxima clase abordaremos las consecuencias clínicas de estas nuevas nociones.

:: Aviso a los alumnos

Está ya en las fotocopiadoras el texto establecido de la Fabrica del caso. Pueden retirarlo para comenzar el trabajo de fabricación.
Saludos,
Dra. Marité Colovini

domingo, 1 de junio de 2008

::Cita de Jaspers

“¿Para qué puede servir un diagnóstico si no permite decir ni de qué sufre el enfermo, ni cual es su estado presente, ni cuál será su devenir, ni qué tratamiento requiere?”

Jaspers, Karl: Psychopatologie général, citado por B. Rancher, G. Zimra, J.-P. Rondepierre, A. Viallard en Prefacio, Dementia Praecox…, op.cit., p.15

::Angustia y vida pulsional

N uevas conferencias de introducción al psicoanálisis
3 2ª conferencia: Angustia y vida pulsional *



Esta conferencia es la cuarta de una serie de siete que nunca se llegaron a dictar. Data de 1932, puede decirse que se trata de una revisión crítica respecto de la primera, que si fue dictada en 1916. Por lo tanto, 16 años separan una de la otra y concretamente en la que nos ocupa se sumerge en consideraciones metapsicológicas y teóricas de una dificultad que fue evitada en la anterior.

En aquella, la primera, el título es La angustia, a secas. En esta segunda como saben, añade algo a la angustia, añade las pulsiones y creo que no por azar, porque si la angustia tiene que ver con algo, es con la pulsión.

Su título reza Angustia y vida pulsional.

Se han podido identificar dos teorías sobre la angustia que, como sabemos datan, la primera de 1895 con el texto que Freud llamó: Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de "neurosis de angustia" 1 - también aparece en el llamado Manuscrito E 2 de la correspondencia entre Freud y Fliess - y la segunda en el célebre trabajo titulado: Inhibición, síntoma y angustia 3 de 1925.

La angustia ocupa un lugar central en la elaboración conceptual de Freud, y esto desde el nacimiento del psicoanálisis. No obstante, no podemos decir que en la obra de Freud podemos encontrar una teoría unificada de la angustia. Si seguimos sus sucesivos desarrollos se trata más bien de una serie de elaboraciones que tratan de dar cuenta de la angustia de manera diferente, según ésta sea considerada como causa o como efecto de la represión.

Comienza definiendo la angustia como un estado afectivo, una reunión de determinadas sensaciones de la serie placer-displacer con las correspondientes inervaciones de descarga y su percepción. 4

En esta primera teoría de la angustia, Freud parte de la diferencia entre "angustia realista" y "angustia neurótica".

La primera es una reacción que nos parece lógica frente al peligro, a un daño esperado de afuera, donde se produce un aumento del estado de atención y aumento de tensión motriz que llama apronte angustiado 5.

La segunda, la que verdaderamente le interesa a Freud, es la angustia neurótica, es enteramente enigmática, como carente de fin, dirá.

Esta angustia neurótica la contempla bajo tres constelaciones posibles: la primera es la llamada "angustia expectante", un estado de angustia libremente flotante, que está a la espera de unirse de forma pasajera a cualquier objeto posible.

Una segunda constelación sería la angustia ligada de manera firme a determinados contenidos de representación, como ocurre en las llamadas fobias, en las que se puede discernir un vínculo con un peligro exterior, pero la angustia frente a él, no puede menos que parecernos desmedida; y una tercera y última constelación sería la angustia que se da en la histeria y otras neurosis graves que acompaña a síntomas o bien emerge de manera independiente como ataque o cómo estado de prolongada permanencia pero sin que nunca se descubra fundamento exterior.

¿De qué se tiene miedo en la angustia neurótica?, se pregunta Freud, ¿cómo se compadece esta con la angustia realista ante peligros externos?

En lo que se refiere a la angustia expectante, la experiencia clínica nos ha enseñado un nexo regular con la economía de la libido en la vida sexual 6, es decir, la pulsión.

La causa más común de la neurosis de angustia, dirá, es la excitación libidinosa frustrada.

Dice que hay dos modos en que esto se produce aunque no difieren mucho entre sí: uno sería por la trasmudación directa de la líbido, explico: es el caso de las fobias infantiles en las que el niño no puede gobernar esa excitación libidinosa que le aparece ante la soledad o un rostro ajeno que despiertan la añoranza de la madre.

Se provoca una excitación libidinosa, pero no se satisface, no se aplica; entonces, en reemplazo de esta libido desviada de su aplicación, emerge el estado de angustia.

El otro modo en que se genera angustia neurótica en la histeria y otras neurosis es mediante la represión.

La represión logra separar afecto y representación, reprime la representación y el afecto, ahora liberado, atraviesa los sistemas de censura, mudado comúnmente en angustia.

En sus indagaciones sobre la relación entre síntoma y angustia, ve un vínculo muy estrecho entre la angustia y formación de síntomas en las que se evidencia que el síntoma impide el desarrollo de esta última al ligar la energía no aplicada, mediante una inhibición del yo y por esta vía se ahorra el ataque de angustia. Como si la angustia fuera lo primero y la formación de síntoma lo posterior y éste fuera creado para evitar el estallido de la angustia 7.

De esta manera, llega a una primera respuesta: aquello a lo cual se tiene miedo en la angustia neurótica, es evidentemente, la propia libido.

La diferencia entre la angustia neurótica y la angustia realista reside en dos puntos:


que el peligro es interno en vez de externo y
que no se discierne conscientemente 8.

En este momento de elaboración de Freud, en el que la angustia está al servicio de la auto conservación, es una señal de un nuevo peligro, se genera a partir de una libido que de algún modo se ha vuelto inaplicable, surge como efecto de la represión, la formación del síntoma la releva, la liga psíquicamente, etc., Freud siente que falta algo que unifique los fragmentos y una vez que alcanzó a conocer mejor los procesos del yo, ello y superyó como instancias psíquicas en tensión llegó a la conclusión de que el yo es el único almácigo de la angustia 9.

Para entonces, había reconstruido el aparato psíquico con la 2º tópica, porque se da cuenta que la represión no da cuenta de todo.

Se introduce la idea de que la represión es un concepto insuficiente porque de alguna forma hay un inconsciente que nunca ha sido reprimido e introduce el ello en el Ic y el término de pulsión.

Desarrolla el ello definido en función de la pulsión.

Nos muestra efectivamente al ello como un depósito de pulsiones de vida y muerte que intentan salir y manifestarse contra el obstáculo que representa la barrera de protección conformada por el yo. El yo es el mediador entre un mundo de fuera, fuente de estímulos de los cuales muchas veces, aunque no siempre, se puede huir, y un mundo de dentro en el que las pulsiones, de las que no hay ninguna posibilidad de huir, actúan con fuerza constante. Este esquema lo incluyó en El yo y el ello de 1923.

Fruto de las nuevas elaboraciones surge también nuevas concepciones sobre la angustia.

Lo fundamental en esta segunda teoría de la angustia es el giro que se da en la relación entre angustia y represión en los escritos de 1932 con respecto a los de 1916.

Freud corrige la relación entre angustia y represión. Dirá que la represión no crea la angustia, ésta existía con anterioridad. Al contrario, es la angustia la que crea la represión 10.

Con esta nueva concepción ha pasado también al primer plano la función de la angustia como señal para indicar una situación de peligro.

Entonces, ¿de qué clase de angustia se trata? Se trata de la angustia frente a un peligro exterior amenazante y este peligro exterior amenazante es el castigo de la castración 11.

La angustia ante la castración es uno de los motores más frecuentes e intensos de la represión y con ello de la formación de neurosis.

Es la amenaza de castración, el castigo de la castración a perder el falo; lo decisivo es que el peligro amenace de afuera y el niño crea en él.

Pero esto le resulta insatisfactorio al propio Freud, veamos los esfuerzos que hace para ampliar el alcance de la angustia más allá del falo, más allá del significante de todos los significantes: el Nombre del Padre.

Es el caso, en Hans, del caballo tomado como significante 12. Podemos decir que la fobia es el miedo en el lugar de la angustia. Es una manera de arreglarse con la angustia, una angustia que está en relación al vacío, al sin límite, a lo informe, sustituyéndola por un miedo, por el artificio del objeto que se teme; un objeto que ordena el mundo, que le pone fronteras y límites, que indica cuál es el espacio de seguridad y por tanto, instaura una estructura vivible para el sujeto. La operación de la fobia tiene una función estructurante y apunta al hecho de que finalmente el objeto fóbico es un sustituto del Nombre del Padre 13.

Pero como decía, esta manera freudiana de definir la castración y el significante que la representa resulta, incluso para el propio Freud, insatisfactoria. En su esfuerzo de ampliar el alcance de la angustia hasta más allá del Nombre del Padre, parece tener interés la teoría del trauma del nacimiento. Dicha teoría apunta en la dirección de una lógica, no del significante, sino del signo y del sentido, diferente de la del significante del Nombre del Padre 14.

El nacimiento, es la huella afectiva de toda angustia. La vivencia de angustia del nacimiento es el arquetipo de todas las situaciones posteriores de peligro 15.

Si bien el nacimiento es, objetivamente, una separación (de la madre), el niño todavía es narcisista y no distingue a la madre como objeto, por lo que para él el peligro es la gran perturbación, el displacer, que producen en él las grandes magnitudes de excitación que irrumpen, frente a las cuales se encuentra desvalido, tanto psíquica como físicamente. Toda situación de desvalimiento vivenciada resulta ser traumática. La situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida, recordada, esperada. Entonces la angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma, que más tarde es reproducida como señal de socorro en la situación de peligro. También dice Freud, en el citado texto, que es la angustia de castración la que resignifica todas las anteriores y posteriores condiciones de angustia frente al peligro de la pérdida, la separación.

Con respecto a la noción de trauma, Freud en Moisés y la religión monoteísta (1940) dice que los traumas son las impresiones recibidas en épocas tempranas y luego olvidadas. Los traumas pertenecen a la temprana infancia. Los traumas son, o fenómenos ocurridos en el propio cuerpo o percepciones sensoriales, acontecimientos o impresiones.

Por lo tanto el trauma infantil, si bien no recordado aparece en la vida adulta como acto, en esto consta la repetición. Freud dice que la repetición es repetición del trauma. Desde un punto de vista lacaniano, se puede decir que ese trauma infantil está íntimamente vinculado con la noción de real, ya que para Lacan la repetición repite un encuentro fallido con lo real.

Veremos más adelante, como esta idea de la repetición, entre otras, le lleva a Freud a la formulación de la pulsión de muerte.

Freud, tras larga vacilación y oscilación en relación a las pulsiones resuelve aceptar solo dos pulsiones básicas: Eros y pulsión de destrucción 16, también conocidas como pulsión de vida y pulsión de muerte.

Junto a las pulsiones enuncia dos principios o leyes de desarrollo de las pulsiones:


El principio del placer: toda actividad psíquica tiene como finalidad evitar el displacer y procurarse placer.
El principio de realidad: tiene como finalidad regular la expresión de los deseos en función del orden social.

Veamos estos momentos de vacilación y oscilación más detenidamente, no sin antes comentar la distinción importante entre Instinto( Instink) y pulsión (Trieb).

Como saben, Freud utilizó en alemán este término Trieb para hablar de las pulsiones y el de Instink para hablar del comportamiento animal.

El instinto es netamente congénito, heredado genéticamente. Responde al circuito estímulo-respuesta y posee objetos precisos e inamovibles.

La pulsión, si embargo, no está preformada ni orientada de antemano a ciertos fines, sino que se construye en las primeras fases de la existencia individual y carece de objetos fijos, predeterminados, donde meta y objeto admite variaciones.

La separación conceptual de instinto y pulsión hace posible que Freud establezca diferentes esquemas sobre el dualismo de la pulsión. Dualismo no simétrico, no al estilo del yin y del yang, dualismo asimétrico que rompe con la noción de equilibrio que a veces intentan imponer distintas concepciones para la especie humana. Desde esta perspectiva, el sujeto humano aparece desequilibrado, en conflicto permanente.

La pulsión (en alemán Trieb) consiste en un impulso que tiene su fuente en un estado de tensión interno del organismo y que alcanza su fin suprimiendo ese estado de tensión tanto en el objeto como mediante el objeto. No siendo ni una fuerza completamente somática, ni pura energía psíquica, sino más bien un proceso dinámico en el límite entre el soma y la psique, sea del tipo que sea nace del Ello pero actúa también el ámbito de las otras dos instancias psíquicas: Yo y Superyo 17.

El Yo tiene como propósito mantenerse con vida y protegerse de peligros mediante la angustia. Es un destino más de la pulsión. También tiene que hallar la manera más favorable y menos peligrosa de satisfacción con miramiento por el mundo exterior, mediante mecanismos como la represión, sublimación, identificación.

Mientas que el Superyó, su principal tarea sigue siendo limitar las satisfacciones aunque pueda imponer necesidades nuevas 18.

Se distinguen tres momentos en la teoría de las pulsiones de Freud:

La primera teoría pulsional aparece en 1905, en sus "Tres ensayos sobre una teoría sexual". Este primer esquema opone pulsiones sexuales y pulsiones de autoconservación. Las pulsiones sexuales son fruto de todo el desarrollo freudiano sobre la sexualidad humana y se asimilan a un empuje cuyo origen está en el cuerpo, fundamentalmente en las zonas erógenas. Las pulsiones de autoconservación están más referidas a las necesidades biológicas, el hambre y la sed, pero estas necesidades han sido modificadas por la sexualidad.

De cualquier forma, conviene aclarar que el término de "autoconservación" no está escrito en el texto citado, sino que aparece por primera vez en un trabajo de 1910 que lleva por título "Concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicógenas de la visión".

La segunda teoría pulsional es desarrollada por Freud después o mientras está elaborando su noción de narcisismo. Aquí no se hacen sinónimas las pulsiones de autoconservación y las pulsiones del yo, pero, también hay que decirlo, por momentos se superponen.

A partir del momento en que admite que existe una verdadera relación de amor entre el sujeto y su propio yo, le es necesario también admitir que hay una libidinización del conjunto de las funciones del yo (que estas no responden simplemente a la lógica de la autoconservación sino que también están erogeneizadas), que la preservación del yo no entra únicamente en el registro de la necesidad, sino además y en definitiva sobre todo, en el del deseo.

Por consiguiente, desde que el yo es también un objeto sexual, se desprende de ahí que la distinción entre pulsiones sexuales y pulsiones del yo ya no tiene razón de ser. Freud la remplaza entonces por la de pulsiones del yo y pulsiones de objeto pero muy provisionalmente, porque pronto se le hará evidente que esta segunda oposición no es sostenible: la desmiente la teoría misma del narcisismo, ya que ésta precisamente muestra que el yo es un verdadero objeto para el sujeto. Por lo tanto, yo y objeto deben ponerse de hecho en el mismo plano, en todo caso en lo concerniente a las pulsiones 19.

Por último, su tercera formalización sobre las pulsiones aparece, en el texto de 1920 "Más allá del principio del placer". Introduce este nuevo dualismo pulsional, pulsiones de vida y pulsión de muerte.

Los pilares que permiten a Freud construir su pulsión de muerte son los fenómenos de la repetición, el síntoma, la reacción terapéutica negativa y las neurosis de guerra. Estos fenómenos, son los elementos que Freud toma de la clínica y de la psicopatología de la vida cotidiana para elaborar ese concepto de pulsión de muerte que, por momentos, se vuelve tan oscuro, tan difícil de resolver, pero que marca un giro fundamental en la teoría psicoanalítica.

Hace de esta dualidad, pulsión de vida-pulsión de muerte, la pareja fundamental en la que reposa toda la teoría pulsional.

Las pulsiones sexuales, del yo o de objeto, vienen entonces a situarse, según su función en una u otra de estas dos categorías, con la importante idea de que la supervivencia de la especie puede ser antagónica a la del individuo. A partir de allí, queda reafirmado el principio general del funcionamiento psíquico, a saber, que el aparato psíquico tiene como tarea reducir al mínimo la tensión que crece en él, especialmente por obra de las pulsiones. Pero ahora, este funcionamiento está subsumido a la pulsión de muerte, es decir, a una tendencia general de los organismos no sólo a reducir la excitación vital interna, sino también, por ese camino, a volver a un estado primitivo inorganizado, o sea, en otros términos , a la muerte primera.

En 1924 en El problema económico del masoquismo, Freud corroborará esta visión de las cosas, viendo allí la expresión del principio de Nirvana.



Begoña Ansorena Anza
Abril 2007
Referencia del Seminario La Angustia, de Lacan. Capítulo VIII.



(*) Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976, Vol XXII

Notas:

Freud, S. (1997). Obras Completas, vol 3. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (1998). Obras Completas, vol 1. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (1996). Obras Completas, vol 20. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (2004). Obras Completas, vol 22. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (2004). Obras Completas, vol 22. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (2004). Obras Completas, vol 22. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (2004). Obras Completas, vol 22. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (2004). Obras Completas, vol 22. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (2004). Obras Completas, vol 22. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (2004). Obras Completas, vol 22. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (2004). Obras Completas, vol 22. Buenos Aires, Amorrortu.
Vicens, A. (2004). Inhibición, síntoma y angustia como signos del goce. Freudiana, 41, 61-72.
Miller, Jaques-Alain (1994). La función de la castración. Freudiana, 12, 93-114.
Vicens, A. (2004). Inhibición, síntoma y angustia como signos de goce. Freudiana, 41, 61-72.
Freud, S. (2004). Obras Completas, vol 22. Buenos Aires, Amorrortu.
Freud, S. (1997). Obras Completas, vol 23. Buenos Aires, Amorrortu.
Enciclopedia de la Filosofía, 1992. Barcelona: Garzanti
Freud, S. (1997). Obras Completas, vol 23. Buenos Aires, Amorrortu. Pág 146.
Chemama, Roland (1998). Diccionario del Psicoanálisis. Amorrortu. Pág 365.

Homenaje a Fernando Ulloa


El 30 de mayo pasado moría en Buenos Aires, el Dr Fernando Ulloa.
En el campo de la salud mental, Fernando Ulloa ha sido y seguirá siendo un referente insustituíble.
En el campo del Psicoanálisis, merece el apelativo de Maestro.
Sirva como homenaje a éste Gran Hombre, la publicación de una de sus últimas producciones.


Estados Generales del Psicoanálisis
Una perspectiva metapsicológica de la crueldad.
Fernando Ulloa
Barcelona, Febrero 2000
Para el propósito que anuncia el título, examinaré prevalentemente aquella forma de la crueldad que denomino, de manera algo paradojal y, que luego aclararé, vera crueldad o crueldad mayor. Tendré presente además otras formas mayores de esta patología; por ejemplo la del sobreviviente de condiciones extremas de marginación social. Algo semejante, pero menos frecuente, puede ocurrir con otro sobreviviente, no ya de la miseria económica, sino de un nefasto ámbito de familia donde priman los atrapamientos incestuosos o los arrasamientos despóticos. Ambos sobrevivientes lo son de condiciones "infamiliares", connotando el carácter siniestro que este término tiene en psicoanálisis. Tampoco dejaré de lado la forma más universal de la crueldad, enmascarada como "lo cruel". Una acostumbrada presencia hecha cultura con la que se convive, por momentos en connivencia, en el sentido de ojos cerrados e incluso guiño cómplice. Lo cruel, como producción sociocultural, se corresponde, en la estructura psíquica, con cierta predisposición universal hacia la crueldad en todo sujeto humano, sobre la que volveré al final.
La vera crueldad necesita de un dispositivo sociocultural, cuyo eje es la encerrona trágica; una situación de dos lugares, el victimario, protegido en su pretensión de impunidad, y la víctima desprotegida de todo auxilio. Falta la presencia eficaz de un tercero de apelación que desarme esa encerrona cuyo paradigma es la mesa de tortura pero con muchas otras formas de expresión en la estructura social, en que sus habitantes están impedidos de ser no sólo hechura, sino también hacedores de la cultura. Un buen caldo de cultivo para la reproducción de la crueldad..
Será útil hacer algunos comentarios previos para abordar, con mayor eficacia, el núcleo esencial metapsicológico de la crueldad mayor. Adelanto que éste gira entorno a una radical falla en el proceso psíquico de la represión, al parecer por causas anteriores a la que Freud conceptualizó como represión originaria y secundaria. Estoy proponiendo una proto-represión asentamiento de las otras dos.
Ya señalé lo controvertido de la denominación vera crueldad. No obstante opté por la misma porque es verdad que la crueldad, desde siempre acompañó, con distintos grados de atrocidad, el proceso cultural humano. Pero si algo caracteriza al agente de la crueldad mayor y a su dispositivo, es la negación de toda verdad que cuestione el saber canalla de quien pretende conocer la verdad absoluta acerca de lo verdadero. Él se propone como cruento legislador al respecto. El saber canalla excluye, odia, y cuando puede aniquila al pensamiento opuesto y a quien lo sostiene; el mismo repudio merecen lo que aparezca culturalmente como distinto, o sólo sea extraño. El racismo y sus posibilidades genocidas ejemplifican esta situación, aunque algunos psiquiatras, sobre todo norteamericanos, sostienen que el racismo es sólo una actitud socialmente reprochable, aun en las formas más virulentas.
Otro rasgo característico de esta patología es la pretensión de impunidad como recusación absoluta de toda ley que no sea la propia normativa a la que el cruel y sus cómplices se ajustan, dentro del dispositivo que los sostiene y los objetivos que se proponen. Además la vera crueldad resulta una explícita producción obscena la mayoría de las veces. Es así que el cruel, en función de atormentar, mira cómo la víctima mira que él mira... su goce sádico, tal vez enmascarado por la indiferencia del acostumbramiento impune. Es frecuente que al tormento físico se agregue el tormento de la violación genital ejercida por el cruel y sus secuaces.
Desde lo anterior resulta grotesco pensar al cruel como objeto de la clínica psicoanalítica, ellos caen totalmente por fuera de una disciplina que lo es con referencia a la verdad, aunque no haga de la misma trofeo. Pero ocurre que la recusación de la culpa deja al cruel sin el recurso de este sentimiento que suele ser una de las defensas frente a la angustia. Si a alguno de ellos, por absurdo que parezca, demanda atención analítica, no será por remordimiento, sino por la angustiante vergüenza de haber caído en desgracia frente a sus cómplices o a sus amos, traicionando sus expectativas. En estas condiciones el cruel tal vez intente paliar su vergüenza pretendiendo reivindicar, en sede clínica, el valor de sus actos criminales. Sería una estúpida parodia pretender exculparlo de sus crímenes. Ellos son acreedores de otras sedes, las de la justicia. En general burlan este encuentro.
Retomaré la cuestión del sobreviviente de la extrema marginación social, capaz también de una crueldad mayor. Para ellos el anidamiento inicial resultó nido de víboras y no de ternura. En estas condiciones el precario paquete instintivo con que nace un niño, puede reactivar la astucia y la agresión necesarias para sobrevivir, llevándolos con frecuencia, si es que no encuentran otra salida, a conductas delictivas, sobre todo cuando la sociedad que los margina se muestra totalmente indiferente, sin acudir en su auxilio. Dos cosas los diferencian de la vera crueldad; primero el que inicialmente fueron víctimas, y luego repetidores violentos de lo que recibieron. Pero también el que su impunidad no es baluarte, por el contrario tienen una ley a cara o cruz que los empuja a ir matando, o al menos violentando, hacia su propia muerte ya decretada; una muerte instalada como mandato desde que nacieron. Difícilmente escapen a este mandato por más que intenten apoderarse de él. Pronto los esperarán tres instituciones: el manicomio, la cárcel, o el cementerio. Si sobreviven podrían ser tributarios de la clínica psicoanalítica, aunque difícilmente se avengan a hacerlo espontáneamente.
Pese a todos estos impedimentos para el acceso directo de la clínica a la crueldad mayor, la construcción de una perspectiva metapsicológica, no es mera conjetura y puede fundarse en observaciones clínicas. La experiencia la tendremos, entremezclada, en la práctica cotidiana y hasta diría que en la psicopatología de la vida cotidiana, sobre todo si no nos vela el acostumbramiento. Mi principal fuente de información es el trabajo clínico psicoanalítico con la numerosidad social, ya se trate de instituciones asistenciales o educativas, o de familias siniestramente infamiliares. Estos ámbitos me aproximan al núcleo mismo de encerronas trágicas, de todos los grados, inherentes a la crueldad, en las que el clínico –tal vez debería decir la clínica psicoanalítica- cobra el significado de una verdadera terceridad que intenta desarmar estas encerronas. Todo esto sin perder necesariamente el beneficio metodológico y ético de la abstinencia psicoanalítica pero sin que la neutralidad clínica, haga del analista sujeto neutralizado.
Por supuesto que otra fuente de observación acerca de la crueldad, es el trabajo con las víctimas directas y con sus familiares, de lo que se conoció hasta no hace demasiado tiempo, como la represión integral del terrorismo de estado: secuestro, inexorable tormento, desaparición de personas y pretensión de impunidad. Esto último aun tiene nefasta vigencia. Operar clínicamente con estas situaciones, cuando han sobrevivido, supone hacerlo con los afectados directos y con sus familiares. Los primeros, además de víctimas fueron testigos forzados del accionar de la vera crueldad, dentro del dispositivo en que estaban cautivos. Sus testimonios aportan mucho a la comprensión del accionar patológico de sus agentes, testimonios por momentos insufribles en su horror. El mismo horror que se desprende de un "peritaje tipo" 1 que en representación de Abuelas de Plaza de Mayo, elevamos cuatro colegas psicoanalistas ante el juez que conduce la causa contra los mayores responsables en el apoderamiento de niños. Preguntaba el juez acerca de lo siguiente: "¿Qué efectos inmediatos y futuros tendrá sobre un niño aun no nacido, y cuya madre ilegalmente cautiva (secuestrada) es sometida a tormento y muerta después del parto, y el niño entregado a apropiadores totalmente ajenos a él?". Obviamente un niño cuya madre es torturada antes de que él nazca, es lisa y llanamente un niño torturado. Este peritaje fue para mí el motor para la elaboración conceptual, y de hecho personal, acerca de lo que vengo hablando.
Finalmente iré al propósito central, examinando la crueldad desde los niveles tópicos, dinámicos y económicos, conque Freud pensó su metapsicología. Cabe empezar con una afirmación algo radical: la crueldad es una patología de fronteras. De fronteras mal establecidas entre el suceder instintivo, epílogo biológico del cuerpo real, y el acontecer pulsional, asentamiento del cuerpo erógeno. Será el notorio fracaso de la represión lo que constituye el eje de la patología cruel. Parafraseando a Lou Andrea Salomé -ella se refería a los perversos- diré que: los crueles (también) tienen acceso al lado oscuro de sus sentimientos. Lado oscuro que parece ser la espúrea mezcla instintivo-pulsional producto de esa falta de límite entre ambos. A eso llamo patología de fronteras, como falta de apartamiento entre el suceder (metonímico) del instinto y el acontecer (insinuando metáfora) de la pulsión, cuando ésta, por estar precariamente establecida, no sólo no logra coartar (reprimir) el suelo instintivo, sino que la endeble pulsión terminará corrompiendo la índole natural del instinto. El instinto articulado a la lucha por la subsistencia, en la evolución de las especies, no es en sí mismo cruel, ni hay goce en su agresividad.
En el nivel social esta patología de frontera corresponde al clásico tema de civilización y barbarie. Una civilización que ha empeñado sus valores éticos en la colonización corruptora de otras culturas, posiblemente más primitivas, o tal vez sectores marginados de su propia cultura. Ella denomina bárbaros a los que pretende someter, degradando el sentido original de este término que connota extranjeridad o extraño. Entonces el término bárbaro resultará antitético al de civilización. Todo esto obviando la responsabilidad corruptora que cabe a esa colonización.
Cuando se ha logrado establecer una brecha franca entre el piso instintivo y el techo pulsional, ahí morará lo que denomino la protorepresión, haciendo frontera.
Si algo parece aportar la clínica de la crueldad, es que la represión originaria y secundaria, en tanto "piedra angular del aparato psíquico" necesita para establecerse, de esa frontera. La protorepresión constituye otro tiempo más en la organización del proceso represivo. Una presencia junto a las dos ya conocidas, sin que indique algún orden cronológico aunque, por lo que planteo, pareciera realmente acreedora a lo que designa la partícula proto. Se mantiene la idea de una represión originaria, tal como lo propuso Freud, como el "núcleo duro" del proceso represivo organizador de la tópica inconsciente. Es posible que la represión originaria sea una adquisición que se va perfeccionando sobre todo en los primeros tiempos de la vida. Esto sería un argumento para sostener que la represión originaria no es necesariamente represión inicial, sino la expresión de un logro fundamental de la estructura psíquica de sujeto con destino hablante.
Todo lo anterior es opinable, en cambio resulta una observación clínica, que la falta de tal brecha fronteriza entre el instinto y lo pulsional, es lo propio de la vera crueldad. La misma resulta ser el paradigma de la falla dada en los procesos de represión, necesarios para la constitución ética del sujeto, y para que éste sea compatible con la dinámica del malestar de la cultura.
Para avanzar en el esclarecimiento de lo que vengo diciendo, será útil presentar, aunque sea en un apretado bosquejo, otro dispositivo también sociocultural, antitético y en ocasiones vecino, a la crueldad. Estoy introduciendo la idea de la ternura como inicial escenario donde el cachorro nacido humano, accederá a la condición de sujeto pulsional. El psicoanálisis se ha ocupado poco de la ternura, Freud, dentro de lo poco que dijo, señaló algo esencial: "la ternura resulta de la coartación del fin último de la pulsión". Pienso que en este sentido, la ternura es una primera estación de sublimación, que habrá de producir dos ordenadores fundamentales para los suministros que le son propios en relación al niño. En primer término la empatía que garantiza el adecuado suministro, esencialmente el abrigo y el alimento. En segundo término el miramiento, un mirar con amoroso interés a alguien que, aun salido de las propias entrañas, es advertido como sujeto otro, sujeto ajeno. El miramiento garantizará el gradual desprendimiento de este sujeto a través de los años. Además es la esencia de un tercer suministro, el buen trato, idea que alude a la naturaleza propia del amor, conque es pensada la ternura. Un trato según arte. Desde este buen trato, que suma a los suministros esenciales de la ternura la eficacia de la palabra, la madre irá donando su código simbólico a quien nació inválido del mismo. Pronto el infantil sujeto pondrá vocablos audibles en las huellas que han dejado las experiencias de satisfacción y de frustración. Huellas inscriptas en el aparato psíquico como letras capaces de resonar con la palabra propia y ajena.
Satisfacción y frustración abrirán el acceso a los dos principios freudianos: el del deseo y el de realidad, conque pronto el sujeto de la ética, deberá ir calculando su destino social. Por un lado la ética del deseo, por otro la del compromiso balanceando entre sí. Los deseos ajenos pronto trocarán en complejas matemáticas, el inicial juego de sumas y restas entre los dos principios freudianos y entre ambos ejes éticos.
Cuando comencé a trabajar sobre estas cuestiones solía recurrir, algo imaginativamente, a lo que llamé los tres saltos posteriores a la sexuación. La sexuación, como avance evolutivo, supera la "eternidad" de la partenogénesis. Ahora serán necesarias dos gametas para que de su acople surja un nuevo ejemplar, con alguna posible modificación evolutiva y los progenitores afuera. Es así que la muerte resulta un gran acelerador evolutivo. En esta nueva situación, lo femenino y lo masculino están separados por un espacio y un tiempo a recorrer. Será necesario el salto del instinto para el encuentro de ambos géneros. Un instinto que en tanto epílogo biológico, todavía tiene mucho de la continuidad metonímica; una fuente somática, un inexorable y único camino, y la descarga en un objeto también único; al menos en las formas más arcaicas de las especies. Luego será el salto de la pulsión inaugurando la condición humana. Este salto ya esboza la metáfora pues también parte de una fuente somática, pero los caminos y los destinos son alternativos. Se insinúa ya la metáfora como lo semejante en distinto lugar y de distinto modo. Finalmente el salto del loquis, la palabra, como reino posible de la metáfora plena.
Hay algo de funcionalidad autogestiva en esta circulación entre el polo metafórico de la cultura y el polo metonímico de la natura. La cultura y su palabra, será capaz de organizar, desde la materia pulsional, la sublimada estación de la ternura. Estación que a su vez será cuna de un nuevo sujeto pulsional, con su cuerpo erógeno, sus tópicas inconsciente y preconciente, su dinámica intertópicas y su economía libidinal. La eficacia de esta circulación marca el proceso de subjetividad que va desde lo metonímico del instinto, a lo metafórico de la cultura. Desde esta última la palabra operará sobre la bisagra pulsional para consolidar la piedra angular de la represión, ahora del sujeto mismo y no del edificio metapsicológico, manteniendo la frontera entre el acontecer del cuerpo erógeno y el suceder del cuerpo biológico.
Cuando fracasa esta circulación de posibilidad autogestiva, la falla puede ocurrir en cualquiera de las estaciones del círculo, ya sea de la ley como expresión de la cultura, o de la pulsión mal establecida, con la consecuencia de una ternura inexistente, tal vez reemplazada en el orden materno, por un atávico y eficaz instinto. Son todas situaciones que harán desvanecer la metáfora como lo necesario a la sublimación. Es posible entonces que sea la fijeza metonímica del instinto "bárbaro", tanáticamente exaltado y corrompido por la "civilización", el que tome cruentamente el comando.
Todo lo anterior, siendo válido en cuanto a la singularidad de los crueles, no alcanza a explicar la crueldad colectiva de grandes masas sociales, atrapadas en un accionar participativo o en una indiferencia con distintos grados de complicidad. Será necesario retomar lo que he presentado como latente disposición universal hacia la crueldad. Una latencia que va desde un contenido rencor, pronto a desplegarse, a verdaderos escotomas psíquicos promotores de indiferencia. Será el oportuno surgimiento del dispositivo social, generalmente en la forma de políticas lideradas por crueles déspotas, con frecuencia sumado a descalabros socioeconómicos, lo que hará que unos se alinien en el accionar cruel, y otros en la complicidad indiferente. Entre ambos todos los matices de la renegación.
En el siglo VI A.C., Bias de Priane decía: "la mayoría de los hombres son malos". En el siglo XVIII Lichtenberg, matemático de Gotinga, completaba el aforismo: "El bienestar de muchos países se decide por mayoría de votos, pese a que todo el mundo reconoce que hay más gentes malas que buenas". Interesante el cuestionamiento de la democracia porque destaca su razón de ser: proteger el bien común de esa posible maldad mayoritaria. Más allá de buenas o malas razones personales, el hecho es que el sujeto humano puede ser hacedor y hechura de la cultura. Entonces lo que importa es en qué contexto democrático, con sus imperfecciones, o en qué certeza despótica y cruel, se toman las medidas de bien común. La naturaleza de ese contexto no sólo definirá la índole justa o perversa de ese bienestar, y a quienes beneficia, sino que será un dispositivo propicio a la resolución o a la exaltación de esas universales disposiciones hacia la crueldad. Sería un grosero error pensar que la crueldad está inexorablemente sobredeterminada desde la inicial patología de fronteras, consecuente a la falla de la proto-represión. Claro que la pretensión de impunidad del vero cruel pareciera demostrarlo así, y en efecto los psicoanalistas no descartamos la presencia de la sobredeterminación en algunos cuadros clínicos, tal como ocurre con algunas formas severas de perversión y en estructuras francamente psicóticas. El repudio de la castración en cuanto límite que aparece en los perversos, y la certeza propia de algunos cuadros psicóticos, también se encuentra en la vera crueldad, aproximándola a esas patologías. Pero debo señalar que los posteriores dispositivos sociales por los que atraviesa un sujeto cruel, no deben ser descartados en cuanto a los efectos reparadores, o de agravamiento, sobre él. Entre estos dispositivos cobra importancia una "justicia justa", no ajena a la justicia social, que no sólo se ocupe de ajusticiar, sino que opere pertinentemente sobre alguien, cuya especial patología le impide acceder a los procesos de represión como fundamento del sujeto ético.
Intentaré hacer algunas consideraciones, algo conjeturales, acerca del origen de la universal disposición hacia la crueldad. Para ello me valdré de un texto, a fe que curioso, de Ronald Fairbairn, que leí hace más de cuarenta años y que él escribió próximo a mi edad actual. En su momento descarté el valor teórico del mismo, pero nunca olvidé sus ideas que prefiero evocar sin releerlo, permitiendo que se estructure según mi recuerdo. Él debería decir más o menos lo siguiente: si un lactante, frente a la demora de los suministros necesarios a su vida, pudiera pensar, pensaría a sus padres como incondicionalmente crueles, pues habiéndolo traído a la vida, lo matan con indiferente abandono. La única manera de hacer condicional esa incondicionalidad, dependería de otro pensamiento: no es que ellos sean crueles, es que los odio y me castigan, si los amo viviré.
Pienso que esta imaginativa construcción insinúa el posible antecedente infantil de la disposición hacia la crueldad y también de su renegación. Cuando Fairbairn hace "pensar" a un lactante, es posible que esté poniendo, muchos años después, palabras a sus propias vivencias infantiles. Otro tanto estaría haciendo yo, al dar finalmente crédito, a algo teóricamente descartado en una antigua lectura nunca olvidada. Finalmente ambos estaríamos "sabiendo" lo que siempre "supimos". De hecho éste es el núcleo de la perelaboración en un proceso psicoanalítico.
En la Biblia se alude al impronunciable nombre de Dios. Aquel que entregó a Moisés las primeras tablas, aun no de la ley, donde figuraba ese ilegible nombre. Fueron las tablas que Moisés rompió con tremenda ira, ordenando el exterminio de los idólatras, sus antecesores y sus descendientes. Un genocidio consignado bíblicamente. En las segundas tablas, las de la ley, están grabados, ahora con letras pronunciables, los mandamientos divinos, entre ellos: no matarás y también no pronunciarás en vano -es decir con indiferencia- el nombre de Dios.
Los mitos constituyen un mensaje que encamina hacia la verdad histórica. Bien puede este mito de las tablas ilustrar el que construyó Fairbairn, cuando puso palabras a las impensables huellas de sus infantiles vivencias en relación a la crueldad. Vestigios que en el autor, como en todo sujeto, aluden a un mítico enfrentamiento con el Señor incondicional de la muerte o de la vida, en ese orden, según fuera sea la respuesta. Así se prefigura, en la estructura psíquica del ser humano, la posibilidad de una deidad terrible, que demanda el sacrificio como eje de religiosidad. Para algunos este odio sacrificado, será el recurso pronto ante el señor de los cruel, con quien además se identifica. Para otros será mortificada renegación y aun estructural ceguera. Ambos ante el acto más cruel, tenderán a creer que "por algo será".
Para un psicoanalista resulta esencial despejar en sí mismo, estos puntos ciegos; lo contrario supone el riesgo de una connivencia con lo cruel, aproximando aquello de "matar con la indiferencia". La abstinencia deja de serlo cuando se degrada a indolencia, literalmente eludir el dolor. Algo entendible como resistencia en un paciente, pero que constituye una falla metodológica y aun ética en el psicoanalista.
Cuestiones en torno a la ética
A esta altura, a nadie se le escapan algunas cuestiones arduas acerca de cómo evaluar, sobre todo desde el punto de vista de la ética y de la justicia, al cruel. Hay sobradas razones para descartar una explicación primordialmente instintivista de la crueldad mayor, del vero cruel, y del sobreviviente, aun admitiendo aquella espúrea mezcla donde, por falta de una protorepresión, la precaria pulsionalidad corrompe la índole natural del instinto, sin poder coartarlo. Pero debo señalar que sería un error desplazar esta sobredeterminación, como único origen absoluto e inexorable de la crueldad, hacia las tempranas y graves fallas del círculo que acabo de describir. Riesgo en el sentido de pensar que la situación se juega únicamente ahí, no tomando en cuenta que los posteriores dispositivos socioculturales por los que atraviesa el sujeto, jugarán en uno u otro sentido como factor de resolución o de agravamiento. Entre estos dispositivos están los educacionales, laborales, políticos, etc., y de manera especial la solidaridad o la indiferencia que entornen a quien tal vez viene mal parado desde su inicio. No hay que excluir, como un dispositivo especialmente importante, "el de una justa justicia" operando sobre alguien perturbado, en grados patológicos, en sus propias posibilidades de represión. Una justicia que no se ocupe solamente de ajusticiarlo, sino que sea ante todo justicia social. Claro que para la eficacia reparadora de esta justicia, también es pertinente pensar en forma semejante a los ya señalados impedimentos para la acción terapéutica, sobre todo cuando se trata de la vera crueldad, su impunidad y su saber canalla.
El riesgo extremo de pensar sólo en términos de sobredeterminación implicaría el absurdo de considerar a la crueldad y su dispositivo sociocultural como un atenuante, a la manera de la "emoción violenta", afín a la coartada de la "obediencia debida", del cruel, a su dispositivo y a la línea de mandos; ésto vale prevalentemente para la vera crueldad. Por el contrario, en el otro extremo, también se puede caer en el error de pensar que todo sujeto cruel, me refiero prevalentemente al sobreviviente, es sujeto irrecuperable. Sin embargo desde la práctica clínica psicoanalítica no podemos descartar totalmente la cuestión de la sobredeterminación. Lo vemos clínicamente en las neurosis de destino y, de manera más dramática, en las estructuras psicóticas víctimas de los atrapamientos trágicos que llegan a tener efectos irreversibles. También hay que considerar un cuadro muchos más extendido de lo que habitualmente se lo advierte, el ya mencionado mandato de muerte, impregnando a un sujeto permanentemente encaminado a situaciones límites, por dentro o por fuera de la crueldad. Un intento, de hecho inconsciente, de apoderarse y poner fin a lo que siente ajeno a él. Son tantos los riesgos a que está expuesto, entre ellos la violencia y la droga, que suele morir en el intento.
Entonces cabe la pregunta de fácil respuesta y difícil solución: ¿Es siempre punible el comportamiento del cruel? Claro que lo es, pero de una manera que no debería quedar reducida sólo al actor directo del accionar cruel, debería incluir en la sanción, por más utópico que parezca, distintos círculos concéntricos que constituyen el imprescindible dispositivo sociocultural para el accionar cruel, sobre el que he insistido a lo largo de este trabajo. Los que dan apoyatura logística, los que organizan políticas socioeconómicas a partir de los aparatos de terror, verdaderos responsables intelectuales y activos beneficiarios de la crueldad. Pero también los que por vía de la renegación o de la ceguera, no sabiendo a qué atenerse terminan ateniéndose a las consecuencias, cayendo en la posición del idiota, sin que el término resulte un insulto o designe un cuadro neuropsiquiátrico. ¿Será que la expresión descalificadora de "idiotas útiles", conque los sectores sociales más reaccionarios aluden con frecuencia a aquellos que se presentan afines a políticas solidarias, terminará cobrando otro sentido no precisamente solidario?
No cabe duda que la banalización del término ética, puede llegar a jugar a favor de una connivencia con lo cruel, cuando designa sólo una actitud abstinente que se limita a hacer únicamente lo correcto. No deja de ser un mérito, pero muy alejado de un accionar activo y eficaz. Una ética no abstinente puede llegar a configurar una forma moderna de la utopía, con tópica hoy, en tanto se propone otra doble negación, ahora en sentido opuesto al de la renegación que además de negar, niega que niega. Aquí se trata de negarse a aceptar lo que niega lo real. La crueldad es una instancia real.
Pensándolo bien, es posible que la propuesta de una ética con tópica hoy, confrontada a la magnitud cotidiana de lo cruel, resulte verdaderamente una utopía pero en el sentido clásico. Tal vez sólo una esperanza. Al respecto recuerdo que cuando leí un aforismo de Ciorán: "La esperanza es el estado natural del delirio", completé su pensamiento así: si la esperanza es el estado natural del delirio, en cuestiones límite (la vera crueldad lo es), el delirio es el estado heroico de la esperanza.